(Fotografía de Manuel Álvarez Bravo)
Asunción y la Guajira apagan el día al frescor de la pérgola. “Dime, ¿a ti te gusta el cuerpo del deán?”, pregunta la Guajira a su colega. “Mira, mona, yo lo encuentro muy troncocónico por arriba y demasiado estrecho por abajo”, contesta la otra. Ambas ríen con exageración. “¿Quieres decir lo que creo que estoy pensando?”, insiste la Guajira. “Lo tuyo es pensar y dar vueltas a las entretelas de los hacendados, pero en materia de carne de clérigo estás inexperta e insípida”, responde Asunción. Vuelven a reír estrepitosas como si buscasen el desahogo al anochecer mientras arden todavía las piedras. “Se le ve a la legua que no tiene superado el gustito por los monaguillos y menos por los novicios”, aclara. La Guajira está tan intrigada que no cede, acaso no tanto por la información que le puede proporcionar la otra como por las ganas de divertirse a costa del ausente mencionado. “Pero ¿por qué reclamarte de manera tan obsesiva cada semana si nosotras no somos lo suyo?”. Asunción echa unos dedos de mezcal en el vaso de su compañera: “No me cabe duda de que es la búsqueda afanosa de la santidad, previo pago del arrepentimiento”, dice con un matiz que no parece ya ironía. “Condenado como se siente por no saber mantener su castidad, el buen deán precisa tener un gesto de orden ante su Supremo Juzgador para el momento decisivo. Ya sabes, Dios es siempre un hombre, y que el Señor me perdone, pero toda la vida los hombres le han hecho un hombre. Es probable que no le guste que sus ministros sean pecaminosos, pero puede hacer la vista gorda si muestran una cierta contrición. De lo que estoy segura es que no le parece bien que los hombres se líen entre sí. Entonces, venir a putas sería un acto de pecado, sí, pero de pecado menor, perdonable. Se ajustaría al orden del Señor, porque ya te he dicho que Dios es siempre un hombre”. La Guajira se ha metido de un trago el veneno áureo del agave y casi se colapsa. Duda si la entiende del todo: “Vamos a ver, Asunción. ¿A ti te da tanto placer ese cura, que tal parece que te has emperrado con él?”. Asunción se relame los labios, siente el trago como una cuchilla en el gaznate, carraspea. “Ay, chamaca, a mí me paga, y bien. Condición imprescindible. Lo demás es condescendencia. Ya sé que tú eres más peligrosa y te gusta enamorarte de los clientes, aunque sea durante el tiempo que dura la cita. Supongo que cada una tenemos nuestros métodos, ¿no? Ah, pero sí, sería falsa si te dijera que no me sale mi agrado cuando le procuro esa clase de placer secreto que él reclama”.
Se han cogido por la cintura y han fusionado la risa. Balancean las piernas sobre el pretil de la terraza. Asunción ha besado el cuello esbelto de la Guajira. “Qué bueno que Dios sea hombre y no nos estorbe”, la dice bajito y mimosa.
Qué jugosos que son los diálogos entre las dos amigas. Me gustó mucho las conclusiones que saca Asunción respecto a Dios y los pecados "menores".
ResponderEliminarEl final es buenísimo.
Muchos saludos.
Es que estas mujeres, Mirelle, saben mucho de Dios y el Demonio. Salutibus.
EliminarFabulosa conversación entre dos compañeras. Palpo la crítica y se me antoja escena cinematográfica.
ResponderEliminarSalud
Cuántas cuitas y experiencias no compartirán dos mujeres con ese conocimiento, ¿verdad?
EliminarCada vez es más fácil entrar al cielo, parece...
ResponderEliminarNO sé, no sé, según lo mires.
EliminarNo hay nada como el trabajo hecho a gusto!
ResponderEliminarPor supuesto, y a conciencia, incluso. Eso sí, trabajando con seguridad.
EliminarMe gustaron mucho tus letras, te felicito, un saludo.
ResponderEliminarMe estimula lo que dices, me lo apunto para tentar a mi ego. Saludo.
EliminarUna historia con un final totalmente sorprendente.
ResponderEliminarBuenos razonamientos tienen estas amigas.
Saludos.
...o siempre nos quedará París, ja.
EliminarMe he quedado "pillada" con esta última frase: " Que bueno que Dios sea hombre y no nos estorbe" Pregunto: ¿Acaso los hombres no estorban? o ¿Acaso es el único hombre que no estorba? o ¿Acaso por ser hombre no estorbará entre ellas?.
ResponderEliminarResumiendo: todos los hombres "estorban" en algún momento (dime feminista total, pero me lo has puesto fácil) y ¿Quien asegura que Dios es hombre ?
Menudo cacao me he hecho, espero resolverlo en algún momento,ajaja.
Un besote
En efecto, esa frase tiene sus ángulos, sus aristas, sus caras, sus concavidades y sus convexidades. Uf, creo que me he pasado. No voy a responder a tus (auto) preguntas porque enriqueces al hacerlas. Cualquiera o todas podrían ser válidas, según se mire. Claro que todo el mundo puede estorbar...pero tanto la concepción macho en las relaciones humanas como el criterio antropocéntrico en las relaciones con la naturaleza, otras especies y el universo en general deben ser revisadas.
EliminarLa iconografía de las religiones del Libro nos pintaron siempre a ese dios como hombre, si no me equivoco. Ya habían sentenciado a las diosas: estorbaban por lo visto a las nuevas ideas religiosas.
Total: que el cacao maravillao me lo has traspasado. Está bien. Todo vale.
Interesante conversación...La calidad de la cosas que hacemos, de lo que nos hace felices, de lo que hace felices a los otros, de lo que podemos hacer para ello...Y desde luego yo también veo en tu entrada una escena cinematográfica.
ResponderEliminarSaludos
Está bien que veas todo eso, Sofya. El cine ¿es a la realidad lo que la realidad al cine? Todos nos hemos nutrido del cine en mayor medida, y cine y escrituras tienen largos y hondos lazos, sin duda. Una vez escuché en una reunión directa al novelista argentino, ya fallecido, Manuel Puig, contar cómo le había marcado el ir de niño todos los días al cine con su abuela, y es cierto. Si se leen sus novelas -absolutamente recomendables y excepcionalmente bien escritas- uno se da cuenta cómo hay un cierto hilo cinematográfico en ellas.
EliminarGracias y saludos.
Es evidente que polvo enamorado somos, sea cual fuere la condición social, estamental y carnal.
ResponderEliminarMiquel
Quevedo dixit, Miquel.
EliminarCuriosa afirmación la de "Dios es siempre un hombre". Supongo que Asunción hila fino y se refiere a la manipulación de la religión por los hombres, esos que convierten a Dios en lo que más les conviene con la tranquilidad de que este no va a desmentirles.
ResponderEliminarEn fin, así lo veo yo. Creo que lo mejor de tus relatos no es que estén bien escritos, que lo están, para mi lo mejor es la puerta que abren a posibles interpretaciones, da gusto perderse en tus letras y divagar.
Un abrazo.
Ya veo que entras en tu interpretación y eso está bien, porque vives el relato, y así es, la puerta está abierta, pero eso pasa en la vida ordinaria, ¿no?
EliminarUn abrazo, Ana.
Pues si, interpretamos todo lo que vivimos cada uno con su peculiar visión, y probablemente vivimos interpretando un papel.
ResponderEliminarMe pregunto que es la realidad, lo que yo creo ver, lo que cree ver mi vecino o lo que imagina otra persona a cientos de kilómetros, hay un sinfín de percepciones que enriquecen porque seguramente en todas hay una parte de realidad. Muy filosófica me he puesto, y es que tu espacio se presta a ello, Saludos!!
La realidad es todo ello, lo visible y lo invisible, el ser y la nada, la bondad y la perfidia...Cada vez relativizo más todo. Para las nuevas generaciones la realidad debe ser la publicidad, los nuevos sistemas de entretenimiento, las maquinitas...Saludos.
EliminarUn atrevido relato bien construído y buenos díalogos.
ResponderEliminarSaludos.
Recojo como estímulo tu opinión. Saludos.
EliminarPrecioso relato evocador de aquellos hermosos días de Sodoma y Gomorra que no regresarán.
ResponderEliminarMuchas gracias por detener tus pasos en este espacio, Carlos. Un saludo.
EliminarEstupendas Damas que entienden las cosas de los Hombres y de Dios.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, pero es menos difícil entender todo aquello que procede de la misma fuente, ¿no crees?
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