(Fotografía de Anders Petersen)
Ha sentido un cansancio general en todo el cuerpo. Será una gripe ordinaria, se ha dicho a sí misma La Guajira, con un tono de excusa tópica. El recurso a lo comúnmente admitido suele justificar cualquier incidencia de la vida. Sirve como exorcismo, para dar margen a que el cuerpo se manifieste más allá o que el malestar se repliegue en retirada. Sudar y quedarte fría, tenía que ocurrir, sigue dándole vueltas. El desayuno le ha entrado de mala gana. Hubiera vuelto a la cama, pero debe trabajar. Ha ventilado la habitación, cargada de miasmas, propios y ajenos. Está harta de esta actividad. ¿Harta? No sabría qué hacer y a estas alturas tiene categoría. Todos se lo reconocen. Vienen a visitarla desde lugares apartados de la región. Distingue entre su clientela a tres o cuatro artistas por sus manos y aspecto desgarbado. A varios curas, a los que su actitud inicial, pusilánime y dubitativa, les delata. A unos pocos hacendados, a los que se ve llegar ya de lejos. Hay también un sector de hombres difíciles de ubicar. Tipos comunes, de esos que te puedes encontrar por la calle habitualmente, piensa La Guajira. Son los más extraños, los que te exigen discreción una y otra vez, como si fueras poco menos que una chivata, cuando ellos no son nadie. También los más cobardes. Tíos que fantasean en sus actitudes y a su vez las reprimen. Hay ocasiones en que rozan lo absurdo, pero ¿acaso no están repletas las conductas de los hombres de gestos incoherentes?
Ha salido a la terraza y nota que la fragilidad de su cuerpo es zarandeada por una suerte de melancolía. El recuerdo de la otra tarde. Tal vez el crepúsculo fue una señal, medita; un aviso de que la belleza nos acompaña y que la perdemos si no la tomamos de frente.
Asunción ha entrado de sopetón y la ha pillado expuesta al aire que empieza a soplar desde Levante. “¿Quieres ponerte mala del todo?”, la ha reprochado. Pero la mujer se ha desabotonado con parsimonia la camisa y expone los pechos a una furia invisible que empieza a hacerse notar. “Estás loca, Guajira, ganas tienes de acabar en el hospital”. Ella solo piensa en el crepúsculo que fue. En el hombre que no retuvo. En la decisión que le faltó.
Hay vidas en que la belleza se esconde aletargada como si fuese un mecanismo de protección.
ResponderEliminarEs tan grande el contraste con lo que vive que descubrirla se haría menos soportables los días, a no ser que eso sirva de impulso, le de fuerzas para soportalos y llevarlos mejor
Saludos Dame
No toda la belleza que aparentemente se muestra o se exhibe es tal. Mientras que en lo recóndito de nosotros hay aún por descubrir verdaderos tesoros.
EliminarLa imagen en la terraza es divina.
ResponderEliminar¿Un obsequio de la belleza, tal vez?
EliminarMelancólico y desolador, y a la vez elegante.
ResponderEliminarEs la primera vez que intervengo, aunque me asomo por aquí habitualmente.
Un saludo muy cordial.
Puedes intervenir sin cortarte cuanto gustes. En cada opinión percibo una aportación. Estamos hechos de matices. Saludos.
Eliminartrenzado con nostalgia,
ResponderEliminaragradable lectura
saludos
Los quehaceres de los días impiden percibir la dimensión de loo importante, en cualquier oficio y bajo cualquier tipo de circunstancia, Omar.
Eliminarbichos raros los hombres, si
ResponderEliminarpero ustedes también...
La rareza de la especie, sea cual sea el género, acaso, f.
EliminarNo se puede retener un instante, ni a quien no quiere ser retenido.
ResponderEliminarLos grandes momentos, suelen ser fugaces para permanecer toda una vida.
Besotes
Pero cuánta indecisión y duda suelen contener esos momentos pasajeros, y qué arrepentimiento no permanece para siempre en nosotros por no retener o proponer...Un abrazo.
EliminarYo creo que la felicidad está en la coherencia. En la coherencia con uno mismo, claro, lo cual puede parecer sumamente incoherente para otro...Describes tan bien, Dame, como escribes!
ResponderEliminarCoherencia = felicidad. No había pensado en esa ecuación. Coherencia, consecuencia, realización, armonía...¡Qué conceptos! Me haces pensar en ellos, sin duda. Nota: escribir no me da la felicidad, pero a veces uno se queda muy a gusto.
Eliminar...Y de frente la belleza, ácido frío, para descomponer la náusea azul de los días...
ResponderEliminarTus textos están muy bien escritos y perfectamente resueltos. Me gustan mucho.
En este caso de frente, si bien anda tan contenida y oculta. Estos textos son posibilidades, contengan lo que contengan.
EliminarPobre Guajira!!! rodean su cuerpo, pero no abrazan su alma. Tal vez se enfrente al frío por eso, para sentir en las profundidades del espíritu.
ResponderEliminarSiempre un placer leerte, Dame.
Besos.
Buen ojo clínico, Aurora. Poseer cuerpos no es dotarse de calor, necesariamente. Gracias.
EliminarSobra decirlo, pero lo digo: escribes de maravilla, Dame. Un placer siempre leerte.
ResponderEliminarSaludos.
Eres amable y bondadoso en tu criterio. Gracias por dedicar tu tiempo a estas lecturas. Saludos.
EliminarMe ha encantado...
ResponderEliminarUn placer estar aquí.
Besos
Si es la primera vez que parabas aquí, ya ves, puedes entretenerte con otros cuantos relatos. Gracias por tu opinión.
Eliminar“Comprendí que si se quiere reflexionar sobre el amor se debe tener un punto de partida más noble y significativo que la mera felicidad o la desdicha, que el pecado o la virtud, tal como habitualmente se entienden. De lo contrario, es mejor no reflexionar sobre ello en absoluto.”Antón Chejov
ResponderEliminarMe alegra que hayas elegido al gran Chejov. Tus textos son pequeñas claves, porciones de vida sin ningún afán resolutivo en cuanto al iter de la narración, exentos de desenlace, quiero decir que son textos delicadamente abiertos para que sea el propio lector el que perviva justo ese mismo plano de ficción en el que dejas abierta una puerta para que aquél entre y continúe. Sí que me recuerda, en cierto modo, a los magníficos relatos de Chejov y cosiderable riqueza sensitiva y emocional. Resalto que partas del universo interior del hombre para tejer o sugerir una historia. Te felicito, dame au chien.
Un beso.
Qué bien que pases, Gabriela. Citas a Chéjov. Entonces, ¿cuál considerarías tú un punto de vista noble y significativo para reflexionar sobre el amor? Ciertamente, creo captar al ruso en esa expresión suya. Él si observaba y sabía.
EliminarAgradezco por otra parte tu pequeñita recesión sobre mis textos. Das elementos que me hacen pensar mucho.
Muchas gracias y pasa cuando gustes. Un beso.
Este relato me ha impresionado, sabes escribir desde esos puntos abiertos, nunca resueltos, interrogantes, de las cuales estamos hechos los humanos, por eso me fascina tu estilo.
ResponderEliminarUn placer leerte. Un beso.
Está bien que te distraigas por aquí, porque entrar y salir del alma humana es fascinante, ¿no crees? Gracias por tu presencia.
EliminarInteresante relato, entre los comentarios me ha llamado la atención la alusión a la coherencia, algo que parece sencillo pero creo que las personas somos bastante complejas, e inconsecuentes muchas veces. Normalmente de cada dos pasos que damos retrocedemos uno y por el camino se va transformando nuestra percepción de las cosas por lo que al final tenemos una coherencia cambiante, suena raro, pero pienso que no hay porque atarse a nada, y hasta los principios más enraizados admiten matices.
ResponderEliminarEs un placer leerte, saludos!!
Coincido contigo en relativizar la llamada coherencia (como casi todas las facetas y conductas humanas) Desde luego, no debemos presumir de coherencia, consecuencia, etc. porque no es fácil mantener una línea clara de comportamiento, aunque lo llevemos a rajatabla. Y según qué cosas y para qué. De todos modos lejos de mi intención establecer en estos relatos códigos morales, tratados del saber vivir y otras sugerencias conductuales. Gracias por comentar, Ana.
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