...no creía en lo que veía, y siempre sospechaba que en cada persona la vida auténtica, la más interesante, transcurría bajo el manto del misterio, como bajo el manto de la noche...

Antón Chéjov, La dama del perrito

domingo, 18 de noviembre de 2012

...y una carta


(Fotografía de Nan Goldin)



Cuando falleció Franz yo no estaba en el país. Su hija me remitió una carta comunicando el óbito. Vi en ese gesto un intento de no perder el vínculo con el último amigo de su padre. El único que había sobrevivido a su carácter y a su manera de vivir la vida, que tantas discordias le había proporcionado. Decía la hija de Franz Heine:


"Mi querido amigo. 

Jamás pensé que tendría que dirigirme a usted en estas circunstancias. Mi padre murió hace dos días. Cansado pero sin dolor, con plena conciencia y, como era propio de él, manifestando máximo control hasta el límite de sus posibilidades. Se aisló y permaneció encerrado en sus pensamientos, como si avanzara de esta manera por el pasillo de salida de la Casa de la Vida. Hablar de su entereza sería exaltarle y conceder un mérito que él nunca hubiera reconocido. Ya sabe cómo le molestaban las zalamerías y cuánto rechazaba la expresión de las vanidades. No hicimos ceremonia especial, lo cual no impidió que en el entierro aparecieran algunas personas allegadas a él en distintas épocas de su existencia. De hecho, se presentaron incluso antiguos amigos con los que había roto y que me mostraron afecto. Por cierto, Hubert, el viejo artista de circo, preguntó por usted y me comunicó sus deseos de verle. 

Sucedió algo durante el acto de sepultura de mi padre que me dejó bastante perpleja. Varias mujeres a las que yo no conocía e incluso parecía que no se hubieran visto nunca entre ellas, se presentaron allí. Cada una con un pequeño ramo de flores. Ninguno de los ramos coincidía. Una llevaba azaleas, otra clavellinas, otra lirios, otra rosas, en fin, para qué le voy a detallar todas las variedades que convirtieron de pronto el cementerio en una jardinería. Era como si cada una de esas mujeres hubiera elegido el regalo (tal parecía) conforme a su gusto u obedeciendo a una consigna secreta que no me alcanza y que sólo mi padre podría haber descifrado. Me preguntará usted: y esas mujeres, ¿cómo eran? ¿Jóvenes, mayores? También formaban un abanico variado; si bien todas eran adultas de cierta edad, sí que las había pertenecientes a distintas décadas. Desiguales eran también su estética, su configuración corporal, su altura, la caracterización de sus caras. No, no creo que todas fueran del país, pues en alguna sus rasgos la confirmaban como inmigrante probablemente. No puede decirse que se pareciera ninguna a la otra, pero hubo algo que me llamó la atención. No se observaron, o no lo hicieron al menos de modo descarado. Tampoco derramaron lágrima alguna cuando los empleados depositaron el féretro en el sepulcro familiar. Más bien se mostraron relajadas y obsequiosas al cederse el paso entre ellas en el momento de colocar los ramilletes. 

Recordé que usted me había hablado en cierta ocasión de lo interesante que era recuperar una tradición perdida sobre el hecho de que algún familiar o amigo hablara ante la tumba de un fallecido. Si recuerdo bien, me parece que usted me dijo algo así como que había que dejar fuera de los actos íntimos a los funcionarios de la muerte, a ese tipo de personajes de castas que solo viven para elogiar el dolor, invocar la resignación y cuyas palabras de consuelo suenan estereotipadas y falsas. Así que improvisé unos comentarios. Fue solo durante ese momento en el que hablé, tragando mucha saliva, eso sí, cuando aquel grupo de mujeres estuvo a punto de quebrar. Todas me miraban expectantes, y comprobé tal brillo emocionado en sus ojos que lograban transmitirme ánimo, no obstante ignorar quiénes eran aquellas personas. Tenía la sensación de que se sentían representadas de alguna forma por mí y por mis palabras. Hablé de la alegría de mi padre para con la vida. De cómo bajo sus frecuentes gestos de contrariedad o simplemente ausentes, siempre palpaba el goce y buscaba la capacidad de sorprenderse. Me apeteció nombrar su firmeza cuando le proponían decisiones en las que moralmente él no podía participar. Incluso creo que enfaticé algo así como: a mi padre le enfurecía la maldad y le desanimaba enormemente la ignorancia ajena. Pero quise concluir restando hierro a esto último. Entonces dije que Franz Heine había sido un hombre que había contenido y probablemente expresado mucho amor.

Cuando terminé de hablar, vinieron hasta mí unas tías lejanas, con las que Franz no se  había entendido bien en los últimos tiempos. Yo había estado pendiente de aquellas mujeres de las flores. Mi intención era dirigirme a ellas, pues en la brevedad de aquella reunión las había sentido como parte de la familia. Las busqué con la mirada, pregunté a uno de los sepultureros pero me informó que ya habían salido. No sé por qué le cuento todo esto. Seguramente usted pensará que lo he soñado, pero le agradecería mucho que si usted dispone de alguna clave para interpretarlo me lo comunique. Permaneceré todavía un tiempo por la casa de mi padre. Se lo digo por si había pensado regresar pronto. Tendría que preguntarle a usted tantas cosas sobre Franz.

Con mis mejores y afectuosos saludos."






25 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho este relato epìstolar, con su intriga sin resolver, con esa contestación del amigo que no sabemos si será capaz de explicar el misterio (aunque debería ser algo diferente a lo que todos pensamos), en fin, muy agradable de leer.
    Besos.

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    1. Yo tampoco lo sé, Pitt, pero ese seguimiento tuyo anima, sí.

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  2. Se me ha hecho corto. Me has atrapado de tal manera que al llegar al final he buscado dónde seguía. Espero que lo continúes... te animo a ello, si no lo tenías previsto. Estaré atenta.

    Un beso, D.B.

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    1. Y el ánimo se acepta, pero ya sabes que todo no depende del ánimo, Malena. GRacias.

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  3. Yo creo que cada uno de nosotros somos, en cierto modo, una suma y síntesis de todas las personas que nos amaron en cada momento. Tu relato apunta a esa convicción mía.

    Un abrazo.

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    1. ...O de las que quisimos amar...nos nutrimos tanto de realidades, aunque fracasen, como de fantasías, ¿no crees?

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  4. Me siento conmovida. Desde luego me pego a tus talones !!

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    1. Trimbolera: si me paro en seco no te asustes si chocas. Gracias por ser sensible al tema.

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  5. No voy a repetir lo de la entrada anterior.

    ...funcionarios de la muerte ...le enfurecia la maldad y le desanimaba enormemente la ignorancia ajena.....

    me suena tan cercano . Espero , deseo , pueda dar alguna respuesta a la hija de Franz.( si es o se asemeja a la mujer de la foto es , con seguridad , toda una señora)

    Gracias por deleitarnos. salut.

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    1. Nanis, es que lo cercano, además de existente y con fuerza, es también de antigua procedencia.

      También la de la foto podría ser la hija más las mujeres de las flores, una alegoría que me pillaba a mano, porque hay cada fotógrafo que asombra.

      Salud y gracias a ti por la delicadeza en seguir el blog.

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  6. He leído con atención este relato. Sorpresivo final con interrogante, un interrogante que puede tener varias respuestas y ahí está la chispa. La que puede resultar obvia no tendría mérito alguno, así que pongamos la imaginación a trabajar.., salvo que nos tengas preparados un segundo capítulo.

    Un abrazo para tí, Dame Blanche

    FINA

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    1. Ay, qué razón tienes...varias respuestas. ¿Y si no hubiera ninguna explícita? ¿Y si las respuestas fueran de otra manera? ¿Y si el silencio fuera la respuesta?

      Un abrazo.

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  7. Espero que sí nos tengas preparada una tercera entrega, porque esta vez yo no pienso imaginar ni suponer cómo continuará, sólo esperar a que tú nos sigas contando quienes eran esas mujeres y conocer algo más sobre Franz Heine. No nos dejaras así… ¿no?

    La verdad es que es un gustazo leerte.

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  8. No te atrevas a dejarnos sin respuesta! :)

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    1. ¡Maldición!, que decía Pedrín a Roberto Alcázar. Súplica: si no la hay no me condenes a las tinieblas exteriores que en este tiempo están muy frías. ¿Gracias!

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  9. Tomo nota, José María, y mientras, sé bienvenido.

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  10. Excelente.
    Y no digo sólo eso por ahorrar palabras. Es que no se me ocurre algo que mejor exprese mi sensación.
    Un beso grande

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  11. En ocasiones los interrogantes enriquecen el relato. Es inevitable desear saber más. Lo curioso de estos temas es que normalmente, cuantas más incógnitas se despejan más ecuaciones surgen.No es facil cerrar de forma autoconclusiva estos enigmas. Y tal vez no sea ni necesario. De esta forma el lector puede completar(si puede) la historia.O seguir interrogandose...Por cierto muy interesante. Saludos.

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    1. ¿Qué podría añadir, V, si has matizado de la misma manera que pienso yo? Simplemente que uno quisiera enfocarlo en abierto y en (relativamente) cerrado. También soy de la opinión que los textos deben seguir proyectándose en el universo personal de cada lector. Gracias.

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  12. Molt interessant per la composició coral que es vol mostrar, rica en llenguatge, en matisos, en cromatisme, en sentiment contingut, en la creació d'expectatives i en tot el que promet desvetllar la esperada continuació del relat.

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    1. Acaso, Olga. Pero prometer no implica que se sepa cumplir (el sentido político de prometer sería automáticamente = traicionar, pero ese es otro tema y en otros personajes) En mi caso, sentiré mucho crear falsas expectativas. No obstante, todos debemos estar preparados en la vida ante las expectativas no deseadas ni esperadas...en ellas nos crecemos. Siempre tan matizadora y tan incisiva, tú. Gracias por ello.

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  13. Me gusta esa forma de escribir que parece que empieza pero no culmina, deja con ganas de seguir leyendo.

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    1. Tal vez la escritura sea una subida cuya cumbre nunca se sabe dónde está o donde te quedas en un recodo del camino. Muchas gracias.

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