(Fotografía de Nan Goldin)
“Mi vida está llena de secretos”, dijo por sorpresa Melcíades Arango a su amante. Ella, Arnuncia Ortiz, hija de buena familia y esposa de mejor apariencia, no pareció manifestar agitación alguna. Manteniendo su mirada a media distancia le preguntó mientras simulaba admiración e intriga: “¿Tienes muchos?”. Melcíades no se anduvo con rodeos y manifestó con ostentación: “Tantos cuantas vidas he vivido, y mira que me he movido por esos mundos”. A Arnuncia no le hacía ninguna gracia esa exhibición semi velada del hombre. No entendía qué necesidad podía tener él de venderle a ella imagen alguna de sí mismo que, probablemente, sería falsa. “Pues nadie lo diría cuando estás conmigo”, le devolvió ella con retintín. “Yo te veo siempre transparente, sincero, sin doblez alguna. Como si estuvieras estrenando tu juventud”. Arnuncia observó de qué modo encajaba Melcíades esta expresión de complacencia. El hombre picó. “¿Sí?”, dijo, expandiendo una luminosa sonrisa de satisfacción. “¿De verdad me ves como si iniciara de nuevo la vida? Tú me has cambiado”, y elevó la voz de manera firme y altanera. Ese juego de condescendencias verbales mutuas tenía mucho de ratificación de su íntima y clandestina relación, pero también insinuaba la flaqueza de quienes saben que han tocado techo. Melcíades renunció a encender un cigarro, se concentró de nuevo en la desnudez de su amante y optó por hacer un esfuerzo de solicitud que gratificara a la mujer.
El calor de la tarde se dejaba notar y, no obstante el ventilador que colgaba del cielo raso de la habitación, sus cuerpos transcurrían húmedos y tentadores. Como si las palabras de la mujer hubieran hecho mella en Melcíades éste se aproximó a ella titubeante, inexperto, torpe. El contacto de los cuerpos que emiten abundante sudor puede repeler si no pesa más el deseo. Ella le sintió extraño, diferente. Pero lejos de repudiar esa actitud timorata del hombre se sintió azotada por su modo de hacer. Melcíades comenzó a describir con sus dedos una serie de círculos imaginarios sobre la carne de ella. Círculos que se propagaban y se reducían de modo cadencioso y prudente. Trazados en espiral que recorrían el torso y el abdomen de ella ampliándose y achicándose hasta una parada donde él fijaba el dedo y lo dejaba morir.
Arnuncia Ortiz, esposa infiel e hija de una familia cuya nobleza era puesta en entredicho por muchos paisanos, cerró los ojos. “No sé si eres tú o si eres uno de tus seres secretos”, dijo entre suspiros, mientras se abandonaba a un hombre imprevisto, fantasmal, vigoroso. A Melcíades le asaltó a su vez la sensación de que la mujer que tenía al lado era otra mujer. Olvidó su nombre, ignoró los anteriores encuentros, borró de su memoria todo aquello que había observado otras veces que a ella le procuraba placer. Aquel brote de imaginación era acompañado por nuevas sensibilidades mutuas. Arnuncia no pudo evitar sincerarse en el límite de su extrema fatiga. “Así me gustas, mi Secreto”, pronunció en el oído del hombre mientras se sentía adolescente y contenía el nervio. Sintió que la pasión de aquella tarde se revestía del atractivo temor original que hirió su intimidad en manos del primer hombre. Y tembló junto al perfil del cuerpo de Melcíades. “Haces que me sienta como la primera mujer”, dijo ella con expresión críptica. No menos oscuro le respondió Arango: “¿Acaso no sabes aquello de que la última será la primera?”
Que complejas somos las personas, nos reinventamos cada día consciente o inconscientemente, amanecemos con unos propósitos y nos acostamos con una nueva visión de las cosas en muchas ocasiones.
ResponderEliminarCreo que los secretos, oscuros o luminosos, habitan en nuestro interior, se agitan discretas las emociones y las percepciones que hemos vivido, guardadas con pulcritud, y sólo salen al exterior en momentos puntuales. Me ha gustado el relato, saludos!!
Somos seres que nos hacemos y transformamos constantemente. En función de nuestro conocimiento interior, de nuestros compromisos, de nuestra biología, de nuestras aspiraciones y deseos. Muchas veces los secretos no son sino situaciones que emprendemos o prácticas que reprimimos y a las que no damos alas y preservamos. Hay vidas contenidas y vidas vividas paralelamente.
EliminarGracias.
La pasión, lo complejo de las relaciones humanas y como dejarse llevar por el instinto de la carne pueden encender el lenguaje dormido de los cuerpos.
ResponderEliminarMagnífico relato, Madame.
Un abrazo
Pues tal como dices, María. En el afán por tocar algo más de nosotros cada día. Un abrazo.
EliminarNos vestimos con secretos, y al llegar ese momento de complicidad mutua, abandonamos todo, dejando la transparencia al desnudo.
ResponderEliminarSaludos y buena entrada, Dame.
Eso es verdad. La frontera entre lo diáfano y lo opaco se derriba muchas veces. Nuestra propia reconstrucción puede depender de ello.
EliminarSaludos, Auro.
Este texto es monumental. No dejo de sorprenderme cuando vengo. Siempre salgo pleno, como los amantes, ellos u otros, llenándose con esos artificios que solo la imaginación puede filtrar. Un abrazo.
ResponderEliminarPues no veas lo que me halaga eso que dices. Bueno, mejor dicho, estimula para seguir prospectando pequeñas parcelas de escritura. Una abrazo.
EliminarEnvolvente relato, el ventilador y los dedos trazando esos círculos.
ResponderEliminarOtra creación en la que nos llevas a casi tocar la atmósfera y los personajes.
Un abrazo
Lenguajes dentro de lenguajes, metalenguajes, lenguajes conocidos que habían envejecido y se recuperan juveniles, lenguajes de la imaginación que recrea personas y personalidades...La mente, tal cual.
EliminarUn abrazo, Balbi.
Ya una llega hasta aquí y sabe que se va a encontrar con una buena historia bien escrita. Genial, como siempre.
ResponderEliminarEso de: "no sé si eres tú o eres uno de tus seres secretos" me ha hecho mucha gracia. Y el relato en sí, me hizo recordar una canción de Luis Eduardo Aute, no se si la conoces. Dice así:
Podríamos... ¿y por qué no?
se me ocurre que quizás...
si intentáramos no ser ni tú ni yo
mirando siempre atrás...
por qué no interpretar
cada uno otro papel
a ver si en otra piel
volvemos a soñar...
Porque, amor mío,
prefiero el abismo
a más de lo mismo
otra vez.
Podríamos...
Pues eso fue lo que encendió de nuevo la chispa a los protagonistas de tu historia: jugar a ser otros, descubrirse mutuamente alguno de los seres secretos desconocidos que cada uno de ellos llevaba dentro.... Tenemos tantos, que hasta nos gustaríamos más a nosotros mismos, o no, pero al menos nos sorprenderíamos también. Nos tenemos tan vistos...
Besos, dame.
Me halagas en exceso, Quelle. Claro, ¿es que acaso dentro de cada uno de nosotros solo hay una personalidad,un tipo, una manifestación personal? El plural nos habita. Cómo se entiendan unos seres con otros es algo que solo sabe cada cual, si lo sabe.
EliminarPues no conocía esa canción o poema o las dos cosas de Aute, pero no lo veo alejado del texto que pongo aquí, no.
Un abrazo.
Creería antes a quien me dijese que tiene muchos secretos que a quien me dijese que soy su único secreto. Muy buena entrada.
ResponderEliminarUn abrazo!
¿Por qué creerías eso, Ehse? Acaso en ambos casos mientan.
EliminarUn abrazo.
Acaso. Pero lo segundo me resulta mucho más difícil de creer que lo primero.
EliminarClaro, siempre hay que elegir. Gracias
Eliminarhay dos formas de secreto: el que se fabrica a propósito, ocultando lo que se sabe, y el que, por el contrario, actúa a nuestro pesar y se deriva del desconocimiento. Permanecemos en secreto para los demás y para nosotros mismos al menos en parte. Y nuestras emociones son de igual manera secretos que se atisban como formas en la noche alumbradas por fúlgura repentina, demasiado rápida para asegurar o afirmar ni siquiera la posición que ocupaba... La infidelidad es una forma extrema de secreto, como el del niño que se quiere perder en piscina de bolas o el del hombre de Cortázar que se ahogaba pretendiendo ponerse un jersey...
ResponderEliminarUn saludo o dos,
rafarrojas
Buena descripción, y plural, Rafa, de los secretos. Ahora bien, ¿cuál es esa clase de secreto que se deriva del desconocimiento?
Eliminarcomo soy vago te copio la RAE:
Eliminar1. m. Cosa que cuidadosamente se tiene reservada y oculta.
2. m. Reserva, sigilo.
3. m. Conocimiento que exclusivamente alguien posee de la virtud o propiedades de una cosa o de un procedimiento útil en medicina o en otra ciencia, arte u oficio.
4. m. misterio (‖ cosa que no se puede comprender).
5. m. misterio (‖ negocio muy reservado).
6. m. Escondrijo que suelen tener algunos muebles para guardar papeles, dinero u otras cosas.
7. m. En algunas cerraduras, mecanismo oculto, cuyo manejo es preciso conocer de antemano para poder abrirlas.
8. m. Despacho de las causas de fe, en las cuales entendía secretamente el antiguo Tribunal eclesiástico de la Inquisición.
9. m. Secretaría en que se despachaban y custodiaban estas causas.
10. m. Mús. Tabla armónica del órgano, del piano y de otros instrumentos semejantes.
11. m. ant. secreta (‖ examen de algunas universidades para tomar el grado de licenciado).
12. adv. m. ant. De manera secreta.
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Secreto como lo que se nos escapa porque no lo conocemos, de otros o de nosotros mismos, lo que nos ocultamos o nos ocultan,... ¿y nunca te sorprenden tus propias reacciones? a mí sí: han permanecido en secreto emboscadas hasta el último momento, las jodías, : )
un abrazo
y siento la longitud... mil perdones
EliminarEn absoluto, el saber nunca acaba de ocupar nuestros espacios interiores, Rafa.
EliminarEs increíble la cantidad de significados que tiene la palabra, desde luego. Pues sí, me siguen sorprendiendo muchas de mis reacciones. Te diré por qué. Porque muchas veces crees que por reflejo o por lo ya sabido reaccionas con el control tradicional, con la supuesta "sabiduría" adquirida, con la norma que has repetido mil veces y sin embargo saltas de manera inesperada, algo te hace ir por otro lado o una voz interna te dice: preuba, rompe, actúa de otra manera...
EliminarSiento llegar tarde, pero no quise pasar sin comentar.
ResponderEliminarEs cierto, cada vez que entro sé que me sorprenderás gratamente. Sé que es lugar donde encontraré un gran texto y donde me darán qué pensar.
Sí, creo en ese único y gran Secreto.Como creo que, para mantener la llama viva, hay que reinventarse cada día y sentir y hacer sentir que es la primera vez.
Gracias y un besote.
Nunca es tarde para una lectora como tú. Solo añadiría a tu comentario que los secretos tienen muchos rostros. Lo de la llama viva...siempre es discutible. Bueno, al menos hay que creer en la llama que llevamos dentro. Un abrazo.
EliminarEl misterio aporta emoción
ResponderEliminara la vida cotidiana,
un saludo
Naturalmente, y pone a prueba y nos hace ver las dimensiones no solo de la vida en general sino de los seres en concreto y de cada uno mismo, sobre todo.
EliminarSin misterio, no hay historia. Muy bueno.
ResponderEliminarPuede que la haya, pero sería una historia anodina, ¿no? Gracias.
EliminarLa complejidad del hombre y su disimulo..., por eso el ser humano es difícil de reconocer en su laberinto.
ResponderEliminarHe leído las anteriores entradas, me las había perdido y son excelentes.
El disimulo suele ser la antesala del secreto. A veces se pierde el hombre en ese hall de su laberinto, claro.
EliminarGracias por transmitirme tus impresiones, Loli. Un abrazo.
Será que estamos hechos de secretos. Por cierto, ¿alguien ha pensado alguna vez si nos hicieron de secreto?
ResponderEliminarMIquel
Eso tendría que responder cada uno. Yo conozco unos cuantos casos.
EliminarYo siempre me siento como el último.
ResponderEliminarLo importante es sentirse.
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