...no creía en lo que veía, y siempre sospechaba que en cada persona la vida auténtica, la más interesante, transcurría bajo el manto del misterio, como bajo el manto de la noche...

Antón Chéjov, La dama del perrito

sábado, 2 de marzo de 2013

el mutilado


(Fotografía de Dieter Appelt)



“Los vivos se apoyan en los vivos. ¿Se ha visto alguna vez que los muertos respalden a los que se quedan en esta orilla?”, solía responder el antiguo fresador Herman Oder a quienes se compadecían de su estado. No obstante, se consideraba a sí mismo un mutilado afortunado. Podía caminar, si bien con lentitud y un movimiento algo exagerado del cuerpo, e incluso exhibir cierta altivez. Piernas acortadas. Bastones de cada mano. Precisión quebradiza en sus pasos. Era como reaprender lo funcional de la vida. No podían otros decir lo mismo. Mancos que deambulaban amargados, llevando colgado del cuello un cajetín con cigarrillos y caramelos de menta. Amputados de medio cuerpo que parecían guiñoles sobre pequeñas plataformas con ruedas, apostados a la entrada de los teatros o de los túneles. Monstruosos bultos que en el buen tiempo eran sacados a pasear por algún familiar, envueltos en una sábana, sobre una carretilla adaptada para la circunstancia. Había un caso extremo -¿acaso alguno de ellos no era sino una desgracia excesiva?- particularmente abominable y de difícil aceptación. El mutilado de rostro,  cuyas facciones se habían borrado  de tal modo  que se juntaban las huellas de unos ojos casi desaparecidos con lo que quedaba de unas orejas o con el residuo de una boca achicada. Desfigurados por los ácidos de las bombas más macabras, eran conocidos como los fantasmas, sufriendo también el rechazo de los demás lisiados. 

Aunque a las autoridades les molestaba cada vez más la imagen que ofrecían por las calles los mutilados, condescendían de mala gana. Les venía muy bien utilizarlos para los discursos como ejemplo de heroicidad en una guerra que se había perdido. El agradecimiento por los servicios prestados se quedaba en una vacua exaltación que nada aportaba a los forzados indigentes. Una guerra ganada habría proporcionado también seguramente este tipo de vidas infaustas, pero percibirían al menos una pensión menos mísera y probablemente unos cuidados que hicieran más digna su existencia. Herman, desde su posición más privilegiada, se creía en la obligación de erigirse en portavoz de las voces que no pronunciaban los demás. Incluso de la queja y la denuncia. No soportaba el lamento y mucho menos la resignación. “Las familias han agradecido más recibir a sus muertos”, decía con tono de imprecación. “Al menos, en medio de esta escasez, ya no tienen cargas que cuidar ni inútiles que alimentar”. Para muchos de sus colegas de la desgracia se había convertido en un profeta, no solo poniendo el dedo en la llaga de la abyección de una guerra, sino advirtiendo sobre la propia humillación que les castigaba con la dureza de las privaciones de los años posteriores . 

Herman el fresador no se andaba con tapujos. Muchos le consultaban, acuciados entre la miseria y la desesperación. “Voy a pedir que me tiren al tren”, le decían unos. “O ya he hablado con mis hermanos acerca de si están dispuestos a ahogarme en el río”, le hacían otros la confidencia. Él los entendía, pero se resistía a animarles a dar el paso. Consideraba que si la gente se suicidaba constituiría un triunfo más del Estado que les había conducido a aquel oprobio. La policía sabía de aquellas consultas al improvisado líder de los tullidos. Muchos ya habían desaparecido pero la racha de suicidios había disminuido considerablemente desde que se acercaran a él. Era como si de pronto aquella legión de desecho humano quisiera vivir. De mostrarse hasta entonces amargados, huidizos y violentos en ademanes y en palabras, incapaces de concebir una sonrisa franca, en poco tiempo manifestaban una mayor locuacidad, cierta bondad inédita y hasta un punto de concupiscencia que por sí misma daba idea de que recuperaban ganas de vivir. Se sentían capitaneados por un hombre cuya esperanza parecía consistir en no perder la esperanza. Algo ilusorio tras tantas desdichas en sus cuerpos y en su entorno. 

Una mañana, el fresador tullido no fue visto por las avenidas ni por las callejuelas que solía transitar para encontrarse con los mutilados. Al cabo de dos días corrió la voz de que su cadáver había aparecido con heridas recientes flotando en uno de los canales que recorren la parte oeste de la ciudad. No salió nada en los periódicos porque estos prestaron mayor atención a dos líderes políticos, un hombre y una mujer, que también habían sido hallados asesinados en las aguas del río principal. La ingente horda de los minusválidos desfiló ante la casa de Herman el fresador casi paralelamente a la que tuvo lugar ante los revolucionarios muertos. Fue una lenta y zarrapastrosa procesión de la indigencia y de la mutilación. También de la dignidad y del clamor antibélico. Sabían que aquel día habían perdido a tres líderes. Pero sobre todo sentían el suyo propio como solo quienes han sido engañados en los frentes de batalla pueden comprender.




24 comentarios:

  1. excelente entrada, una fotografia maravillosa, feliz finde!

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    1. Me alegro te haya gustado. Hay imágenes que acompañan y son una sorpresa.

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    1. Mais...c'est la vie. Y ocurrió tantas veces y con tanta intensidad...

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  3. A mi cabeza vinieron los mutilados de la IG.M. Todos esos excombatientes...con su descontento, su desamparo, su resentimiento hacia el estado indiferente. El substrato social del que se nutrieron fascismos, nazismos, nacionalismos radicales...y autoritarismos varios...

    Me encantó. Un abrazo.

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    1. Buena cabeza la tuya, Salamandrágora, no vas descaminada, no. Aunque el tema es aplicable por doquier en tiempo y espacio. Muchos de los combatientes eran campesinos de tradición conservadora, pero muchos eran también obreros socialdemócratas...todos nutrieron lo que vino después.

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  4. Dolorosamente cierto; una descripción descarnada de la indiferencia que los gobiernos demuestran hacia los que dieron partes de su cuerpo en guerras inútiles, crueles, de las que se benefician unos pocos vampiros.
    Muchos saludos.

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    1. Normalmente se habla poco del tema. Ciertas películas estadounidenses nos relatan el drama de los exguerreros (los oficiales son otra cosa) Pero por ejemplo, de los excombatientes de Irak apenas sabemos, tienen que estar en la miseria. Bueno, qué voy a contar: ¿qué sucedió en nuestro país tras la guerra civil? El reconocimiento exclusivo de unos. Yo conocí casos dramáticos y miserables en mi infancia. gente que tenía que disimular y mendigar para sobrevivir.

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  5. Terrible imagen esa que nos muestras. Las sociedades suelen ser tan crueles como olvidadizas. Mutilados que han dado sus partes en nombre de una guerra que a nada conduce, gente despiadada que no siente como propio el dolor ajeno.
    Lo más grave es cuando se tiene mutilado el corazón.

    Un abrazo

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    1. Ya sabes que las sociedades están mediatizadas y manipuladas por castas y poderes que, al fin y al cabo, deciden el reconocimiento o el olvido de la carne de cañón. La mutilación del corazón va adjunta a la de otra parte del cuerpo, porque el desamparo del Estado con ellos es otra herida más, ¿no? Un abrazo.

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  6. El cuento está muy bueno, pero el final no lo acompaña. Iba con un excelente crescendo, pero se precipitó en un anexo casi impuesto: la aparición de los otros dos cadáveres y todo lo que deviene de ahí. Es como que se gira inútilmente el foco y claro, se desenfoca de la sustancia y se pierde en la niebla.

    O sea, el cuento, joya, hasta que mataste más gente y los equiparaste en liderazgo al protagonista. Ergo, para mi gusto personal, el relato naufragó por un exceso de final.

    Lehitraot

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    1. Gavri, bienvenido. Me ha gustado mucho la crítica que me haces. Mucho. Cierto que en principio no pensé en los otros dos cuerpos, pero...me vinieron a la mente dos seres o personajes históricos, de relevante importancia, caídos de vil manera. Y quise hacerles mi homenaje particular introduciéndolos en el relato, siquiera de forma anónima. No podía evitarlo, y de paso daba una proyección, a mi modo de ver, superior al tema que planteaba.

      Quien equiparó el liderazgo fue la Historia, no mi historia. Eso sí quería aclarar.

      Oye, pero que te estoy sumamente agradecido por el comentario y mantente así. Me has hecho meditar sobre el mismo proceso narrativo. Un abrazo.

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  7. Un líder entre los mutilados (siempre se necesitan líderes) en definitiva cualquier guerra deja este lastre humano, mutila hasta las entrañas, el tuétano y el cerebro, la memoria de ese horror; los mutilados, molestos, evidentes más que los callados y escondidos muertos.
    Muy buen cuento, y la imagen fascinante.
    Besito.

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    1. ¿Por qué no iban a tener líderes postlíderes los mutilados? Y más si su lucha continuaba, siquiera por la supervivencia. La amargura de aquella gente no tenía fin, y las condiciones de vida deplorables acabaron con ellos a través de enfermedades, suicidios, abandonos...Y encima la manipulación de cierto partido que iba creciendo de forma carroñera sobre las miserias ajenas...

      Sí, como decía un adagio euskaldún que contaba una abuela: "Las guerras no traen nada bueno para nadie". Mira. Y de los heridos de países perdedores sabemos poco, no interesa saber. Abrazo.

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  8. Muy bueno. Muy bueno.
    Opino como Gavri respecto al final. La muerte de los dos políticos no aporta gran cosa así que podrías prescindir de ella. Bastaría con la desaparición de Herman, es suficiente para darle a la narración toda la fuerza que necesita.
    Un abrazo.

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    1. Gracias por tu opinión, Vichoff. Pero esto de escribir, aunque sean cosas menudas, tiene simbolismos, extrañas conexiones, significados que se derivan, pequeños caprichos...que a mí modo de ver no enturbian el conjunto de un relato. UN abrazo.

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  9. La madre patria los llama y anima a defender con su vida lo que la mayoría no entienden. Luego, cuando vuelven mutilados (sobre todo de mente) deja de ser madre, olvida a sus hijos y los abandona a su suerte, esperando que desaparezcan y, con ellos, los errores cometidos. Ninguna patria vale un muñon y mucho menos un muerto.Gracias y fuerza

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    1. Detalles: para los intereses que se ocultan detrás de ese término abstracto de madre patria la gente es: cuando hay paz, mano de obra barata (y hoy consumidores gastadores, habría que añadir, ¿no?); cuando hay guerra, carne de cañón y eliminación de población. Las medidas demográficas de aligeramiento de una población cuyas necesidades las sociedades no pueden cubrir pasan por guerras, y no sólo se va a estas por razones geoestratégicas o hegemónicas. Pienso.

      Así de terrible es la historia de la humanidad, y no hace tanto lo vimos directamente en Europa. Un abrazo.

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  10. siempre es duro perder a un líder,...

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    1. Sobre todo si responde a lo que reclaman los liderados. Y líder no tiene que significar mesías, cuidado. Simplemente, hay gente -pero no uno ni dos- que interpreta muy bien las necesidades y problemas del grupo al que pertenecen. No vayamos en el tema más allá. Gracias.

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  11. Baja el río silenciando cuanto estorba a la autoridad, y los periódicos divulgan de oídas o de la mano de la misma autoridad.
    Saludos

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    1. En aquel río silenciaron la historia y cambiaron el rumbo...con destino fatal y letal. Saludos.

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