(Fotografía de Herbert List)
Había una higuera frondosa, acoplada a un desnivel. Al rozar las ramas abundantes el suelo se formaba lo que al niño le parecía una cueva. Con la propia espesura, varias chapas y tablones y una necesidad interior de aislarse de todos él convirtió aquel espacio en su hábitat secreto. Una tarde lluviosa la niña le acompañó. "¿Por qué te escondes?", le preguntó impertinente. "No me escondo, sólo me escapo", respondió él. "Y ¿vas muy lejos?", insistió la niña. "Todo lo más que puedo -contestó el niño-, un día al desierto, otro al mar, otro a las praderas de los indios, otro a las regiones de hielo". Y ella: "¿Cómo puedes conocer todos esos sitios sin haber salido de aquí?" El niño la miró con cierta superioridad, pero le habló con dulzura. "No es difícil. Tampoco tienes que haber estado con tu cuerpo. Simplemente lo imaginas, lo deseas, haces como que viajas y siempre llegas a alguna parte. Mira, hasta tengo una brújula que me sirve". "¿De qué va a servirte si no te mueves?", le cortó ella. "Me sirve -aseveró el niño-. Si me señala el Norte sé que tengo que ir al Ártico, si el Este a las llanuras de Mongolia, y así puedo elegir cualquier destino. Que no te quepa duda de que si preparas el viaje, lo haces y llegas". Ella guardó silencio. Él advirtió que se acercaba a su mundo. "Me gustaría ir contigo", le dijo. "¿Conmigo? A esos sitios se va solo, porque todo tiene que ser nuevo". "Yo soy nueva también -le replicó atrevida la niña- y podrías considerarme como un territorio". El niño apenas dudó antes de responder: "Pero los territorios están para ser explorados". "Claro", dijo la niña.
Bien por esa niña. Todo un desafío para un joven explorador. Necesitará toda su audacia, porque ya no le bastará con toda su imaginación.
ResponderEliminarUn saludo.
Qué lindo! Me gusta la idea de ir a otros sitios solo con nuestra imaginación.
ResponderEliminarSaludos
Escapar de nuestro cuerpo para viajar a otras tierras...
ResponderEliminarSumergerse en lo más profundo de la imaginación, donde todo es posible...
Dejar que la mente se desprograme para conducirnos por el sendero de la visualización y hacer posibles nuestros sueños...
Precioso.
No renunciar a nuestro espacio, pero sí explorar también nuevos mundos en la mirada de esa niña avispada.
Bonito relato.
un abrazo.
En pocas palabras asientas las bases de la imaginación, me gustó.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu (silenciosa, aunque apreciada) visita a mi espacio. Te sigo.
Un abrazo.
HD
Salamandrágora, creo que ambos son exploradores en ciernes.
ResponderEliminarEva, es que además no hay límites, uno se lo puede montar como quiera.
ResponderEliminarMariola, bien dices. Creo que extendiéndose uno hacia afuera llega más a sí mismo. Pasa como con el conocimiento de los cuerpos. Tras la búsqueda del otro se profundiza más y sobre todo en el propio. Escuchar al otro implica también viaje.
ResponderEliminarHumberto, el ser humano está asentando las bases imaginativas permanentemente. Y más vale. Gracias.
ResponderEliminarY menuda exploración le espera con la niña! :)
ResponderEliminarSaludos
Supongo que recíproca, Ohma. Saludos.
ResponderEliminarSencillamente agradecido, Atodas.
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