(Fotografía de Herbert List)
Carlo Maria Attonito pensó siempre que sumergirse en el cuerpo de una mujer era como hacerlo en la tierra. Que había que establecer una relación expectante como quien se acerca por primera vez a un territorio. Tratando de percibir sus efluvios, dejándose guiar por los pequeños rumores del suelo. No obstante disponer de considerables nociones de geotermia y geodinámica, campos en los que era un experimentado especialista, le costaba comprender los ritmos de una mujer. “Parece la tierra, pero no lo es”, se decía a sí mismo cuando una situación social propiciaba su acercamiento al otro género. Pero se sentía incapaz de abordar a una mujer siquiera más allá de una conversación anodina o aquella otra que versara sobre el relato de sus trabajos en física terrestre. “¿Qué poseen ellas que no posea el suelo que exploro y las fuerzas que estudio?”, deliraba en ocasiones cegado por el propio enviciamiento profesional. Sus aproximaciones al mundo femenino se convertían enseguida en una visión opaca, carente de receptividad, sorda, castrante. Decidió elegir el camino que le parecía más fácil pero que a su vez se le mostró sinuoso y en absoluto real. Cuando acudió a una especialista en el conocimiento de hombres, eligió a quien le habían dicho que era la mejor de la ciudad. No le importaba el dinero. Él buscaba claves y acudió a la profesional del amor como quien asiste a un cursillo. Pero aquellas sesiones distaban de resultar terapéuticas para él y hasta la misma hetaira, no obstante el caché que oportunamente le era bien cumplimentado, le iba dejando por imposible. “Tampoco tú eres la tierra”, le dijo él un día, abochornado por la falta de avances en su pobre iniciación. La mujer sintió lástima. En cierto modo también se sintió frustrada. Ni el otro la veía como medio de placer ni como consejera ni como mujer común ni como amiga. Nunca había tenido un caso tan difícil de cliente. “¿Si dejas tu oficio de físico?", llegó a plantear al hombre un día. “¿Si te alejas de la tierra y de tus conocimientos, si te abandonas al sueño, si simulas siquiera una sola vez que flotas por otros motivos que no estén motivados por la composición del suelo o por las fuerzas que generan los cambios de la materia del planeta?”. Él se levantó de golpe, como si hubiera recibido una bofetada. Se avergonzó de su desnudez y exclamó: me pides demasiado. Luego salió del piso de la mujer de pago para no volver más. Aunque sintió la herida percibió también el don del sacrificio. Desde entonces amó desde su asumida soledad a cada mujer que se cruzaba diariamente en su camino fantaseando que hacía el amor con la tierra.
La hetaira debió darle la siguiente respuesta: La atracción terrestre converge en el núcleo, corazón terrestre; en la mujer, también. Desafía todos los 9.8m/s2 y vuela.
ResponderEliminar¿Te había dicho que me encanta tu prosa? :)
Bss
Tremendamente cientifista, pero con tanta exactitud, ¿conoceríamos mejor el alma de hombres y mujeres?
EliminarNo me lo habías dicho, pero si la pregunta es una afirmación, tomo nota, glup.
Las fuerzas telúricas de la naturaleza, el cuerpo femenino como paisaje, los rituales de fertilización de la tierra. Todo tiene mucho sentido. Esto me hace pensar en "La sacre du Printemps" de Stravinsky.
ResponderEliminarTiene el sentido primigenio, Juan Antonio, bien lo has entendido. Pero su mano es muy larga...
EliminarGracias.
La narración me gusta . El tipo es un imbecil redomado .
ResponderEliminarNanis, hay mucho tímido que esconde viejas experiencias de infancia no superadas. Ese podría ser uno de ellos.
EliminarHay tipos así. Intrincados. Pero aman, y eso es lo esencial...
ResponderEliminar¡Sí, señor! Suficiente y potente argumento. Ama y haz lo que quieras que dicen que dijo no sé qué clásico que vaya usted a saber. Pero sí, es muy esencial.
EliminarEl hombre es un bicho extraño, ¿Como se le ocurre creer que la mujer puede parecerse a la tierra a la hora de sumergirse en ella? La mujer "es" la tierra. Es un relato muy logrado, me gusta lo original, un abrazo dame blanche.
ResponderEliminarTe concedo que la mujer es la tierra. La mujer como agente de la fecundidad de la especie, como la Tierra misma. Símbolo primero, dio lugar a los cultos de las cuevas, a las primeras imágenes de la mujer y la vagina en las paredes rocosas, las primeras venus de piedra o de hueso y luego la larga serie de diosas en todas las culturas. Hasta el cristianismo, que es puro sincretismo originalmente, reconvierte a la Diosa en la Virgen.
EliminarUn abrazo, Lylliam.
Debería inventarse un perfume con olor a tierra mojada, tu personaje enloquecería. Me pregunto, como consecuencia del cuento, que sentiría Carlo en los días de lluvia. Me encantó tu cuento.
ResponderEliminarBesos.
Carlos, no es nada baladí lo que dices. No hay como el olor a tierra mojada. Sí, tal vez el ozono mismo, tras la lluvia. A cuantos nos encanta ese olor entendemos perfectamente lo que sentiría Carlo Maria.
Eliminarel cuerpo de la mujer y del hombre felizmente tenemos tiempos diferentes.El Amor precisamente consiste en encontrar la grandiosa coincidencia, donde se produce el encuentro de los dos tiempos. Muy buen relato Dame Blanche, mis saludos
ResponderEliminarTiempos diferentes, ritmos diferentes, percepciones diferentes...pero no siempre contrapuestas. Los opuestos son complementarios también.
EliminarDices: "El Amor precisamente consiste en encontrar la grandiosa coincidencia, donde se produce el encuentro de los dos tiempos". Cierto, ¡viva el azar! Y también la receptividad de los hombres y mujeres que puebaln el mundo.
Gracias por tu apunte, me lo guardo, Lao.
El tipo era un científico y sabemos que no se le pueden pedir peras al olmo. Cunalquier hombre con algunas batallas perdidas le podía haber dicho que no se puede entender a una mujer, a lo sumo se las puede amar.
ResponderEliminarLa "faltaba calle", diríamos en mi barrio
O acaso un científico fuera del tiempo. Particularmente querría romper una lanza a favor de los científicos del presente. Son gente joven o mediana pero en la vanguardia de informaciones, comunicaciones, gustos y placeres.
EliminarTambién las mujeres dicen de los hombres que no se les entiende, ¿no? La viña del señor es amplia, compleja y variada. El hombre debe aprender de sus propias batallas perdidas, aunque también liberarse de sus obsesiones.
Amar cuerpo a vestigio contra la tierra (quizás como un cadáver)...algo así como la perspicacia del arqueólogo y del visionario hecha presencia o realidad o quizás también sustento.
ResponderEliminarEs que esta tierra negra y húmeda, mohosa, que pisamos, es una puta, y nosotros entonces sus puteros.
Vuelvo a sacarme aquel sombrero, ya sabes.
Saludos.
El cadáver es física, en cuanto parte de la naturaleza global a la que retorna. Pero es también metafísica, puesto que supera los límites estrechos y limitados de la propia naturaleza de un ser vivo. Pero el amor es solo expresión de vida humana, que sepamos (sin intención de debatir sobre las humildes aspiraciones del concepto)
EliminarSaludos agradecidos.