(Fotografía de Michael Ackerman)
Fragmento de conversación escuchado desde mi abandono entre un hombre y la patrona.
- No.
- Algún papel tendría.
- Yo no lo pido.
- Nosotros sí se lo pedimos a quienes alquilan habitaciones. Debería cumplir la ley.
- Yo no puedo espantar a quien toma un cuarto y me da de comer.
(El hombre indica a otro hombre que está con ellos: apunte, posible complicidad e incumplimiento de la normativa vigente)
- Sabrá al menos de dónde procedía...
- No.
- Pero sabrá qué lengua hablaba.
- Creo que la nuestra.
- ¿Cree? ¿Ni siquiera es capaz de aportarme este dato?
- Hablaba poco.
- Observaría algún acento especial.
- No.
- ¿Venía gente a verle?
- Bastantes quehaceres tengo como para andar pendiente de las visitas que pudiera recibir.
- Me lo pone difícil, señora, no me estoy creyendo nada de lo que me responde.
(El hombre vuelve a sugerir al otro hombre adjunto: anote, la patrona se resiste a aportar información de cada pregunta que le hago)
- Dígame al menos que traía el día que llegó.
- Equipaje.
- Precise algo más, señora.
- Una maleta ni grande ni pequeña, tiene que estar por aquí.
- La buscaremos. ¿Nada más?
- Un abrigo raído.
- Bien, eso es algo. ¿Podría tratarse de un mendigo?
- No lo sé. Tal vez.
- Tenemos fichados a todos los mendigos de la ciudad y sobre este hombre no aparece nada.
- Tal vez no fuera mendigo. No sonreía como un mendigo.
- ¿Y cómo sonríen los pedigüeños, señora?
- Sonríen como falsos, como resignados, tratando de dar pena con esfuerzo.
- Ah, eso está mejor. Esfuércese ahora usted. ¿Cómo era la sonrisa de este hombre o cualquier otro gesto, alegre o triste que expresara?
- Daba confianza, como si fuera de casa, del vecindario, vamos.
- Ya. Se lo voy a preguntar, aunque no confío mucho en lo que me diga. ¿Recuerda si en alguna ocasión le vio especialmente alegre, comunicativo, como con ganas de exteriorizar sentimientos?
- Una vez. Pero fue muy rápido.- Precise más, mujer.
- Nunca supe por qué, ni tampoco pensé mucho en ello. Ni siquiera estoy segura.
- ¿De qué no está segura?
- Un día oí cerrarse suavemente la puerta de su habitación y escuché pasos de alguien que se desplazaba por el pasillo.
- ¿Alguno de sus inquilinos?- No. Alguien de fuera.
- ¿Qué tipo de pasos?
- Taconeo de zapatos de mujer.
- Interesante. ¿Puede aportar algo más?
- Poco. Me asomé a una ventana que da al patio interior. Una mujer elegante atravesaba el patio hacia la calle.
- ¿Se volvió?- No, pero escuché un poco después al hombre canturrear por lo bajo.
- ¿Llevaba algo la mujer?
- No. Bueno, sí.
- A ver, aclárese.
- La mujer llevaba un perrito.