(Fotografía de Saul Leiter)
Qué sabe nadie de nuestro sufrimiento. No saben pero bien lo causan. Echan tanta leña al fuego. Por qué tenemos que vivir conforme a sus reglas. El chico merecía que le dejara la bici en condiciones. No es como los otros. Se le nota en la mirada, en la actitud. No me ve como el pobre hombre que dicen los demás que soy. Si este chico estuviera aquí todo el año probablemente sería de la misma ralea. No sé. Es difícil saber si uno es como es por su propia naturaleza o por el influjo de los demás. Me pregunto si se acordará de mí cuando se vaya. Si me cae bien no es por su familia. Ni su familia ni las demás del barrio son justas conmigo. Pusilánime: eso es lo que me llaman. El chaval no. Él es tan diferente. Está siempre pendiente de mis palabras. Observa los trabajos que hago. El otro día me dijo que podía enseñarle a arreglar bicicletas. Le contesté que este oficio no lleva a ninguna parte. Él no se mete en mi vida. Me habla de la ciudad de donde viene a pasar todos los veranos. Una ciudad del sur de la que yo no había oído hablar mucho. Allí son otros aires. Puede que haya de todo, pero tanta hipocresía como aquí lo dudo. Cuánto oprobio, disimulado con parabienes falsos y acompañado de sonrisas y chanzas, hemos tenido que aguantar. Qué saben ellos de lo que mi hermana y yo hemos padecido. Ser diferentes no estuvo bien visto nunca. Tener que aparentar y vivir una vida en secreto es duro. No se hacen idea. Ser consecuentes con nuestro fuero íntimo ha sido también nuestra condena. ¿Se podrá llegar a vivir alguna vez como uno quiera? Tanto ocultar nuestras creencias sobre la vida y sobre los sentimientos pesa demasiado. Esta tensión entre preservar nuestra intimidad y tener que mostrar por ahí otra cara desquicia. A mí se me da mejor; a ella no. Cuesta dejar a salvo la creencia más profunda: la de la atracción, la del deseo. Nuestra supervivencia hubiera sido más cómoda si no hubiera ocurrido lo del hijo. Desde que mi hermana tuvo el niño y a continuación dejó de tenerlo todo ha sido tormento. El niño que ambos deseamos pero que era imposible reconocer. Qué saben todas las familias de por aquí. Ella no pudo con la presión. Se aisló para protegerse de los demás pero no pudo hacerlo de sí misma. Luego las habladurías. Es fácil llamar loco a alguien. No te adaptas a lo estipulado y estás loco. Se admiten las rarezas si cumples sus preceptos. Si no lo haces, los otros dan por hecho que has traspasado el margen de la cordura. Como si ellos pudieran hablar en voz alta. Pueden porque mandan, no porque les asista la razón. Dicen que ha desaparecido. Mi hermana dejó de estar hace mucho tiempo. Su mente la secuestró. Su alma la devoró en la oscuridad. Para la autoridad y los vecinos es ausencia. Que lo sigan creyendo.
usted escribe triste y bello
ResponderEliminarUf, qué cosas dice, Garriga. No sé si lo triste puede ser hermoso. Tal vez es su percepción.
EliminarMucho bueno!
ResponderEliminarBesos
Muito obrigado, Mariseven.
Eliminar¿Qué saben? Todo es estrecho y mezquino, ausencia la solución o el chico que arregla bicis sin imponer nada.
ResponderEliminar¿Otros aires más amplios? allí donde todo se disimula y se desconoce.
Besito estremecido por tus intensas letras.
Dice el refrán que en todas partes cuecen habas, obviamente, Natàlia. Un abrazo.
Eliminar¿Y al resto del mundo que le importa la hermana del pobre hombre? ¬¬ Siempre mordisqueando a las personas, corroyéndolas, hiriendo hasta que no pueden más y dicen basta.
ResponderEliminarY pasan de locas a "al manicomio".
No es justo.
No avenirse a las reglas, y más en sociedades marcadas por la religión a sangre y fuego, era y es heterodoxia grave. La sociedad expulsa de alguna manera, según en qué marcos de convivencia y tiempos históricos, naturalmente, a los que considera rebeldes contra las costumbres. Tal como dices. Muchos han pasado al manicomio solo por ser diferentes o no aceptar los cánones y la integración al uso.
EliminarNo me esperaba el giro que ha dado la historia, muy bueno. Te felicito
ResponderEliminarUn abrazo.
¿No está repleta la vida de giros inesperados? Que cada uno se pregunte a sí mismo. Muchas gracias.
EliminarLa hipocresía es igual aqui o en Tombuctú. La sociedad nos lleva a un estado permanente de disimulo de emociones, y eso agota al más pintado.
ResponderEliminarSaludos.
Bueno, pero tiene sus matices eso de la hipocresía. Algunas son cómicas y delatan enseguida a sus practicantes devotos. Otras son sutiles y más peligrosas. En Tombuctú, Malí, lo tienen crudo últimamente. Si dejan que el fundamentalismo cunda, ya ves: hasta destruyen la propia historia quemando bibliotecas. Bien lo señalas: la sociedad y sus normas llevan al agotamiento. Disimular, reprimir, negar emociones propias siempre e smerma y desgaste. Saludos.
EliminarDificil, vivir fuera de lo establecido y querer aparentar lo contrario. Sólo somos libres si lo creemos. Sólo se vive una vez y la vida de cada uno es única e intransferible, un error dejar que los demás, las creencias, las normas, los prejuicios...puedan alterar lo más valioso de que disponemos, nuestra vida.
ResponderEliminarComo siempre, un placer.
Sospecho que ni la libertad de creérnoslo nos hace libres (¿liberan las fantasías o simplemente cubren vacíos para no hundirnos del todo?) Disculpa si hago de abogado del diablo. Pero la libertad hay que materializarla paralelamente de todas las formas posibles. Eso es algo positivo de la trayectoria cultural de los últimos dos y conflictivos siglos occidentales; a lo positivo y nutriente no se puede renunciar. Pero muchas veces hay que optar, salir en solitario, ejercitar la libertad íntima..¿enfrentándonos con el mundo?
EliminarLa vida o se enriquece o muere lenta y a veces fatigosamente. Un abrazo.
quedé out, es algo abrumador
ResponderEliminarbuen relato al fin
saludos
Omar, si has quedado out es que has estado muy in (permite el juego sincero de palabras) Lo cual me estimula.
EliminarUn abrazo.
Me quedo muda. Pero no dejo de pensar. Tan contundente, tan...en catalán tenemos una palabra exacta para esto: corprenent (que coge el corazón).
ResponderEliminarFrancesca: no enmudezcas interiormente. Lo que escribimos por aquí y por allí es nutriente que compartimos. Me gusta entonces sentirme corprenet por cuanto leo.
EliminarCuando llegas a un sitio, así sin querer y te topas de frente y con los dientes apretados a tal intensidad, no te queda más remedio que rendirte a la palabra y a La dame au chien que la guarda.
ResponderEliminarUn abrazo,
A.
Ah, gracias por revelar tu impresión. Te invito a que no te rindas ni abandones y leas los otros textos anteriores de La dame y su perrito (egoísta que es uno) Un abrazo.
EliminarUn relato muy duro y muy hermoso. Traspasar la línea del tabú y las convenciones es siempre heterodoxia pura. Los grupos sociales eliminan las "rarezas", cada cual a su modo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pero altamente arriesgada esa transgresión. Y en otros tiempo, más. A veces me digo: nuestras sociedades occidentales se han abierto mucho, se muestran, aparentemente, más tolerantes (¿o son reglas del juego controladas?) Pero es un enigma saber si durarán o si todos esos círculos concéntricos se cerrarán de nuevo como en las peores noches de los tiempos.
EliminarGracías, María.
vaya tema tabú que tratas.Complicado. Pero en un pequeño fragmento vemos claramente que ya eso, simplemente, deja en nosotros un sentimiento extraño, como de inquietud. En el último libro de Paul Auster, en el que se cartea con Coetzee, hablan de este tema. In fact, Auster lo trata en uno de sus libro, aquí te dejo esta referencia por aportar :)
ResponderEliminarun abrazo
K
¿Sabes en qué libro habla Auster de ello, K.? Me interesa.
Eliminarvaya tema tabú que tratas.Complicado. Pero en un pequeño fragmento vemos claramente que ya eso, simplemente, deja en nosotros un sentimiento extraño, como de inquietud. En el último libro de Paul Auster, en el que se cartea con Coetzee, hablan de este tema. In fact, Auster lo trata en uno de sus libro, aquí te dejo esta referencia por aportar :)
ResponderEliminarun abrazo
K
La cuestión de los temas tabú reside precisamente, en esencia, en que se sabe pero no se cuenta. Con toda la secuela de lo que pueda haber detrás: o bien un acuerdo voluntario y pacífico, que la sociedad no reconoce, o bien aprovechamiento y abuso por eso, porque al ser tabú alguien se aprovecha de que no va a salir a la luz. Pero lo violento y forzado, ya va saliendo, afortunadamente. Lo de acuerdo es parte del libre albedrío. ¿Tiene límites el afecto cuando su expresión e intercambio se pacta?
EliminarUn abrazo, gracias por estar en mi blog.
Me ha encantado el relato. Un tema trascendental en la creación de los grupos sociales. Los sentimientos, en ocasiones, se escapan de convenciones y límites. Una gran fuerza que a veces puede con todo y contra todos. Señalar al otro es lo sencillo, entenderlo y ase antoja más complicado.
ResponderEliminarGracias por el relato, lo he disfrutado mucho.
Un saludo!
Creo además que ha existido toda la vida. Con conocimiento a veces de los pequeños clanes (la familia, la tribu) y encubrimiento. Si poderes superiores han intervenido, por aquello de ser eternos veladores del orden moral (e hipócrita), es fuerza mayor. El poder de los sentimientos, las emociones, los afectos y las aspiraciones intelectuales son campo abierto. ¿Cómo y por qué poner puertas al campo?
EliminarAgradezco tus impresiones, Daviblio. Mucho. Saludo.
Estremecedor. Una mente devorada por la oscuridad y también una reivindicación de lo "diferente". Fantástico relato. Saludos. Borgo.
ResponderEliminarMe congratula esta percepción tuya. La vida está repleta de temas. Si lo punitivo no interviniera acaso hablaríamos menos, por ser un curso natural. Pero las instituciones al uso (y al abuso, ya sabes) siempre han perseguido la bondad del encuentro humano. El amor, ese gran tabú.
EliminarSaludos cordiales.
Monoloco.
ResponderEliminarComo decimos en España: llámalo hache. Gracias.
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