...no creía en lo que veía, y siempre sospechaba que en cada persona la vida auténtica, la más interesante, transcurría bajo el manto del misterio, como bajo el manto de la noche...

Antón Chéjov, La dama del perrito

domingo, 26 de agosto de 2012

construcción




Las escaleras recorrían toda la casa. Despidiendo un agudo olor ácido a vino ascendían desde la bodega, atravesaban el zaguán, se expandían lentas y seguras por la planta superior, penetraban achicadas en la terraza y subían apenas arrebujadas hasta el palomar donde, de pronto, desaparecían entre el zureo y la agitación de las aves. Sin embargo, cuando amanecía las palomas echaban a volar en bandadas hasta el otro lado de la ribera escarpada del río, se detenían en la casa en ruinas que permanecía allí olvidada, depositaban con tesón peldaño a peldaño de la escalera sobre un ático que había sido observatorio astronómico, y en medio de aquella desolación, ocupando el vacío vertical, una escalera tomaba forma y se desplegaba calladamente en dos direcciones, una se dirigía a una sala que aún mantenía las marcas oscuras de las estanterías de una biblioteca desaparecida y la otra bajaba en caracol hasta lo más profundo del edificio, como si se establecieran dos territorios de extraña relación, como si aquella casa hubiera sido levantada para seres que vivían entregados a espacios y objetivos diferentes, sin ponerse de acuerdo, uno que se desenvolvía entre el conocimiento trasladado de siglo en siglo por los hombres, otro que habitaba el submundo donde se asienta y crece la materia bruta, territorios ambos que solo los personajes insólitos, acaso un visionario, tal vez un orate, habrían habitado sin esperanzas de supervivencia.  





8 comentarios:

  1. ¿Subir o bajar la escalera? Las de caracol son más divertidas y también más inciertas.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Pero aquella "materia bruta" suele tener también cierto destacable poder "espirituoso"...es cuestión de manejarlo en adecuado equilibrio!

    Me gustó mucho leerte!
    saludos.

    ResponderEliminar
  3. La escalera como árbol de la vida, laberinto a ciegas.. Nuestra vida? Abrazo! por aquí me quedo

    ResponderEliminar
  4. Tenía in mente a Escher, Salam. No será la última vez. Coincido contigo en las escaleras de caracol: estrechas, exigen no pensar, no dudar, no esperar. Sorprendentes.

    ResponderEliminar
  5. Pues claro, Neogéminis, y embriagante, con frecuencia nos desborda, ¿no crees?

    ResponderEliminar
  6. Andrea, bien dices. Ya sabes que cada elemento, natural o de la mano humana, está cargado de simbolismo. Sobre todo lo natural. Muchas obras las hemos hecho con la referencia de la pura materia y sus manifestaciones. Me alegro que recales por aquí.

    ResponderEliminar
  7. Las escaleras dan alma a cada lugar, son columna vertebral para cada paso o estancia y en ellas se arrastran pies, manos y pensamientos que nos hacen sobra o tiran de nuestras ganas.

    Paso a huella y huella a palabra... Ojalá siempre sincera.

    Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es. Símbolo de ascensión, pero donde la caída también acecha. La vida en espiral.

      Eliminar