(Fotografía de Saul Leiter)
Acostados uno al lado del otro, no pueden moverse. No saben ellos mismos si considerarse circunstancia o límite. Obra el silencio como una existencia apagada. No se trata del reposo callado, ni de ese estado al cual el placer conduce de modo natural porque después de él todo se ha detenido. Se sienten insoportables el uno respecto al otro, pero no pueden moverse. La habitación cerrada les ahoga. Ha pasado bastante tiempo y sudan. Es el sudor del vacío. Una extraña sudoración no generada por actividad externa alguna. La fricción de una tirantez al borde. Si se aproximaran de nuevo sus cuerpos patinarían. Él hace un intento y al alzar su mano para alcanzar la piel de la mujer parece que fuera a comenzar a dirigir a una orquesta invisible. Rendición. Su mano se paraliza en el aire y los dedos van recogiéndose lentamente, uno detrás de otro hasta desaparecer en el hueco de la palma. Ha ido cayendo la tarde y es ese instante en que la habitación regatea luz y va disolviendo presencias. Han sucumbido al tedio. Ella dice: “Ya no soy tu reposo”. Él no quiere responder con un desatino y calla. Entonces la mujer se gira y le da la espalda. Por instinto el hombre se mueve en la misma dirección. No hay nada más duro que contemplar por inercia la espalda en silencio de una mujer. Ver un cuerpo que se distancia por momentos, que desaparece a la vista, que se enfría. El hombre piensa: “¿Será esta la última vez?”. Los dos cuerpos saben que no solo el deseo les ha abandonado. Las dos compañías son absorbidas por una soledad que les desespera. Ella no percibe ya que aún tiene al hombre detrás. A él apenas le dice algo aquella espalda que antes tanto deseó. Desprovistos de un reconocimiento mutuo sería impropio entrar en recuerdos. Sonaría ofensivo pronunciar una palabra. Los mejores momentos vividos han quedado aplazados. Los dos pactan por reflejo el abandono. Ambos están desabrigados. Los dos están muertos.
Hay tantos recursos para que eso no llegue a suceder.
ResponderEliminarSi no se ve desde una aceptación comprendida lo mejor es tirar la toalla y elegir seguir viviendo.
Saludos Dame, sabes llegar y calar en esas situaciones tan complicadas de plasmar.
Hay metáfora en el texto. Desde luego, siempre habrá que elegir seguir viviendo. Estaría bueno que hubiera que ceder la primogenitura de uno mismo hasta más allá del límite. Ahí tienes razón. Un abrazo.
EliminarSeguramente no soy ni seré el único en sufrir ese amargo y gélido trance tan admirablemente aquí descrito. Ni el único en haber sentido que, efectivamente, "No hay nada más duro que contemplar por inercia la espalda en silencio de una mujer", pero dudo que alguien haya sabido expresarlo mejor que tú.
ResponderEliminar(¿Has escrito algún libro? Me gustaría leerlo)
No he escrito ningún libro, no. Lo siento. Concibo la escritura como ejercitación. Gracias por opinar.
EliminarNo hubiese podido escribirlo mejor, parece que estuvieses allí y nos hubieses visto... Es una sensación demoledora y dolorosa aunque se aprende a no repetir...
ResponderEliminar"No hay nada más duro que contemplar por inercia la espalda en silencio de una mujer"... Maravillosos!!!
Gracias en este sabor agridulce que me dejas
Besos sin inercia
Huy, ya sabes lo capaces que somos los humanos de repetir errores...Un abrazo.
EliminarEl inevitable fin de todo, cuando se espera un ciclo nuevo entonces...
ResponderEliminarUn saludo
Siempre relativo fin, aunque sea desgarrador.
EliminarSituación bien conocida y reconocible, que yo jamás he leído mejor descrita.
ResponderEliminarUn abrazo.
Más vale leerla que pasar por ella, ¿verdad?
EliminarEstar sol@ teniendo a alguien al lado debe ser una de las peores soledades que se pueden sentir. Y qué bien la has descrito, dame.
ResponderEliminarBesos, y gracias por compartir tus maravillosas letras.
Vaya tema planteas, Quelle, vaya tema; dejémoslo en ese punto . Gracias a ti por no perder seguimiento.
EliminarTerrible. Una escena terrible.
ResponderEliminarY sin embargo, no obstante su patetismo, tremendamente humana.
EliminarLa habitación es un muelle de hormigón abandonado. A y B: dos barcos pesqueros amarrados que a veces se golpean entre sí a merced del viento. Sus almohadas frontera de ciudades dormitorio y esqueletos de ladrillo...
ResponderEliminarHe leído algunos de tus textos y me parecen brillantes. Tienen todo aquellos con lo que se distingue la buena literatura.
Me gusta mucho esa comparación. ¿Dos barcos obsoletos? ¿Solamente en desuso o prestos al desguace?
EliminarMe sacas los colores, Patapalo.
ResponderEliminar"La fricción de una tirantez al borde"... Insoportable quietud que escucha la respiración de dos cuerpos cansados y vencidos, pero que no reposan...
Esa mano como último intento de acercamiento, lo describes de tal forma que se aprecia físicamente el gran esfuerzo.
¿Por qué duele tanto ese dolor y por qué se siente ese vacío y soledad cuando todo termina? Se sigue vivo pero sin vida.Es muerte para el alma y el corazón, como buen órgano, sigue latiendo.
Ea, pues ya he llorado, felicidades de las grandes.
Difícil reposar ante ciertas sensaciones, no ya de agotamiento, sino de fracaso, de insoportabilidad que no se resuelve. Y esa mano tan triste, ¿verdad?, que quiere y no puede, o no quiere y tampoco ya sabe...Cuántas vueltas da la vida. Supongo que el dolor es porque hay herida. Pero la herida no la inflige solo el otro sino uno mismo la va alimentando. Das muchas versiones y no quiero incidir en ellas, porque lo captas bien.
Eliminar¿Llorar? Yo no quisiera ser causa de...por unas letras, oye.
Magistral descripción de un momento en el que antes o despues todos podemos ser protagonistas. Lo increible es como lo has relatado. Felicidades amiga. Un abrazo.
ResponderEliminarDe alguna manera, ese momento se da, aunque no sea siempre en la cama. Un abrazo.
Eliminarcuantas realidades que veo reflejadas...
ResponderEliminarY temores, ¿a que sí?
EliminarLlegados a ese punto no queda más que recoger. Mejor no hacer leña del árbol caído. Y me quedo con una frase magistral que te he leído:cayendo la tarde y es ese instante en que la habitación regatea luz y va disolviendo presencias. Han sucumbido al tedio.
ResponderEliminarMe gustó leerte.
Saludos, Dame.
¿Retorno a los cuarteles de invierno? El tedio está más extendido de lo que nos imaginamos. Se compensa con negocios comunes, costumbre, apariencia, familia, estatus, etc.
EliminarMorir es más fácil de lo que parece.
ResponderEliminarEsas muertes en vida que permiten valorar el seguir viviendo...
EliminarMe encanta tu manera de narrar. Creas la atmósfera y se puede percibir a los protagonistas e internarte en su historia, algunas vez todos hemos vivido una ruptura inevitable.
ResponderEliminarUn abrazo
Es que sentir la vida en su atmósfera agitada tiene sus riesgos pero también proporciona descripciones. Un abrazo.
EliminarQuien calla, otorga. Mejor así. Antes que pronunciar letanías mentirosas de lo que aún se pone como parapeto. Ni dolor existe, el sentimiento puso tierra de por medio con el ocaso.
ResponderEliminarEl dolor siempre queda. Otra cosa es el olvido que se consolida y la intensidad del dolor. Hay quien nunca lo supera.
Eliminarquiero la continuación, donde el hombre tras dos mil años o tres segundos se libera de ese sopor que le postra, de la engañosa inmovilidad y lucha y se revuelve, porque no está ya todo dicho, porque queda mucho por conquistar, porque el deseo nace de la Voluntad y sólo es cuestión de imponerse sobre ese estúpido marasmo, esa indolencia tan culpable como idiota, y actuar y querer... Y tal vez no en ese momento, ni en los 1999 años siguientes, pero finalmente el hombre la recuperará, se recuperará a sí mismo, ("el campo es vuestro, Sire", que decía el heraldo a Enrique V tras la batalla, porque no se rindió nunca)....
ResponderEliminarY se volverá a perder o no, pero eso ya es otra historia...
Vaya, pues ya has narrado una posible continuación...No tengo yo tan claro que el deseo nazca de la voluntad, pero bueno. Me estás haciendo pensar, aunque nunca sé por dónde voy a tirar en un momento dado.
EliminarPor cierto, qué grandiosa la Enrique V. En teatro no la he visto jamás, pero la película dirigida por Kenneth Branagh me maravilló. Escucharla en inglés con esas pronunciaciones tan vocalizadas...es bestial.
Pongo el enlace y la recomiendo a quien pase por estas líneas:
http://www.youtube.com/watch?v=lfWzXOuVc-c
la arenga de san crispín la he visto mil quinientos millones de veces...música del incondicional de Brannagh, Patrick Doyle, in crescendo... we few, we happy few, we band of brothers... de hecho, a veces me preocupa la cantidad de ocasiones en que cito eso mismo o un par de frases después....
EliminarParticipamos del placer de ver una verdadera obra de teatro en celuloide (entiéndeme)
EliminarY ese "Non nobis domine etc." aunque un tanto impuesto con voz coral más que de batalla impresiona lo suyo, aunque no se comparta el tema de la fe.
recordé una canción de una banda chilena "Cuéntame una historia original" buenas líneas!
ResponderEliminarLo entiendo, unas letras siempre conducen a otras, un nexo vinculante hace que sepan unas de otras a lo largo y ancho de los confines de la imaginación y de las lenguas, ¿no crees?
EliminarGracias por parar aquí.
No sé que será peor, que estén tumbados, inmóviles y muertos o que estén tumbados, apagándose e inmóviles. Incapaces de separarse pero incapaces de vivir.
ResponderEliminarIré echando un vistazo por tus relatos, poco a poco. Este me ha llamado la atención.
Un abrazo.
Mirada sagaz la tuya, Isthar, y las preguntas, como espadas, en alto. Gracias por comentar.
EliminarBLOG MUY INTERESANTE Y DIFERENTE!!!TE VISITARE!!!!!!EXITOS Y GRACIAS POR COMPARTIRLO!!!
ResponderEliminarSe agradece que te asomes a él. Un saludo, pasa cuando gustes.
EliminarOhh!, describes con clara precisión, y de forma poética, todo un abanico de sensaciones muy duras, incluso difíciles de admitirse a uno mismo. Es arduo, y triste, asumirse la necesidad de hacer su propio duelo...
ResponderEliminarMuerte y duelo en vida...al menos lleva consigo la posibilidad del renacer.
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