...no creía en lo que veía, y siempre sospechaba que en cada persona la vida auténtica, la más interesante, transcurría bajo el manto del misterio, como bajo el manto de la noche...

Antón Chéjov, La dama del perrito

domingo, 10 de febrero de 2013

la partida


(Foto de álbum familiar)


Hablaban poco y en voz baja. Sabían que incluso el murmullo era un riesgo. Respiraban como seres acuáticos, tragando quedamente la saliva, sin expectorar ni su miedo ni su rabia. Dispersados por los rincones de la choza, aguzaban el oído. El día y la noche recorrían sus sombras, arropándoles. Agazapados sobre sí mismos, saboreaban la hiel de la resistencia ya inútil que les tornaba incorpóreos. De aquella situación inhóspita emergía una vez más el antiguo clamor de los desesperados. Sus manos se agarrotaban sobre el arma. Solo el más asténico del grupo había dejado imprudentemente a un lado su fusil para manejar un arma más letal. Con trazos firmes y silenciosos de carboncillo iba dibujando a cada uno de sus compañeros. “¿Por qué haces eso ahora? ¿No ves que nos pueden cazar de un momento a otro?”, susurró el más tosco. No respondió. Querrían contarse historias de sus vidas, pero la vigilia tensa no les permitía el mínimo despiste. Hubieran deseado reír con humoradas de sus respectivos pasados, si bien debían contener cualquier pensamiento hilarante. Al fin y al cabo ya se lo habían dicho todo a lo largo de aquella convivencia forzosa que les había descabalgado de la vida ordinaria. Solo los ojos les comunicaban. Los ojos, que hacían de su agudeza cómplice una mirada única. Colores y geometrías diferentes, miradas generosas o torvas, la oscuridad y la tensión del ámbito hacían que todos los ojos confluyeran como un solo ojo vigía. Sus miradas se coordinaban con todos los sentidos, reduciendo al mínimo los movimientos, simplificando los cuerpos. Solo algunos leves gestos con las manos. Apenas ciertos estremecimientos reprimidos. Tanta reducción de lo vivo no era encogimiento ni rendición. Aquella invisibilidad de los cuatro se configuraba como una fortaleza. Cualquier sonido exterior les excitaba más. Un ruido no localizado les predisponía ante lo inesperado. Todos sabían a qué atenerse. Tenían claro que en algún momento de su vida sonó una llamada. Las llamadas no se eligen, se imponen. Y hay que apostar, incluso sabiendo que se puede perder. Habían compartido anteriormente circunstancias análogas, en otros lugares, en otros tiempos que también les habían conducido al fracaso. Desde aquel cubil veían que la historia era una mala madre. Que las presuntas tareas de salvación que a veces emprenden los hombres no habían jugado a su favor. 

Sonó una detonación cercana. Luego, tras un silencio histérico, se multiplicó la descarga. Se astillaron las maderas del piso, saltaron las fallebas, quebraron los marcos de las ventanas y la caída de la encaladura de las paredes dejó al descubierto un ladrillo rojizo mordido. Es densa y negra la sangre que ahoga los cuerpos. Cuando los invasores dieron el alto el fuego recogieron el cuaderno del dibujante de la partida. “Mira en qué se entretenían estos perdedores”, dijo el que parecía el más culto del comando asaltante. “¿Serán sus cómplices?”, comentó otro al mirar los dibujos. Cada página del cuaderno representaba a uno de los cuatro hombres haciendo el amor con una mujer. Como si el último fogonazo de la partida fuera el recuerdo de lo mejor de su vida perdida.



18 comentarios:

  1. Monumental escrito sobre la muerte, pero sobre todo, sobre la vida reflejada en los dibujos de ese cuaderno reteniendo la imagen del amor. Monumental escrito de perdedores que, en algún momento, recibieron una llamada. Ah, y sugerente foto. Un abrazo.

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    1. Gracias, Amando. La situación que intento reflejar tan en breve siempre me ha hecho imaginarla y meditar sobre los límites humanos.

      Un abrazo.

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  2. Mejor no añadir nada. Así ya es perfecto.

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    1. Situaciones complejas que nos cuesta trasladar a nuestra razón y expresión. Gracias por ese estímulo.

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  3. Los "vencedores" ni siquiera saben interpretar lo que se encuentran entre sus restos.

    Es tan real como el tiempo que está pasando ahora mismo, aunque parezca increíble.
    Un placer estar por aquí Dame.

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    1. Los vencedores como grey son malos exégetas, sí. Pero siempre hay uno que es más culto, más sensible, y ese se queda con el cuento, acaso con los testimonios, y se pasa el resto de su vida con una dosis añadida de meditación sobre la incierta vida y sus territorios límite.

      Gracias a ti por pasar.

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  4. La delgada linea que divide la vida de la muerte y que, a veces, no queremos o no sabemos apreciar.
    Cordial saludo

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    1. Y puede, Inma, que ellos se sepan muertos desde hace días. Y que la esperanza de que algo llegue y cambie las circunstancias es lo único que poseen. Difícil.

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  5. Han sido tantos los perdedores llevados por "una buena causa" a la muerte, con una llamada, que duele pensar en tantos ganadores sin causa alguna.
    Puede herir más un lápiz o carboncillo bien usado que un fusil, su efecto puede ser bastante más duradero,se despidieron siendo hombres libres.
    Com siempre un placer.

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    1. Todos son llamados por causas que se denominan a sí mismas "buenas". Definir en abstracto las causas buenas o malas es arriesgado. Nunca tengo claro si dos no riñen si uno no quiere. O si uno tiende a reñir porque el otro no cesa de humillarle, machacarle, reducirle. Las guerras civiles saben mucho de esto último.

      Me haces pensar en lo del lápiz como uso y efecto, me sugiere algún otro relato.

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  6. No se me ocurriría definir unas u otras, como ves, las pongo entre comillas esas "buenas causas" porque cualquier causa que lleve a la muerte, deja de ser buena.
    Esperaré ese relato sin prisas, siempre merece la pena. Un beso

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    1. O el relativismo del lenguaje. ¿Será la vida en sí misma una buena causa, muy a pesar de que de una manera u otra nos espere la muerte? (No es por llevarte la contraria, es que me haces pensar, metapensamiento)

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  7. "Cada página del cuaderno representaba a uno de los cuatro hombres haciendo el amor con una mujer..."

    ¿Cada uno con una mujer distinta o todos ellos con una misma mujer? Es curioso, me da por pensar que en el supuesto de tratarse de la misma dama, la Muerte, toda la partida de hombres lo hace por separado, en una página distinta del cuaderno, deshaciendo así un equipo invencible. Lo llamaremos... intimidad.

    Saludos.-

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    1. Podría ser lo que tú dices muy sugerente. ¿Dónde comienza Éros y dónde Tánatos en esta vida? ¿Dónde el deseo de placer o el de supervivencia? Dejémoslo en su intimidad...final.

      Saludos y gracias.

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  8. La vida, no nos lleva a la muerte. La muerte forma parte de la vida. Nacemos y vivimos sabiendo que vamos a morir. Cuando nos implicamos en "una buena causa" no tenemos por qué pensar que el resultado será la muerte, probablemente sea lo menos esperado. (Perdona que insista, no es por llevarte la contraria, me haces pensar)

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    1. De acuerdo contigo: las implicaciones no aspiran -en principio- a la muerte, más bien a conjurarla y sortearla. Pero esa búsqueda y ejercicio de la buena causa puede conducir inexorablemente al fin violento. A veces las ideologías y las creencias abren la caja de los truenos y llevan a lo fatal, a lo letal.

      Me parece magnífico que ejercites tu derecho de expresión cuantas veces gustes y no te parezca que las cosas quedan aclaradas (tampoco es fácil que queden)

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  9. no hay "causas buenas" y "causas malas", tan sólo buena o mala gente!

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    1. ¿Y cómo denominamos a lo que ponen en marcha, desarrollan y ejecutan la buena o mala gente?

      Gracias, Sandler

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