(Fotografía de Anders Petersen)
La víspera de tirarse desde el último piso del edificio singular, Heinrich Weiss, apodado el pintor rojo, por los colores intensos que usaba en sus cuadros, soñó que se arrojaba al vacío. Se lo había confiado a una vieja amiga a la que telefoneó aquella mañana aciaga. La mujer no pudo aclarar nada más. Weiss solo le habló de un sueño y en ningún momento se refirió a que tuviera intención de convertirlo en realidad. Nadie supo si el sueño se impuso a la conciencia. O si alguna droga le hizo desvariar de manera fatal. El psicoanalista Joachim Liendlt, que le había tratado en ocasiones alternas, afirmó que probablemente había madurado durante un tiempo su determinación, y que en su obsesión por buscar el modo de quitarse la vida se le generaron pesadillas. “No, no tomaba últimamente ningún antidepresivo”, manifestó ante el forense que ordenó el levantamiento del cadáver. “No, que yo sepa no debía nada a nadie”, testificó su amigo Petrus, abogado. “En todo caso le debían a él, pero no tanto como para dejarle en la ruina y causarle una sensación de agobio que justificara su impulso destructivo”. Hellen Müller, la camarera del bar Die Meere, que había pasado tres días antes la noche con el artista, confirmó a la justicia que se encontraba muy animado. “Preparaba una exposición retroactiva de su obra. Muchos compradores habían cedido trabajos de Weiss el Rojo, simplemente a cambio de que constase su nombre bajo los cuadros. A la sombra de la creatividad de Weiss se sentían a su vez reconocidos”. El juez ordenó presentarse a la amiga que había recibido la llamada del pintor de par de mañana. “Sí, el sueño que me contó Heinrich era extraño y bastante enrevesado. Me dijo que había soñado que acababa con su vida, pero que desestimaba hacerlo en solitario. Que arrastraba a la muerte con él a otro hombre, al que achacaba de sus males.” El funcionario la interrumpió: “¿Le dio detalles? ¿Le habló de ese hombre?”. La mujer continuó: “Sí, me dijo que se trataba de un hombre anciano, que andaba tropezando contra las paredes. Alguien con el que ya había estado alguna vez y que le reprochaba constantemente conductas. Heinrich me dijo que en el sueño llegó a temer a aquel viejo, que sintió una mezcla de indignación, asco y miedo porque no podía librarse de su oneroso acompañamiento. Llegó a ser conmigo muy cruel, me matizó Heinrich”.
Una vez tomado testimonio a los conocidos más próximos al desdichado Heinrich Weiss el juez cerró el caso. Firmó el acta donde hizo figurar lo siguiente: “El fallecido ha encontrado la muerte instantánea a causa de la caída sufrida desde una altura considerable, producida de modo voluntario, sin conocerse los motivos que pudieron haberle conducido a tomar esa determinación. No ha dejado carta alguna ni ha hecho declaraciones a amigos y familiares que pudieran arrojar luz sobre el caso ni si cabe la sospecha de que pudiera haber tenido lugar la intervención de otra u otras personas en el suceso. Por lo que procede y ordeno se siga el curso legal en orden a su exhumación. Etcétera”.
Algunas revistas de arte de corte convencional y la díscola publicación Arbeiter Zeitung hablaron de la muerte y sobre todo de la vida del pintor rojo. Llamado así, aclararon una vez más, por la utilización intensa de ese cromatismo con que impregnaba todos sus trabajos. Al entierro no asistieron ni pocos ni muchos. La mujer que aquella mañana del trágico final de Weiss había recibido la confidencia de su sueño y que resultó ser la galerista Agniezska Ebin, leyó al pie de la tumba un escrito en memoria del fallecido. Destacó un texto que hizo vibrar a los presentes: “Tus colores ardían y toda la mirada acerca de lo que esperabas del mundo y de tu tiempo se fundió en uno solo en tu obra. Allí donde se fragua siempre la vida. Allí donde se preserva el magma de la Tierra. Allí donde nadie puede penetrar salvo los audaces como tú”.
Mientras el contingente de deudos permanecía concentrado en el homenaje a Weiss, un anciano, achacoso y enfermo, se mantuvo a distancia del grupo, apoyándose de manera quebradiza en las lápidas del cementerio civil de la pequeña ciudad.
Qué intrascendente es la muerte...
ResponderEliminarEn sí misma lo es, absolutamente, pero en su propia intrascendencia. Ser ya nada...
EliminarHeinrich Weiss encarnó su futuro en aquel onírico anciano, achacoso y enfermo. Tal vez no quiso verse ni que nadie lo viera así ("...se mantuvo a distancia del grupo").
ResponderEliminarA todos nos espera ese personaje futuro, es inútil obsesionarse con ello, nos cogerá por sorpresa aún cuando decidamos suicidarnos.
Tal vez por esa razón salió de sí, se volatilizó, se apartó de su destino de la edad provecta...y quedó en mero voyeur.
EliminarLa última frase tuya es inapelable. Pero ¿cómo huir de esa obsesión que puede ser?
Interesante.
ResponderEliminarUn "azul-oscuro-que-llega-a-negro" relato.
Los suicidas son enfermos.
Respeto que un enfermo de dolor insoportable ( para él) se quite la vida porque no pueda soportar el sufrimiento. Sólo en ese caso, en ausencia de autanasia legal.
Enfermos.
Causas de la enfermedad: El 60%, medicamentos: miles; Contra la depresión, ansiedad, síndromes varios inventados por los psiquiatras,las tópicas locuras mejor diagnosticadas; esquizofrenia, paranoia y los "bipolarismos de todo tipo".
El otro 40%, presión. Meto en este saco cosas tan dispares como la cobardía, el fracaso, los remordimientos, las autoflajelaciones.. pero también la presión social, la presión familiar, la presión de los "puntos, varemos, estándares"
(leanse estadísticas de chicos jóvenes en países llamados"en vías de desarrollo" que se suicidan porque no consiguieron su nota. Enfermos igualmente. Antes de esa decisión se habían pasado estudiando sin parar, sin comer, sin dormir..ni sé.
Nadie en su sano juicio se suicida. Así lo creo. Ni siquiera ante la desesperación de bienes materiales o inmateriales.
El instinto de supervivencia es innato, incluso a las puertas de la muerte.
Tambien se suicidan los soberbios, presumidos, los exigentes que no llegaron a lo que querían. Pobres seres a los que el miedo a sí mismos los mata.
Vaya disección, ¿también inapelable? Algunas preguntas que me hago al borde de su texto:
EliminarSer suicida ¿es un estado con el que se nace o que se adquiere? En cualquier caso no sé si la enfermedad siempre, sea cual sea, es un estado o una condición. No he indagado mucho en ello. Pero creo que hay suicidas de todas clases, ¿no? Conformación mental, vorágine emocional, adaptación a la defensiva a la sociedad...cuántas "razones" puede motivar una decisión final auto decidida. Las razones de una vejez de infortunio me parece que deben ser comprendidas de modo diferente al de las de un joven precipitado, un maduro hastiado y limitado en sus expectativas, por ejemplo. De todos modos no sé si existen razones objetivas que lo justifiquen. Todo pertenece a un mundo íntimo y secreto...
Cuando dices causas de la enfermedad no sé si quieres decir causas o provocaciones. Pero obviamente, alguien con plena salud mental no se suicida. Al suicida le falla sobre todo el margen de sentido del goce, del disfrute, del placer...en el sentido más amplio. Pero también ha habido creadores y artistas que se han matado. Complejo el tema, ¿eh?
Ardía un volcán rojo en su adentro y al mirarse en el espejo se reconoció futuro, únicamente él lo sabe, pero saltó con el espejo, eso creo.
ResponderEliminarFoto impactante, parece que resucita que se levanta.
Beso lunero.
Puede que visualizara un futuro...¿y por qué no un pasado, Natàlia? Ese fotógrafo nos mata a todos con sus motivos tomados al punto.
EliminarEl suicida llega a ser un ser totalmente indescriptible.
ResponderEliminarCobarde, valiente, enfermo....?
Sólo él tiene la respuesta en ese momento, y no nos la puede dar.
Saludos.
Y además no fácil de detectar. Hay muchos que se pasan anunciando que se van a matar y no lo hacen. Y otros apenas comentan o jamás lo hacen y de pronto...¡zas! Puede que en individuos solitarios sea más difícil hallar testigos. Pero las familias tendrían que detectar algo, ¿no? En las familias se sabe de las presiones y tensiones internas, de las encerronas, fracasos, imposiciones, violencias latentes...Y se supone que unos miembro deberían conocer a otros, pero ¿hasta qué punto conocemos al que tenemos al lado?
EliminarLas respuestas de un suicida se van con él, me parece.
Sublime, misterioso, reflexivo... enhorabuena al autor
ResponderEliminarLa muerte siempre es objeto de pensamiento interior, lo cual no debe implicar siempre drama. Hay que hablar y escribir sobre el asunto para desdramatizar y restarle peso, precisamente.
EliminarAcaso el suicida sea la reencarnación de un conocimiento superior, más absoluto y englobante que el del común de los mortales. Superada ya la trivial y básica, inmediata afirmación que compartimos casi todos: soy importante porque soy precisamente yo. Acomodamos la realidad a ese hecho, buscamos formas de clasificarla y ordenarla de manera que encaje todo en este axioma.
ResponderEliminarAcaso el suicida haya superado ya esta etapa tan primaria que es el egoísmo de la supervivencia y –ya sin lastres- llega a la conclusión de que en el fondo hay cosas que están por encima de las opiniones y los intereses. Esta suerte de ‘divinidad-venida-a-menos’ alberga un doble principio: de un lado, reconoce su capacidad de enjuiciar y valorar más allá de sus intereses particulares; de otro, ignora conclusiones ajenas por no ser de su cosecha.
Acaso el suicida está tocado de una clarividencia que se nos escapa (figurada y literalmente) como una dimensión oculta, o una civilización extraterrestre. ¡Qué condena! Ser suicida en un mundo lleno de vivos planos, de mezquindades materiales que se agotan enseguida. Tanto lastre, tanto débito superando a las personas. Quizá un día se nos haga la luz y veamos más allá de nuestra pacata realidad, tan material y tan inmediata. Pero quizá si accedemos al conocimiento superior, acabemos también siendo suicidas.
Acaso el suicida no cabe en este mundo mezquino y posea otra escala de valores… la de quien se sabe prescindible, la de quien es capaz de prescindir de todo. Mientras, seguimos en esta realidad mezquina, incomprendiendo y juzgando almas a la deriva.
Acaso todos somos suicidas en potencia; sólo nos falta un hecho, una claridad, para pasar al acto. ¿Qué es la muerte para un suicida, sino un objetivo? El centro de su diana, la meta de su vida. Puede que acepte gustoso aquello que los demás negamos, puede que se nos adelante en el tiempo y el espacio. Acaso vivimos en una sociedad en la que quien madura se suicida.
Acaso es nuestra ignorancia la que nos impide compartir ese punto de vista. Quizá mientras seamos lerdos, continuemos vivos. O puede que la muerte sólo sea un pasaporte a otra dimensión, algo que descubre el suicida.
Acaso el suicidio es un embajador de otro mundo que ha venido a rescatarnos y le ignoramos, arrinconándole en la incomprensión.
Acaso el suicidio es un concepto metafísico, involuntario… y sin saberlo, cuando estamos en el punto perfecto, morimos. Acaso la muerte no sea sino un suicidio involuntario.
Magnífica reflexión.
EliminarGracias, Loam, por expresarte.
EliminarErnesto, bienvenido. Dices "Acaso el suicida sea la reencarnación de un conocimiento superior, más absoluto y englobante que el del común de los mortales." Mi viciado racionalismo no me permite entender el alcance de esta frase.
EliminarErnesto, de nuevo.
EliminarNo creo que sea fácil desplazar la idea de que soy importante porque soy Yo. Ese ser importante implica estar antes que…o realizar las cosas en función del…Yo. Pero el Yo nunca es algo cerrado y puede entrar en el juego cósmico aceptando las experiencias externas, el contacto con el mundo y las pulsiones profundas que van despertando y adquiriendo carta de naturaleza en un individuo, ¿no? Que el suicida supera o desestima algunas manifestaciones que siguen camelando al común de los mortales no me cabe duda. No sé si es apartamiento social o de la visión generalizada y esquematizada, opresora, del mundo que se le ofrece. Que no acepte, por lo tanto, la escala de valores ad hoc lo entiendo, pero muchos no-suicidan también la rechazan. Entre el suicida y el asceta total hay un abanico de posibilidades de gente que se debate entre la contradicciones de las formas de vida, que no las acata o lo hace parcialmente, que las combate, que genera mundos que expresen otra cosa…y somos muchos los que andamos por ahí, resistiendo y tratando de tocar siempre “algo que no muera”. Hacemos del carpe diem un estímulo, que no tiene que pasar necesariamente por la estandarización social y del consumo del mercado. Pero dudo que incluso este tipo de ideas nos expliquen el complejo y oscuro tema del suicidio.
Por supuesto que todos somos suicidas en potencia y asesinos en potencia y etcétera en potencia. De qué dependa una adhesión u otra sería cosa de ver sobre la marcha, en función de nuestra aceptación de las reglas del juego colectivo y de que nuestras expectativas vitales (esas llamadas de nuestra íntima “divinidad” que no siempre sabemos responder) podamos ejecutarlas. Tienes razón: de un día a otro podemos amanecer suicidas o asesinos. Pero cómo se fragua ese cambio axial no creo que se produzca instantánea y espontáneamente.
Admiro la cantidad de sugerencias que planteas y que las dejas como puertas abiertas…
Puede que ese hombre anciano tropezando en las paredes fuese su sombra...
ResponderEliminarPuede que quisiera anticiparse a la muerte de sus sueños...
Hay muchas causas que envuelven una decisión de suicidio y en el caso de este pintor creo que las ha expuesto muy bien en su comentario Ernesto Laguna.
Puede, sí señora, que fuera una proyección. ¿De sí, de sus recuerdos, de otros personajes? LO que planteas de anticiparse a la muerte de los sueños me parece muy interesante. Siempre hay que alentar y adaptar al tiempo propio y a las posibilidades una versión de los sueños, de las aspiraciones, de las ilusiones...Puede que nos dé más miedo que un cierto sentido de la vida desaparezca que el hecho de acabar con nosotros mismos del todo. O sea, que escapamos de la muerte en vida...
EliminarTodos los días por dentro, se suicida una parte de nosotros, silenciosamente.
ResponderEliminarEs una muerte que permite que la vida a su alrededor continúe. Lo llamamos "apo-ptosis", una muerte programada, sin daño. Una muerte generosa, una "pequeña muerte" de la que brotan mil nuevas vidas.
Desprendimiento responsable que las células "tocadas", deciden desde dentro, sin ruido, para que el resto del cuerpo se regenere sin daño.
Es la representación interior de los ritmos de la naturaleza, vida-muerte-vida-muerte-vida- Muerte...VIDA?
¿acaso el suicida es el que no se murió nunca?
¿es acaso el que se dejó arrastrar por uno de esos yoes que no era él?
¿el que nunca se miró en otro? el que no le puso la "a" a la "Mor" para morirse de gusto?
Los ángeles son inmortales, tienen alas, pueden permitirse el lujo de tirarse en picado para oler una pequeña flor antes de elevarse de nuevo.
Muerte y suicidio no me parecen sinónimos.
Acaso.
Esa idea de la "apo-ptosis" debo conocerla mejor. No sé si es algo denso o superficial. Si se trata simplemente de superar estadios, tiempos, objetivos y aceptar otros nuevos. En cierto sentido todos los días este conjunto llamado Cuerpo o Ser muere y resucita, como reflejo del mundo celular, ¿no? Pero no hacemos drama de ello, y no obstante esa lenta muerte va asentándose...y cumplimos 40, 50, 60, 70...yo qué sé en un ciclo misterioso pero eficiente, aunque muy a la carta de cada individuo.
Eliminar¿Acaso el suicida es el que no se murió nunca? No lo creo. Objetivamente, su organismo funciona como otros. Pero algo en un nivel de su cerebro -consciencia, subconsciencia, inconsciencia- que puede estar "tocado" orgánicamente, le pasa factura.
Oye, esa idea de comprobar y admitir nuestras muertes diarias me gusta.
Realmente me he perdido, palabra.
ResponderEliminarSimplemente creo que en sus sueños veía a alguien que no le gustaba, alguien que le reprochaba conductas, alguien que no estaba contento con él...igual el mismo pasados los años, y decidió poner punto y final.. a los dos.
Dame, complicado. Prefiero comprobar y admitir nuestra vida diaria (si compruebo, estoy vivo. Cada muerte comprobada es muestra de estar vivo)
Un beso
Puede que no yerres sobre esa visión onírica del pintor...Las conductas llevan implícitas muchas direcciones. Luego, cada cual prueba, comprueba, elige o rechaza.
EliminarY note preocupes, que si algo no es LAdameauchien es un tratado moral. Y mira te doy la razón: cada muerte no nuestra comprobada es signo de que nosotros estamos. ¿No es lo primero que pensamos, que ratificamos, en cuanto sabemos de alguien del entorno que s eha ido?
Hermoso cuento, se agradecería más si fuese más extenso, porqu hay muchas historias que contar que se quedan ahí, esperando ser relatadas, pero ya sabemos como es el formato blog, que ha que reducirse a un tamaño, aún así, enhorabuena.
ResponderEliminarVaya, esa opinión estimula. No obstante, demasiado largo me ha salido. Bueno, preguntaré en el horno si puede hacerse otra remesa. Gracias, Ico.
Eliminarpienso que el suicidio para algunos es la última incógnita a la que no se pueden resistir, es la última búsqueda..
ResponderEliminarme gustó, saludos estimada dame
O acaso la conciencia de incapacidad ante la búsqueda, la impotencia definitiva, el agotamiento, la desesperación...
EliminarGracias por pasar por aquí, Frescotona.
estupendo. ya tienes otro lector. sobre todo me gustan los detalles, estilo Cunqueiro o Borges, que la gente es en su contexto (o los exámenes de literatura cuando me inventaba autores y obras). ¿sabes q incluso busqué en Google el nombre del tío? hay un gerente-ejecuta, pero ningún pintor, : )
ResponderEliminarun beso, saludos y nos volveremos a ver,
rafarrojas
La difícil línea entre ficción y realidad (que también es ficción en cierto modo,¿no?) Pasa cuando gustes, naturalmente. Interesan tus opiniones.
EliminarVengo de la idiota internacional blogspot, para agradecerte hayas pasado por allí, y me encuentro con un magnífico relato-cuento. El suicida es un ser que ya no espera nada, no tiene tiempo. Por lo tanto elige dejar de ser, de mirar hacia adelante porque hace tiempo que se le acabo el camino. No mira hacia adelante, sino que está inmóvil y para esa postura mejor muerto.
ResponderEliminarUn saludo con admiración.
Un ser que se cansó de esperar, ¿no? Acaso no tuvo paciencia desde que nació, o sus expectativas eran demasiado idealistas para encontrar acomodo en esta vida, o todo le cansa y no le trae experimentar situaciones vitalistas y prefiere echar-se el órdago. Qué tendrá el cerebro del suicida, qué tendrá.
EliminarBienvenida, Marcela, soy receptivo a tus opiniones. Saludo.
HO!! te descubro i me fascinas.... Por esto mantengo el blog para descubrir singulares como TU
ResponderEliminarSi descubres aquí, pasa cuanto gustes, Miguel. Espacio abierto. Y está bien que prosigas tus escrituras.
EliminarSaludos.
Las incógnitas del sucidio de las lleva para siempre el suicida. Un saludo, Dame Blanche.
ResponderEliminarY sobre todo los enigmas, Persona. Tema arduo, sobre el cual hay mucho dicho y escrito pero poco y mal comprendido.
EliminarSaludo cordial.
Nos encantan tus textos, podemos utilizar alguno como inicio de nuestro programa de radio El Secreter? ...Esperamos ansiosas tu respuesta. Gracias por seguirnos ......
ResponderEliminarBuen día. Naturalmente, cuantos queráis. Mira, es una idea que puede dar mucho juego. Ya me gustaría oír el programa, ya.
EliminarUn abrazo.
Hola, me gusta mucho lo que publicas. Me sigues? saludos www.centrodemesa.org
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