...no creía en lo que veía, y siempre sospechaba que en cada persona la vida auténtica, la más interesante, transcurría bajo el manto del misterio, como bajo el manto de la noche...

Antón Chéjov, La dama del perrito

martes, 8 de abril de 2014

las segadoras


(Fotografía de Sally Mann)


Tras el crujido de la puerta, un apartamento pequeño y oscuro, aunque no demasiado polvoriento. “Déjeme sola”, pidió Adelina Aguinaga a la patrona. Un dormitorio, una habitación como para estar y una cocina diminuta donde no se veían apenas huellas de haber sido usada, salvo el leve goteo de un grifo no bien ajustado. Abrió los cuarterones de la ventana del cuarto principal, si a este angosto espacio se le podía denominar así. Miró con desconcierto y tristeza los escasos objetos. Recontó sin apresuramiento, con devaluado interés. Un hallazgo que contrastaba con el resto de cosas le reclamó. En la pared, exuberante y de tamaño considerable, un cuadro de Ernesto Wilson Eguiagaray, el pintor que dicen que fue hecho preso por los rebeldes del Mato y del que no se supo más nunca. El óleo representaba un trío de mujeres de mediana edad que reían sentadas o encorvadas sobre el suelo de rastrojos de una era. Una cuarta mujer, más joven, venía saltando hacia ellas con los genitales de un toro en la mano. Al fondo campos de cereal sin segar. Mucha intensidad de luz, primando de modo extensivo los amarillos, en combate con los azules de los pantalones de las mujeres que pronunciaban voluptuosamente sus caderas y nalgas. Adelina juega con la luz de la habitación para observar el cuadro. El juego lo hace cambiante. Abre y cierra varias veces las contraventanas. Le parece que al proyectar la luz exterior sobre la pintura, de manera más o menos abierta, los colores se modifican sustancialmente. Los azules se diluyen ocultando parte del cuerpo de las mujeres. Los amarillos colapsan casi toda la superficie del óleo. Incluso las formas y los volúmenes se alteran. La paja se asemeja a un oleaje y la zona de mies no recogida recuerda a un acantilado. Las mujeres crecen o disminuyen en función de los colores. Como si hubiera una mano secreta e invisible que modificara la representación. “No puede ser”, piensa según proyecta la luz del ventanal como si se tratara de una linterna. “Aunque todo es posible. La luz obra milagros, pero esta obra es como si aún se estuviera formando. ¿Cómo habrá llegado hasta aquí? ¿Quién ha habitado de manera modesta este antro?” Se siente enajenada y sus preguntas parecen olvidar el objetivo por el cual ella se halla en aquel cuchitril. No sabe con quién asociar todo lo que se le ofrece a la vista y cuya inspección demora. Solamente el cuadro de Ernesto Wilson Eguiagaray, también llamado el insurrecto en los anales del arte y nadie sabe por qué, alguna historia de juventud posiblemente, le remite a una asociación de ideas que no lograr estructurar. “Papá y Wilson debían conocerse, ya sé que es una intuición mía. Pero un pintor conoce a mucha gente y a ello se debe que venda lo que pinta. Tal vez todo sea pura casualidad. Ni siquiera sé si por aquí ha pasado mi padre.” El lugar era angosto y el silencio abrumaba. De pronto la mujer se relaja, corre una de las sillas y se sienta de espaldas a la ventana abierta al aire y al mundo, frente a la escena de las segadoras que ríen. El sol que penetra potencia los colores. Bebe a morro de una botella de coñac que ha encontrado demediada. Siente la quemazón paulatina en la espalda y una extraña agitación. Se desabrocha los botones superiores de la camisa, descubre sus hombros, estira los brazos, expande la cabellera. Sabe que la somnolencia producida por el sol y el alcohol suele ser fatal. Asume el riesgo de dejarse perturbar allí mismo, ante una escena de segadoras. No entiende por qué no hay hombres en el cuadro, ni siquiera en la zona periférica. Cada vez las mujeres de la escena ríen más divertidas y sudan en exceso. “Si al menos diera con Wilson”, se le ocurre mientras lame sus labios que se van resecando.



18 comentarios:

  1. El ritmo de tu entrada me ha introducido de lleno en la escena, el cuarto, el cuadro, esa luz... Te felicito.
    Saludos.

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  2. Como dice Auroratris, el rimo y la estructura del relato consigue introducirte en él sin que te des cuenta.... aunque afortunadamente, no de la misma forma que lo consigue el cuadro.

    Un abrazo!

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    1. ¿Qué tendrá el cuadro, qué tendrá un cuadro? Siempre un cuadro es la proyección de las escenas vividas o no.

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  3. Hay un toque de realismo mágico sensacional, me encanta el cuadro y todo lo en mi mente tiene relación con él, es un personaje más y está logradísimo, además de proporcionar al lector más preguntas, más excusas para seguir leyendo. A mí no me importa en absoluto que te digas abandonado y lento escribiendo, mucho más me importa que sigas en ello, que leerte no es nada que me quiera perder.
    ¡Un abrazo! ^_^

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    1. Gracias, Jorge, por el seguimiento, es estimulante. Cuando leemos aportamos más que los que escriben, no te quepa duda.

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  4. !Hola,Dame!

    Cuando dices :La paja se asemeja a un oleaje y la zona de mies no recogida recuerda a un acantilado. Las mujeres crecen o disminuyen en función de los colores. Como si hubiera una mano secreta e invisible que modificara la representación.
    Lo he vivido,he visto ese baile de colores y de cambios.Y el final es increíble,ella termina por pensar en el autor del retrato como ultimo consuelo.
    !Maravilloso,l!Gracias por compartir algo tan esplendido.Muchos besitos.

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    1. A veces tenemos que movernos los seres humanos entre lo que hay, lo que nos parece que hay y lo que desearíamos que hubiera, de ahí la ficción, de ahí que a veces los límites no estén nítidos. Gracias por estar, Cristal A.

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  5. Si, si....buscando finalmente al autor, en vivo y en directo. Me gustan las atmósferas que recreás (y creás). También tu modo de definir el final. Abruptamente, casi como en la vida. Un placer leerte.

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    1. Una situación lleva a otra, y muchas veces los individuos somos situaciones, otras veces meros fantasmas, y pocas veces al advertirnos en carne y hueso, creyendo conocernos, estamos más cerca los unos de los otros.

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  6. Y qué obra no está inconclusa? Todavía pienso en el gesto de descubrir los hombros, esa belleza que está exigiendo una continuidad urgente... Un abrazo.

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    1. Los hombros, esa sky line, absolutamente horizontal, oceánica...

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  7. Siento la luz, siento la sensualidad, siento el amarillo, siento la incertidumbre. Lo tuyo sí que es una obra viva...Un abrazo, Dame.

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    1. Los sentidos son un don: sentir es la puerta del cielo en este mundo. Gracias, Fedora por leerme.

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  8. Un gran relato. He tenido la sensación de ver la pedrada en un espejo plomizo.
    JL

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    1. ¿Y saltar los cristales hechos añicos? Puede que la unidad y la armonía que tanto perseguimos sea lo fractal, esas rupturas de la vida cotidiana, ese desear siempre algo nuevo y diferente, en lugar de enrocarnos en lo repetitivo y la ausencia de imaginación.

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  9. La luz cambiante produce diferentes visiones, todo se altera, unos colores resaltan, otros se hunden, lo representado varía. Inquietante lo que percibimos. He disfrutado con este relato hasta el final. Un abrazo azul de abril.

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    1. El pulso entre las percepciones y los colores, todo cambiante, aquellas sometidas a pasiones, anhelos o frustraciones, y los colores no sé hasta qué punto existentes por sí mismos y acabados, siempre pasado por el tamiz humano. Abrazo azul con tonalidades oscilantes, no siempre definidas en abril.

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