...no creía en lo que veía, y siempre sospechaba que en cada persona la vida auténtica, la más interesante, transcurría bajo el manto del misterio, como bajo el manto de la noche...

Antón Chéjov, La dama del perrito

domingo, 6 de octubre de 2013

el agente secreto


(Fotografía de Jaromir Funke)



Los policías no tenemos buena fama, pero no es porque no queramos. Admito que este caso me desquicia un poco. La falta de colaboración de la patrona, el misterio que rodea a la personalidad desconocida del muerto, la visita de una extraña mujer con perro faldero de la que no se sabe nada. A veces me caen unos asuntos…Por cada caso que resolvemos o nos aproximamos a su solución, ¿cuántos se nos van de las manos? Mi mujer me dice: debiste escoger otro oficio. Pero la guerra nos partió a todos y era imprescindible vivir de algo. Ella sabe que por esa razón me reenganché a una profesión con armas, pero que no es solo de armas. ¿Quiere esto decir que no tengo vocación? Todo el mundo sabe, empezando por mis superiores, que me he adaptado bastante bien a las dificultades de este trabajo y que voy encajando también los sinsabores. Incluso que he aprendido lo suficiente como para desarrollar un sentido especial que me ponga en el camino práctico de las investigaciones. Disponer de técnicas no basta. Como no todo consiste en seguir a la gente o en tener una red fiable de confidentes. Es raro este oficio. Unos días te ves como un paisano normal y cuando menos te lo esperas estás en otra zona. Una zona oscura que dice mi mujer cuando, tras una discusión, quiere desquitarse conmigo. En esto de ser policía te ves todo el día dándole vueltas a los asuntos turbios. No, no me parece buena cosa, uno se obsesiona demasiado y puede verse propenso a desviarse. Entonces, si ocurre, si conviertes en objetivo fundamental de sospecha a lo que no es sino un elemento tangencial, puedes cometer un error de bulto. No tendría mayor importancia que se imputase al tonto que pasaba por allí o a un inocente casual, siempre ha sucedido, como que una investigación mal llevada o equívoca diera paso a una instrucción judicial que hiciera agua por todas partes. En otros tiempos hubiera dado igual, y no quiero recordar cuántos han penado con delitos no cometidos, pero ahora allá arriba se han vuelto muy exigentes. A mí me parece bien. No veo por qué uno de nuestro oficio si ha hecho algo grave tiene que librarse simplemente por camaradería o porque no se sepa y mancille así el buen nombre del Cuerpo. Por ello considero un acierto que se nos exija rigor y verificación de los sucesos. Mi experiencia me proporciona una capacidad especial para avanzar en lo investigado. No siempre tienes entre las manos suficientes elementos para que esa cualidad descubra móviles y dé con los culpables. Este caso es un ejemplo obvio. Con el muerto poco se puede contar; no va a decir lo que su cuerpo inerte o su pobre y escaso bagaje han dicho. La mujer que lo visitó apenas fue vista y nadie aporta datos que nos pongan sobre una pista seria. Después de todo, señoras con perro o sin perro hay por todas partes. Solo queda la patrona, pero ella o no sabe o no quiere decir. Y yo no puedo apretarla las tuercas. Sé que Irina, Irina Sklovski, así se llama el ama de la pensión, podría revelarme informaciones decisivas si quisiera, pero sospecho que me va a pedir un precio demasiado alto. Ella quiere que nuestra relación, hasta ahora clandestina, salga a la luz, con todo lo que me afecta en orden a tomar una decisión sobre mi matrimonio. Nunca sospeché que uno de mis casos se volviera contra mí. Es lo que tiene esto de ser policía, que las redes que extiendes en tus indagaciones te puedan atrapar en su maraña.