(Fotografía de Jorge Molder)
"Debo perderme una vez más por los caminos", me dice cuando entro en su estudio. "Al fin y al cabo, ¿acaso no es sino lo que he hecho siempre? Mi mundo, lo que creía mi mundo, se vuelve contra mí. No me refiero al ambiente exterior, cada vez más ingrato. Ni a las personas que se me aproximaron alguna vez con afecto y se alejaron cuando yo no supe darles respuesta. Alejado de los maestros de mi propio pasado, huérfano de la protección de quienes me dieron la vida, marginado por propia voluntad de cuantas enseñanzas recibí en forma de entes que me incorporaban a mi pesar, aprovechándose de mi inconsciencia o bien llegado el momento con mi anuencia, podría decirse que solo me queda el bagaje de lo vivido". Le encuentro con la taza en la mano, la mirada congelada, sorbiendo el café, restos de espuma en su barba. Sigue pontificando como tiene por costumbre cuando se siente extremadamente alterado. "La gente acepta la cómoda fe. La que sea. Entes imaginarios de todos los mundos, hasta de los más irreales e imposibles, la seguridad tribal, el dinero, el estatus, el amor, los proyectos de futuro. Todo irrelevante y vano”. Cuando habla de este modo me siento en un rincón y le escucho, sin interferir. Sé que se siente acogido por mi presencia, aunque exhiba una dureza que no es sino reflejo de su materia interior. “Eso de los proyectos de futuro es lo más ridículo que venden los últimos epígonos del mercado. Conceptos abstractos que gustan dotarles de formas donde creen encontrar su unidad más íntima. Sin percibir que están en sus manos o, mejor dicho, que siempre son de ellos. Esa práctica debe darles seguridad. La seguridad se ofrece como garante de la orfandad del individuo, aunque siempre implica un coste. Yo nunca logré ratificarme en esa seguridad, ni siquiera cuando me amparaba bajo alguna de sus formas. Me confirmaba sin embargo en la disidencia. Un resquicio por donde escapar era un pequeño trozo del camino que me enseñaba algo de mí”.
A medida que avanzaba en su soliloquio me he espantado. Sonaba con un elevado tono dramático, como si invocara algún tipo de ruptura que no hubiera deseado anteriormente. Pero no he podido parar la amargura de sus palabras. “Tal vez por eso me dediqué a pintar. No me exigía llegar a parte alguna, ni pensar en unos ciclos que otros mortales se empeñaban en ir asegurando a lo largo de su vida. Pintaba y yo mismo me abstraía de la vida a medida que acababa un lienzo. Pintaba y veía el mundo conforme es, no de acuerdo a como quiere la gente que sea. Eso no me ha dado riqueza ni he sido acogido por los círculos ilustres, a los que maldigo. Porque ellos no quieren encontrar la belleza donde late, ni comprender la inteligencia espontánea de las formas, ni reconocer el carácter caótico que una composición retiene entre sus colores. Los pintores académicos y su corte de rebozados mercachifles solo buscan la transacción. Yo no he querido vender jamás mis obras al precio de un negocio vulgar, por mucho dinero que me ofrecieran, pero donde no existía un interés real por mi trabajo ni por las ideas que yo avanzaba en mis cuadros”. Me he acercado hasta él. Le he cogido su mano tibia: “¿Preparo más café?”. Pero no me ha oído, se ha puesto en pie, ha frotado su camisa donde unos lamparones aún húmedos amenazan con extenderse. “Eso que otros llaman edad yo lo llamo equipaje. Andar el camino ligero de equipaje es una idea que cuesta entender. Tiene resonancias antiguas y lejanas. Tomar lo experimentado como último recurso para sentirme atraído por la mera supervivencia es un desafío. Sublimar mi trabajo no me es suficiente. No son tiempos que nos den respuestas. Y no puedo seguir la ceguera de los hombres. Debo perderme una vez más para preguntarme si mereció la pena todo este recorrido”. Se echa una bufanda por el cuello, tantea los botones del chaquetón. Al pisar la calle ha sentido un escalofrío. No me cabe duda de que volverá tarde y ebrio.
Le esperé en vano. De par de mañana tomé el tren para Bohemia. No le volví a ver vivo.
Le esperé en vano. De par de mañana tomé el tren para Bohemia. No le volví a ver vivo.
Confirmarse en la disidencia siempre te coloca fuera de lo establecido, de las normas, parece ser que el pintor de tu relato decide además salirse también de lo poco que le sujeta a la vida.
ResponderEliminarEs un placer seguir las reflexiones del pintor, intentar comprender lo que le empuja a desaparecer del todo, en gran parte su desaparición ya va siendo progresiva en su existencia.
Y resulta sumamente arriesgado, mano ajena o mano propia. La relación de artistas, autores, intelectuales, intérpretes de todo sistema de expresión artístico que se han suicidado es sumamente extensa. No sé si por más sensibilidad ante las dificultades o por decisión, no sé.
EliminarGracias por aportar opinión.
Apasionante intromisión en las vísceras de ese personajes que anda hacia atrás para perderlo todo, que vacía equipajes como quien se despoja de sí mismo. Apasionante, y lúcida la mirada sobre lo que no es. ¿Quién no suscribiría esto?
ResponderEliminarVoy a beber algo. Un abrazo
Afrontar lo que no es siempre es peliagudo. Hay gente que tiene valor para estar siempre a la contra de lo imperante, abrir caminos y concentrarse en su particular vida íntima. Pero el hastío amenaza y muchos deciden, por muy pintores o escritores que sean, aceptar la cita del destino inexorable antes de tiempo (o acaso el tiempo elegido ése es su tiempo)
EliminarBuen trago y placentero. Un abrazo.
Que bueno!!!
ResponderEliminar"... Un resquicio por donde escapar era un pequeño trozo del camino que me enseñaba algo de mí". (GENIAL)
Gracias de nuevo Dame au Chien por una lectura potente y profunda... Me ha gustado mucho, Gracias
Besos desde el resquicio por donde...
Es que siempre me ha parecido que los pequeños huecos cotidianos nos deparan escapes o bien entradas a otros mundos. Por un agujero descubrió otras dimensiones la niña Alicia. ¿No te pasa que ante una mala tarde o dos días de hastío o desánimo se te ocurre ir al cine y rompes el muermo anterior? Por citar un recurso facilón, al alcance.
EliminarAgradecido yo por leer y comprometer criterios.
Frustración y desilusión es lo que exudan la palabras del pintor. Su equipaje no soporta mas falsedad.
ResponderEliminarBajo un aura de locura, esconde su sensibilidad.
Bienhallado Dama
Luego pensé: y si hubiera hecho que el pintor descubriera un objeto nuevo de su creación y eso le hubiera animado, ¿habría salvado su vida? Perverso autor del relato: quise su muerte. Ya habrá otros pintores o escritores que tomen otra dirección en mis invenciones.
EliminarTodas las personas tenemos esos auras, no siempre luminosos. Por cierto, la gente ¿sobrevive por su aura o por su máscara? Tengo que pensar en ello.
Gracias, Clara.
Sobrevivimos por dignidad, que es lo último que nos queda cuando nos abandona la autoestima. Me extraña por eso el suicidio de tu pintor, había perdido la ilusión pero no la dignidad.
EliminarPero todos los días muere mucha gente muy digna por el mundo a la que no se le respeta su dignidad, ¿no? NO sé si basta como tabla de salvación, no sé.
Eliminar¿Pero es que hay más mundo que el interior?
ResponderEliminar"Lo que está dentro está también fuera". Si lo dijo Goethe...
Saludos.
En cierto modo Johann Wolfgang tenía razón. Pero ¿se trata de un estar paralelo? ¿De estados y secuencias que se nutren mutuamente? Obviamente, no todo lo que que se halla fuera está dentro de nosotros. Potencialmente sí, ojo.
EliminarUn abrazo.
Un texto profundo, emotivo, impregnado de sutileza y que llega al lector. Eres una artista.
ResponderEliminarEs estimulante tu comentario. Que las letras hablen.
Eliminarcontinuación del anterior?
ResponderEliminarlo que has escrito es todo un planteamiento de filosofía vital ante el que me siento pequeñito intelectualmente... pero de igual modo me atreveré a señalar que el mismo hecho de plantearlo demuestra que no es capaz realmente de abstraerse, que "el maestro" que lo presenta está actuando como reacción y no consigue liberarse... quiera o no, en su no está incluido el sí ajeno, en su huida el punto del que huye, en su particular guerra ideológica la ideología a la que combate... lo que hace la historia jodidamente real y triste... hace desear tener la mente inocente y desnuda del amnésico... sólo que los amnésicos se empeñan en saber lo que olvidan, como Buda se empeñaba en conocer el lado oscuro del que su padre le quería librar....
Un saludo con mi admiración ante el trabajo
Pues sí, continuación del anterior post, pero desde otro ángulo. Interesante interpretación la tuya que me hace pensar. Le sigo dando vueltas. El individuo solo se libera de alguna manera en su soledad. En muchas ocasiones esa abstracción se debate en conflicto con la vida social a la que nos designan. Vivir es, por lo tanto, vivir un permanente conflicto, aunque a veces se soterre. De alcance insospechado.
EliminarMe ha gustado tu complicidad. Gracias.
“Eso que otros llaman edad yo lo llamo equipaje.
ResponderEliminarQuizás su equipaje ya estaba completo y ya era hora de partir....
Hola a sido muy grata la lectura y visitarte.
Dejo mi saludo y un abrazo.
Tal vez, Atlándida. Pero qué difícil poner hora para un viaje sin retorno.
EliminarUn abrazo y gracias por pasar.
Hermoso relato, tienes reflexiones sobre la vida que te dejan pensando. Te felicito.
ResponderEliminarUn abrazo
Ya sabes que la vida la participamos de manera análoga unos y otros miembros del zoo humano y las briznas de pensamiento flotan, se intercambian, se volatilizan y a veces son pequeñas materias que hablan por nosotros.
EliminarGostei...gostei...muito...vou ficar por aqui...!
ResponderEliminarMaria
Me alegro, Maria, vuelve cuando gustes. Obrigado.
EliminarMe solidarizo con los planteamientos de tu pintor, muy certeros. Pero no bastan para explicar su suicidio, no? Para eso había que estar en un estado de desesperación más profundo. O acaso su suicidio/muerte podrá haber sido casi como un accidente, favorecido por su momento de desconsuelo...?
ResponderEliminarMe gusta la idea de perderse para encontrarse. A veces es fundamental.
¿Se sabe realmente la dimensión del estado de un individuo que se suicida? Si te das cuenta, cuando alguien se mata el entorno no suele saber las razones, aunque busquen "explicaciones" dignas de quien no se suicida. El suicida, enfermo o no, trastornado más o menos, tiene otra dialéctica sobre el asunto. Terrible, naturalmente.
EliminarUno no se encuentra -o no encuentra al otro- si no es a través de una pérdida (de algo de sí mismo, por ejemplo)