...no creía en lo que veía, y siempre sospechaba que en cada persona la vida auténtica, la más interesante, transcurría bajo el manto del misterio, como bajo el manto de la noche...

Antón Chéjov, La dama del perrito

viernes, 5 de octubre de 2012

aparición


(Fotografía de Herbert List)



Por qué aquella mañana iba sola la dama lo desconozco. Yo estaba sentado en la terraza de un café del paseo cuando la vi llegar. Esbelta, serena, discreta. Se colocó varias mesas más allá de donde yo me encontraba. Pidió un vermú y hojeó un periódico. Parecía esperar a alguien. Su aparición me desconcentró. Tenía que revisar unos textos antes de entregarlos a la imprenta, pero no lograba situarme en ellos. El sol otoñal era tibio, ni siquiera un residuo del verano recién fugado. Se colocó de cara a él, pero aguantó poco. Al girar el cuerpo debió encontrarse con mi mirada. Si la advirtió, supo reconducirse hábilmente. Su presencia fue haciéndose más cercana, a medida que yo no dejaba de observarla. Sin el perrito no tenía la altivez habitual y resultaba hasta humana. No lo bastante débilmente humana, puesto que no entró al juego de solicitud que yo le proponía. Tampoco se impacientó por la supuesta espera, ni pidió nuevamente nada de beber. Sacó un libro del bolso. No acerté a leer el título. Sí a comprobar que aparentaba muy bien la lectura. Si no leía y tampoco me miraba, ¿por qué aquel fingimiento? Si no esperaba a nadie, ¿por qué tal demora? Un buen rato después pidió la cuenta. Se puso en pie y empujó levemente la silla. Fue en ese instante cuando tendió el largo hilo luminoso que brotaba de sus ojos hacia los míos. Me sostuvo. ¿Qué leyó en mí, ahora que parecía no simular? Vino el mito griego a mi mente. “Somos cuando alguien nos devuelve la mirada”, me dije al percibir su complicidad.


21 comentarios:

  1. Escribís muy bien. Te felicito, es un gusto leerte cada día.

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    1. James, dicho así se le quitan a uno complejos. Muchas gracias.

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  2. Escena encantadora. Me gustaría decirte algo privadamente, y no es ninguna propuesta indecente ni nada que se le parezca. Es sobre tu escritura maravillosa. Sobre todo, esta escena...
    Un abrazo.

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    1. Escenas análogas hay todos los días. Con mera conexión, cierta complicidad y alguna que otra llegada a buen puerto...Volveré a recrearlas. Siempre me pregunté qué tienen dos individuos desconocidos para rozar de mutuo acuerdo un punto de su interior y consolidar elroce siquierea por unos breves instantes o un rato más. Aunque luego se desvirtúe y se evapore.

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    2. Y todo se evapora, claro que si. Pero valgan el instante y estas maravillosas recreaciones del arte.

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  3. ¿Será por eso que existen los blogs? Excelente, como todos los días.

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    1. Ay, pues mira, acaso también. Las escrituras y las lecturas tienen mucho de mirada...pero la física es siempre la naturaleza total en acción y no necesariamente sometida a control.

      ¡Gracias!

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  4. Ambos fueron en ese instante
    Sin duda nos reconocemos en la mirada de los demás, a veces, cuando ocurre es tan hermoso como tu relato.

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    1. Bien utilizado el verbo en el sentido: "ambos fueron". Las miradas se devuelven reconocimiento. También admiración. Sin ellas...¿qué sería de los pobres diablos llamados los humanos?

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  5. Se dan situaciones así, como la que describes. Pero no todos tenemos tu sensibilidad ni tu sutileza para contar ese instante, esos segundos de reconocimiento mutuo. ¡Magistral!

    Me ha encantado, de verdad.

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    1. Salamandrágora: todos tenemos sensibilidad y receptividad para esas situaciones, para sentirlas y para recordarlas posteriormente, aunque no pasen de su brevedad y distancia. Los humanos seguimos tirando adelante incluso con estos pequeños y aparentes elementos, que en nuestra mente transformamos en fantasías, deseos y avance sobre nuestro conocimiento interior. Las miradas fugaces no son simple bagatela. Un abrazo.

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  6. Cuan necesaria es esa mirada, como que nos lean. A partir de allí, somos.

    Desde mi ventana recien estrenada te visito.

    saludos, de Lulú

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    1. Tú lo has dicho. Necesidad. El primer elemento constitutivo de nuestro crecimiento interior, desde los balbuceos en manos de la madre. Una cinta sin fin hasta el final. La mirada, como recurso y consolidación. Eso sí, cuidado con el Narciso que llevamos dentro.

      Me paso a ver tu blog.

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  7. Somos en la mirada de otro. De resto sólo vacío...muy buen relato, minimalista, con las palabras justas, para no decir que cuento micro. Un abrazo. carlos

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  8. Claro, Carlos, dicho de otra manera: la necesidad de ser y tener testigos. Vivimos rodeados de ellos y cada uno lo somos para el otro. Imprescindible elemento y función la de ser testigos. Nos aupamos y nos consideramos. Eres muy amable, se agradece tu compañía.

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  9. '' Somos cuando alguien nos devuelve la mirada '' ... Se me ha grabado a fuego ... Y qué cierto ... Cuántas veces buscamos la mirada de otra persona en vano, y, nos sentimos ... cómo decirlo ... Extraños ? Perdidos ? Y, cuando al fin la encontramos, es como si nos devolvieran el Alma al cuerpo .
    Bisous .

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  10. Bienquerida. Lo defines tal cual es. Acaso se trata también de una ampliación de cada uno de nosotros. Pensemos que nunca estamos hechos del todo. Un abrazo.

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  11. Madre mía, qué hallazgo. He leído algunos de tus últimos textos y me quedo con este sin duda. Venía a agradecerte que hayas entrado en mi blog, pero me voy a quedar un rato, si me permites. Me inscribo ahí abajo y te incluiré en mi visita rutinaria a blogs.

    Un saludo

    Jorge Andreu

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    1. Por supuesto, Jorge, el blog está para pasear, quedarse o lo que se quiera. Yo también agradezco tu presencia. Seguimos.

      Un abrazo.

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  12. Gracias, dame blanche, por tu interés en mis textos. Este es muy bueno, conmovedor y sencillo. Te felicito. Nos leemos.
    Salud
    Manuel Marcos

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    1. Bienvenido, pues, y lo que dices, nos leeremos. Muchas gracias.

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