...no creía en lo que veía, y siempre sospechaba que en cada persona la vida auténtica, la más interesante, transcurría bajo el manto del misterio, como bajo el manto de la noche...

Antón Chéjov, La dama del perrito

lunes, 8 de abril de 2013

el testigo


(Fotografía de Henri Cartier-Bresson)



Una vez había leído en una novela que el miedo tenía mil rostros. El que le había tocado llevar a él, pegado a su piel, olía a tinta espesa y fresca y sonaba a la cadencia de un cilindro que giraba y giraba ruidosamente, engullendo hojas de papel vírgenes y vomitándolas conspirativas. En la soledad de aquella habitación alquilada se consideraba un virtuoso editor que imprimía para abrir las mentes ajenas. Virtuoso en el sentido de su honradez y consecuencia más que en la faceta de maestro de la técnica. Si en la primera acepción no tenía dudas y se alimentaba a sí mismo con una buena dosis de mística, en la segunda sus carencias eran grandes, pero no obstante las cubría con tesón e imaginación. Sus recursos eran escasos pero introducía siempre elementos gráficos dibujados para la circunstancia, diseñaba sus propios tipos de letra y procuraba que un modesto panfleto constituyera un periódico atractivo para los destinatarios. Ese mundo le absorbía y él ocupaba el espacio del riesgo con una entrega fuera de lo común, derivando desasosiegos, alimentándose de su propia obra. El enemigo acechaba siempre. Era consciente de la posibilidad de ser descubierto en cualquier momento, de arruinar su vida y la de su familia, de arrastrar en su infortunio a otros hombres que ceñían las mismas inquietudes que él. Vivía sus horas en guardia. Cuando salía a la calle se desplazaba con una tensión controlada que le llevaba a dar rodeos, simular vida ociosa y ocupar espacios públicos libres de sospecha. Sin ser un intelectual de la revuelta se permitía opinar y modificar los textos que recibía de los conspiradores. Los libelos que salían de sus manos surgían también de su alma. No solo de su pensamiento en construcción, sino de un empuje en que las palabras arriesgaban ser reconocidas y se crecían en una hipérbole sin fin. Ahí se cerraba el arco de la fe que él había aceptado. 

Al despertar una mañana se percató de que el amanecer no traía los ruidos acostumbrados ni los movimientos rutinarios del vecindario. Esa sensación repentina del vacío de la ciudad alrededor suyo le estremeció. Sentía el cuerpo pesado y que los líquidos que lo recorrían se secaban en su curso. Aguzó el oído al máximo antes de tomar una decisión. Indudablemente unos pasos cuidadosos pero abundantes tomaban la escalera. Se creyó perdido. Hiciera lo que hiciera no disponía ni de tiempo ni de modo de destruir el material. De pronto el revuelo tomó forma más estridente. Al fin sonó el timbre de la puerta. Dudó en abrir. Tragó saliva, respiró en profundidad, dirigió la vista al mimeógrafo y al papeleo impreso acumulado, a punto de inundar los tajos de la ciudad. “Os amo”, dijo en voz baja conteniendo la emoción. Abrió la puerta. Dos individuos con solapas altas le mostraron de mala manera una insignia. “Le necesitamos”, le dijeron. Él no pudo pronunciar palabra alguna. “Perdone si le hemos despertado, pero es necesario que venga con nosotros como testigo. Estamos efectuando un registro en un piso de arriba”. Los acompañó. Sintió un golpe de alegría interna con tal intensidad que le hizo quebrar. "Todavía dormido, ¿eh?", quiso ser gracioso uno de los esbirros. Luego solo habló una embriagante voz interior. Con tono de cuento moral le decía: “El azar te devuelve en forma de suerte el amor que has puesto en tus criaturas”. 



 Para Julio B., que comprenderá el relato, por los miedos compartidos.


25 comentarios:

  1. Moverse en el filo de lo prohibido, con todo el riesgo que conlleva y hacerlo de todos modos es ser, antes que nada, lo mas honesto con uno mismo y por consiguiente con los demás.
    Cuántas veces habrá sido el azar un aliado a favor.

    Solo de pensar ese instante de abrir la puerta...

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    1. Si me permites, más que moverse en el filo, más bien moverse en lo prohibido y bien prohibido, con toda la secuela de problemas que podía dar lugar ese movimiento, más las incomprensiones y desdichas añadidas. Pero la satisfacción podía ser tan grande, la ilusión tan luminosa, el sentido donde ética y realización personal se fundían...El azar fue siempre un aliado y un protagonista. Al que saliera indemne; al que no...

      (¿La puerta? Y las pisadas por las escaleras de una noche cualquiera que luego no eran sino de vecinos, por ejemplo)

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    2. Mas que permitido, tienes razón eso es estar en el peligro mismo, vivir en él y con él todos los días.

      (Las pisadas o cualquier ruido, la alerta es casi constante y los sentidos se agudizan de forma extraordinaria porque se trata de mantener la vida y no solo la tuya sino la de otros compañeros-as)

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    3. Es un asunto delicado que mucha gente sufre cada día en el mundo, no solo pertenece al pasado.

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  2. Tuvo merecida suerte. No lo pillaron con las manos entintadas, ni en medio de esa atmósfera penetrante que propiciaba la mezcla del alcohol, la tinta y el papel. No lo pillaron en compañía de su compañera "vietnamita", amasando obleas de libertad.

    Un relato que trasciende la belleza rescatando del olvido a tantas y tantas personas anónimas que arriesgaron sus vidas y a veces la perdieron luchando por la libertad.

    Ojalá tuviera yo el necesario talento literario para poder elogiar tu relato como se merece. Sólo puedo decirte: gracias.

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    1. Hubo gente a la que pillaron con las manos en la masa. Si contara anécdotas podría darnos la risa. Y de risa podía ser de no causar perjuicio a los heroicos del momento. A veces el azar estaba de parte de los esbirros, te lo aseguro. Pero el azar no entiende de posicionamientos ni de ideas. Si no, no sería azar.

      Me basta con que entiendas y te llegue el mensaje de homenaje que, no sé si queriendo o sin querer (¿ves? el azar a veces pone las ganas de escribir sobre cosas, simplemente por algún pensamiento, por alguna sensibilidad que renace) esta vez ha surgido de mis propios devaneos. Gracias totales.

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  3. "Ahí se cerraba el arco de la fe que él había aceptado"

    Con esto, para mí, todo está dicho...

    Semejante brillantez lo tuyo...

    Saludos

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    1. Sí, había en muchos casos una fe excesiva, ciega, confiada, como una navegación de Ulises en busca de tierra prometida o deseada. Y la idea del arco, del abanico, del despliegue viene muy bien para entender los márgenes amplios de los que se dispone en la vida. Aunque algunos no lleguen a comprobarlo.

      Un cordial.

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  4. El miedo siempre está presente en el relato. La vida a sobre saltos del personaje, nos trasmite su angustia.
    Un homenaje a tanta gente anónima que ha luchado por la libertad.
    Un placer leerte
    Un abrazo

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    1. No es fácil reproducir con palabras el miedo. Los adjetivos acaso distraen. Describir situaciones, lo más desnudas posibles, suele hacernos tomar conciencia de lo duro de una situación. Gente anónima, bien dices, María, y desinteresada; esto, algo que no se entiende bien por parte de nuevas generaciones y menos por los que intentan medrar en el sistema. Un abrazo a ti.

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  5. aquellos que hacen historia sin nombre, los miedos que arrastramos, muy buen relato
    saludos

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    1. Creo que lo entiendes perfectamente. Los nombres solo aparecían en los atestados y diligencias judiciales. Los nombres de guerra revelaron los auténticos en pocos casos.

      Saludos, claro.

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  6. Me haces recordar una habitación perdida, sobre una taberna llena de humo y jugadores de cartas y dominó. Eran otros tiempos, pero siempre son los mismos cuando nos empeñamos en ser libres para pensar, escribir, opinar...
    No todos corremos la misma suerte. Realmente, ese día, fue un día importante para recordar.
    El corazón se acelera justo en el momento del silencio y da saltos al abrir la puerta...Gracias, me encanta leerte, simplemente.

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    1. Vaya, esas experiencias tuyas serían interesantes de conocer. A ver, a ver (no he dicho nada)

      El corazón resiste más lo emocional que el colesterol, no sé.

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    2. "Esas experiencias mías" no eran otras que las del protagonista de tu historia: panfletos, reuniones clandestinas, alguna que otra reprimenda de mis padres y la suerte de la principiante (llegué casi al final).
      Por cierto, muchos corazones rotos por el dolor y el miedo...pero la ciencia es la ciencia y mejor culpar al colesterol.

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    3. Tras ciertas experiencias de las que no todo el mundo sacó las mismas lecciones, llevaderas o claramente positivas, se ha visto a algunos caer tempranamente por prácticas a las que llegaron debido a una enfermedad llamada desencanto, que acaso tiene que ver con otro mal denominado cantos de sirena y siempre es debido a un medio ambiente desapacible, escasamente higiénico y propicio a que cunda lo peor, incluido suicidios. Creo que lo entenderás.

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  7. Uffff, libre por ahora. Nunca hay que bajar la guardia. Lo prohibido, lo que no se toca, siempre tiene una alarma que puede saltar en cualquier momento.
    Saludos, Dame.

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    1. Las alarmas son muy útiles. La fiebre es una alarma de que el cuerpo no va bien en alguno de sus aspectos u órganos, ¿no? Pues de modo semejante se dan en circunstancias y cuerpos diferentes. Las capacidades naturales son valiosas.

      Saludos, Auro.

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  8. m'a encanta'o! supongo que porque me he visto 'talmente reflejado en el prota (sí, soy un egocéntrico y además soy de ésos que sólo entienden lo que les han experimentado ellos mismos). O dicho de otra forma que me siento tan pringado escribiendo mi blog como ese del que dices: "Virtuoso en el sentido de su honradez y consecuencia más que en la faceta de maestro de la técnica. Si en la primera acepción no tenía dudas y se alimentaba a sí mismo con una buena dosis de mística, en la segunda sus carencias eran grandes, pero no obstante las cubría con tesón e imaginación. Sus recursos eran escasos pero introducía siempre elementos gráficos dibujados para la circunstancia, diseñaba sus propios tipos de letra y procuraba que un modesto panfleto constituyera un periódico atractivo para los destinatarios." GENIAL!

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    1. A ver. Lo que experimentamos en persona nos permite mayor comprensión y entendimiento; es lógico. No lo considero egocentrismo, lo tengo visto y creo que es una percepción más próxima a lo que puede haber de verdadero en los comportamientos que hablar por otros o creer que interpretamos lo de otros. Necesitamos tropezar, regatear una y mil veces incluso, para ver luz. Fuera complejos.

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  9. El miedo a la página en blanco, el miedo al miedo, a no poder hacerlo, a ser negado para ello, el miedo.. tantos miedos que atenazan a un escritor en ciernes..
    un beso

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    1. Los miedos a la escritura en ciernes yo los rebajaría a temores, si me lo permites. Para miedos miedos, otros, desde un mal que uno lleve en su cuerpo a una incomprensión que dé al traste con una relación hasta la persecución por causa de ideas o de justicia. Pero acepto no obstante tus miedos: si bien conjurar una página en blanco, aunque lleve su esfuerzo, nos salva y lo salvamos con relativa facilidad. ¿O no? Un abrazo, Ico.

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  10. Extraordinario. Hacía mucho que no leía algo tan certero acerca de ese pánico.
    JL

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    1. Percibo que captas el asunto perfectamente, José Luis.
      Saludos.

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    2. Con tu prosa es fácil percibirlo. Es tu mérito, seguro; no el mío.
      JL

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