(Fotografía de Anders Petersen)
Le pagaba en relatos y ella le daba, a cambio, placer. Con aquella actitud abrían un territorio que solamente ellos ocupaban. Lo llevaban en secreto. A veces improvisadamente. No mediaba sino una especie de trueque. La forma de intercambio menos tangible que cupiera imaginar. Ni siquiera podría denominarse transacción, aunque de algún modo lo fuera. Y ese mismo acuerdo les blindaba, tornándoles invisibles a los ojos ajenos. Les protegía. De los lugares lóbregos obtenían luz. Del encuentro casual hacían eternidad. Al principio se sentían guiados por la idea de un mero yo te doy, tú me das. Hasta conocerle a él ella solo había vivido la forma tradicional de lograr dinero de un hombre. No la manera más sucia: sabía de los chantajes que abundaban bajo la institución sacramental del matrimonio. Su oficio, al menos, dejaba las cosas claras desde el principio. Ahora se sentía dividida. No porque no obtuviera el valor usual, que cada vez le interesaba menos. Sino porque no percibía que el hombre le estuviera pagando al narrarle sus relatos. Con él no se sentía mercancía. En aquella fluctuación de concesiones, ¿qué pesaba más? ¿El relato subyugante que entregaba uno o las sutiles artes del amor que ella practicaba sobre el cuerpo de él? Tampoco el cuentista percibía en la actitud de la mujer una condescendencia obligada. Ambos se daban cuenta y lo comentaban. “Lo nuestro es raro, porque tampoco es amor, ¿verdad?”, decía ella. En realidad no preguntaba, sino que establecía conclusiones parciales que le permitieran seguir indagando, intrigada como se sentía con aquella relación extraña, pero sumamente grata. “Si no es amor, puede estar en camino”, respondía el hombre con ironía. “Enséñame a contar”, le pedía la mujer mientras mordisqueba el pecho velloso de su amante. “Enséñame tú a amar”, le replicaba él. Y el hombre seguía narrándole cuentos de matrimonios sospechosamente felices y obviamente infelices, de niños soldados que no querían guerrear, de amantes que huían para poder amarse mejor, de mujeres que se habían dado a la calle por despecho, de obreros de corazón noble que se rebelaban hastiados de sus tribulaciones . ”Cuéntamelo de nuevo", le pedía ella si le había gustado. Y él reiniciaba la fábula, introduciendo variaciones, añadiendo matices y en ocasiones imponiendo finales diferentes, espectaculares, enigmáticos. Sin exigirle por ello compensación.
Un día él describió a la mujer del placer una historia semejante a la que estaban viviendo. Ella reconoció enseguida el argumento, se vio con claridad en él, comprobó la distancia recorrida en su vida desde que se encontrara con aquel hombre especial. De pronto le interrumpió. “No sigas la historia. Sáltala casi toda. Cuéntame solo el final”. Él calló, puso las manos sobre el rostro de la mujer y cerró sus párpados. La fue enterneciendo lentamente. Ella se deslizó bajo las caricias del hombre. Solo acertó a decir: “Has aprendido bien. No pongas punto final”.
La vida se compone de multitud de trueques, empezando por el más habitual de trabajo por dinero con el que se comienza la infinita carrera de trueques.
ResponderEliminarEl que relatas, que al final no es más que una forma de amor en el que cada uno espera del otro aquello que admira, parece escrito por un hombre, con la imaginación de un hombre puesta al servicio de un sueño masculino: obtener sexo a cambio de algún cuento que otro, sin tener que soltar un euro. (ríome).
Estas simbiosis y otras más extrañas y peligrosas se dan con muchísima más frencuencia de lo que podamos suponer.
Lo realmente extraño en la vida es el altruismo, a cualquier nivel, incluso el emocional.
Namasté.
Namasté, Morgana. Incluso el altruismo tampoco es algo puro y a mi modo de ver hay mucho de trueque en él. Siempre me he preguntado si hay entregas a cambio de nada. Tengo mis dudas, pero acaso eso es parte de la condición humana. La simbiosis está muy instalada en el sistema de relaciomes sociales, ya lo creo.
EliminarSí que es una relación curiosa O.o Amor que no termina de ser amor :3
ResponderEliminar¿O el amor es un saco sin fondo donde otorgamos significados con arreglo a nuestras necesidades particulares?
EliminarLo que dan y reciben puede ser intangible pero al unirse las dos "mercancías" placer y relato se funden en algo que toma cuerpo y toda la razón de ser.
ResponderEliminarEs un relato magistral, a sus pies Dame
Cuando hay consenso, necesidad manifiesta y relegación del vil metal pienso que la relación mercantil desaparece, y los seres que se entienden dejan a su vez de ser mercancía. Eres muy amable.
EliminarUna relación donde no hay condiciones, ni límites, es extraña, sí. Sólo ellos dos con su trueque y su raro amor. Me ha gustado leerte, Dame.
ResponderEliminarSaludos.
Con su misteriosa manera de salir de sí mismos para encontrarse a sí mismos, acaso.
EliminarUna extraña y bonita relación de amor, .. el escritor y su público,.. me ha gustado mucho.
ResponderEliminarsaludos
Esa idea del escritor y su público...tú sí que eres una metalectora muy sagaz. Todo sea por el placer...mutuo. Saludos.
EliminarEn primer lugar, quiero darte las gracias por el interés demostrado al hacerte seguidora o seguidor(muchas veces tras un seudónimo femenino se encuentra un hombre, cosa, por otra parte, que no me imporata)de mi blog.
ResponderEliminarY en segundo lugar, darte la enhorabuena por el tuyo.
He hecho un recorrido por él y lo que he leído me ha gustado mucho. De hoy en adelante te seguiré gustosamente.
Con respecto a este realto en concreto, lo que más me ha gustado ha sido la originalidad de la narración. En ella yo veo una Sherezade masculina.Incluso el final de la historia me recuerda la moraleja de las Mil y una noches.
Un placer, de verdad.
Saludos
Gracias por tu presencia, María José. Sí, hay un Sherezade, y no es la primera vez que planteo el tema, hay por ahí atrás otro relato con cierta analogía al respecto.
EliminarCordial.
Muy original este pago con relatos...Me gusta su forma de obtener luz y de hacer eternidad. Saber el final de la última historia le hubiera quitado todo su encanto...
ResponderEliminarY, si, lo suyo era bastante raro!
Buenas noches.
Claro que hay un final: las mercancías se unifican, solo existe el relato, la lectura, el vivir ambos lo que también se unifica: el placer por el placer que supone leer.
EliminarYa sabes que el concepto de rareza es un convencionalismo social: se decreta raro aquello que la mayoría no encaja.
Me quedo con el final : "has aprendido bien, no pongas punto final"
ResponderEliminarDe dos grandes maestros, sólo se puede aprender y aprender bien. Entregaban mucho,lo que mejor sabían hacer, una gran entrega.
Con este relato, me he sorprendido sonriendo. Gracias y un placer.
Dos grandes maestros incompletos, puesto que se buscan mutuamente. Gracias por esas sonrisas.
EliminarLas palabras son una forma de placer también. Placer por placer. ¡Qué bella historia!
ResponderEliminarUn placer para mí también, leerte siempre.
Un abrazo.
Acaso porque las letras, la literatura en general, tiene mucho de biología, aunque luego se añada lo de cultural.
EliminarGracias.Un abrazo.
los puntos finales son algo así como morir
ResponderEliminarsaludos
Vivo sin vivir en mí,
Eliminary de tal manera espero,
que muero porque no muero.
Aunque esta mística de resonancias sufíes, pasada por la mano de los amigos Juan de la Cruz y Teresa de Ávila, sea conocida, no podía sino recordarla.
Omar, los puntos finales marcan un silencio y una pauta, y una muerte- de esas, de las pequeñas muertes- necesarias como el comé para seguir viviendo.
EliminarDejar las cosas en puntos suspensivos es prolongar la agonía o el aburrimiento o simplemente una parada en la evolución, una "pausa imposible" porque todo se mueve, todo fluye, todo evoluciona, lo queramos o no.
Solo me crea una duda, Anónimo: ¿no pueden significar los puntos suspensivos que las posibilidades están abiertas? Nada es blanco o negro en esta vida. Por eso porque todo no deja de moverse.
EliminarPero se agradece mucho introducir matices de reflexión o discrepancia. Gracias.
Yo, que soy putero desde hace mucho (no soy capaz de hipotrcar mi soledad a cambio de una compañía), estaría más que dispuesto a pagar no con papel-moneda si no con palabrería (no es tu caso, Dame). Estoy convencido que sólo el personaje de tu relato (o quizás Cyrano de Bergerac) consiguieron el acuerdo.
ResponderEliminarY que nadie piense lo contrario. Tanto se prostiuiría la puta como el putero. Dar a cambio dinero es un acto de lo más impersonal, en cambio entregar tu alma y tus pensamientos, en fin...
Cuando vuelva a ir de putas, por si acaso, escribiré algún cuentito en una servilleta o un posavasos mientras interpreto los movimientos gestuales de las chicas. Te mantendré informado.
Un saludo.
Es una curiosa y tan digna interpretación como cualquier otra la que ofreces, Miguel. No todo intercambio es prostitución. De hecho creo que prostituirse no es solo mediar transacción económica. O acaso sí, bajo múltiples formas. Muchos industriales, comerciante, banqueros, militares y políticos conocen esas otras formas. También obreros (de hecho he visto en mi vida laboral a muchos compañeros venderse) Acaso vender la primogenitura (disculpa el lenguaje bíblico, pero viene a pelo para esa idea tuya entregar el alma, pensamientos y deseos a gente indeseable), ese ceder la conciencia a la manipulación ya es entrar en el juego prostituyente (sic) Pero ya se sabe, se hace de las putas tabú y hala, a pagar por el resto de maldades humanas que son más abundantes e indignas.
EliminarEse experimento que planteas me gustaría conocerlo, desde luego, a ver si cunde la idea y la literatura se regenera en las casas "de perdición". Genial tú.
magnífico texto,un final precioso...
ResponderEliminarsalud
Si has entrado en él con agrado me alegraré mucho, Manuel. Saludable día.
EliminarFantástica foto.
ResponderEliminarY un placer tenerte entre los amigos virtuales.
Las fotografías de Petersen son narraciones por sí mismas.
EliminarGracias a ti por detenerte aquí.
Un relato enormemente bello. Real. Hermoso. Tierno. Grande. Me encanto... Es obvio ¿Verdad?
ResponderEliminarArazo
¿Y qué te digo? Que si te ha gustado me siento reconfortado, por ejemplo.
EliminarUn abrazo.
Un trueque abierto a miles de interpretaciones, dame blanche.
ResponderEliminarMe gusta el relato y tu blog.
Abrazo
Cuando leo me gusta que los relatos impliquen apertura y un abanico de interpretaciones. ¿No es la vida algo análogo?
EliminarGracias por estimular con tus impresiones.
Casualidades de internet aparecí por aquí.
ResponderEliminarBuscando por trueque y otros términos acabé leyendo la historia de una chica que se ofrece a cambio de relatos.
Me ha gustado y a partir de ya he decidido seguirte en tu blog.
Invitada quedas al mío y quédate si ves algo que te guste.
Un placer, saludos y achuchones.
Montesinadas
http://montesinadas.blogspot.com.es/
Por supuesto, atiendo tu invitación, aprovechemos el campo de internet de modo lúdico y constructivo antes de que no nos dejen. Un saludo.
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