(Fotografía de Katia Chausheva)
La chica masticaba chicle a su lado. La película no había comenzado y pensó en cambiarse de asiento. Teme tanto los ruidos que la gente hace con la boca. Le retuvo un cierto aroma agradable que se infiltraba por su nariz, le humedecía la boca y se fijaba en el paladar. Y degustó tanto de aquella insalivación que no sabía bien si era propia o le llegaba también con el perfume que la joven emitía al ejercitar las mandíbulas. Estiró su cuerpo hacia atrás para mirar a la mujer de reojo. Era muy morena de piel y el cabello tan absolutamente negro que pensó que si tiraba el chicle o dejaba de respirar tendría la impresión de que no habría nadie a su lado cuando se apagaran las luces. La chica se entregaba al tecleo del móvil, dejándose observar. Él inhaló profundamente y ella debió advertirlo porque le dijo: “¿Te molesta el chicle? En cuanto empiece la película lo tiro”. ¿Cómo aclararle a ella que le molestaban los chasquidos de sus dientes pero le embriagaba con intensidad el olor? ¿Cómo hacerla entender que al aspirar aquel aroma llegaba algo más íntimo de ella, de manera translúcida y limpia? El hombre se asombró entonces de que los efluvios de la boca de la chica le estuvieran proporcionando tanto placer sensitivo. “Si lo vas a tirar, dámelo”, respondió al fin el hombre. “De acuerdo, claro”, respondió ella con desparpajo. Él escuchó que la chica mordía entonces con más ansia la goma. Que al hacerlo abría más la boca, exaltando los movimientos de sus carrillos. Que con aquel apetito emitía una fragancia más intensa. Comenzaron a apagar las luces. La joven se sacó el chicle y lo puso con acierto en los labios salivosos del hombre. “Creo que será mejor así”.
Sólo se me ocurre un comentario: ¡plas, plas, plas, plas,plas! (aplauso)
ResponderEliminarBss
Muy onomatopéyico, oui. Merci.
EliminarGenial, es una historia muy sugerente y intensa, com el aroma del chicle. Y además muy bien escrita!
ResponderEliminar¿Hay algo más estimulante que un aroma...estimulante, naturalmente? Cuánta información puede aportarnos, cuánta imaginación puede desbordarnos. Gracias, Silvia.
EliminarLa clave en algo más íntimo que el aroma mismo el chicle: esencia de mujer. Un abrazo. Carlos
ResponderEliminarCarlos, vas directo a la diana. Pero la esencia de la mujer no lo es; es algo más. Abrazo.
EliminarMe da la impresión que ese chicle provino de la isla de los lotofágos, y que el hombre aque era Odiseo re-encarnado, la película no podría decir si alcanzaron a verla, aquí lo que más importa no es eso ni tan siquiera el chicle, es el deseo.
ResponderEliminarBesos.
Pero en ese caso un deseo no esperado ni previsto ni buscado siquiera...el deseo es algo que aparece, simplemente, ¡un azar! Que frecuentemente permanece recóndito.
EliminarEsta entrada me ha parecido muy erótica. Magistral.
ResponderEliminarLuego las sensaciones son fundamentales incluso en la distancia. Ay, qué maravilla la inteligencia d elos sentidos.
EliminarEl hombre cree que es el chicle, pero yo le diría que no es así. Se trata de algo inexplicable, por eso entiendo su desconcierto y me solidarizo con él.
ResponderEliminarA veces me ha pasado, he sentido una corriente "erotizante" hacia alguien que a primera vista no me ha resultado nada atractivo. No me ha gustado su aspecto, ni su físico, ni su forma de vestir, ni sus maneras, ni sus manos (pieza fundamental)... Y sin embargo, o quizás justo por eso, he sentido la corriente y me ha fastidiado mucho sentirla. Misterios de la naturaleza...
Es que ¿quién, hombre o mujer, no ha sentido alguna vez algo como lo que expresa esa experiencia tuya? Los científicos hablarán de las feromonas...Lo cierto es que uno se desconcierta mucho ante ciertas percepciones que parece que no encajaran con otras contemplaciones, por ejemplo. Esos efluvios hablan con un lenguaje subterráneo inexplicable y no necesariamente se coordinan con imágenes visuales y menos con nuestros propios prejuicios y cánones adquiridos. Pasa y no se sabe por qué. ¿Herencia del animal que seguimos llevando, afortunadamente, dentro? Supongo que va por ahí lo que dices.
Eliminar¡Qué acierto de vecino de asiento!
ResponderEliminarGracias a sus manías, atento al detalle, a lo sugerente.
A veces nos sorprenden los vecinos de asiento. Los que parecen gratos pueden ser huraños. Los que asemejan tosquedad proporcionan campechanía. Alguien que masca chicle y permanece ajeno nos habla ignorándonos.
EliminarMe introduje en la situación sensorial planteada en el texto: chasquidos y aroma. El oido, disgustado (yo también detesto los ruidos en el cine), en cambio el olfato, agradecido; y finalmente también el gusto, al recibir ese extraño intercambio y segregar su propia saliva de placer.
ResponderEliminarGracias por tus relatos, tan bien escritos.
De los ruidos en el cine...ya no voy tanto pero me condiciono más que nunca: elegir un día con poco público, filas solitarias a ser posible, por delante y por detrás, huir de palomitas, mandar callar al personal, etc. Uno se ha vuelto muy hipersensible al respecto.
EliminarGracias a ti por seguirlos, Mirella.
Por eso voy poco alcine , por los ruidos y los olores ... y por la economia ( luego pasa lo que pasa en los cines americanos y aqui no por no tener permiso de armas ) . Suerte de mimujer que puedo compartir sofa y series hasta altas horas de la madrugada . Ah y huele de maravilla , sobre todo recien duchada .
ResponderEliminarTe creo, te creo. Pero...el cine es el cine, ese espacio de soledad en que los personajes de la película descienden hasta ti (suena a Woody, pero bale) y te arrastran.
EliminarBuen día de niebla.
Me ha encantado la forma en que has conjugado aromas y ruidos que traspasan las barreras y llegan hasta el lector.
ResponderEliminarCada vez que paseo tu blog, es un placer leerte.
Abrazo viajero.
Pero es que esos aromas, ruidos y otros signos de las confluencias y movimientos humanos están ahí, Carmen. No siempre son apetecibles, ni siempre dignos de ser odiados. Me tenía que hacer eco de ellos, simplemente. Gracias por pasar y comentar.
EliminarLos aromas son más intensos, estimulan, en la oscuridad de la sala. Poco quehacer le queda a la vista, las sensaciones van del olfato al (con)tacto suave de los labios.
ResponderEliminarMuy buen texto, felicidades.
Salud
Francesc Cornadó
Habrá que pensar alguna clase de continuación con el fondo de la plena proyección cinematográfica...por lo que sugieres. Muchas gracias por estar, Francesc.
EliminarBueno, creo que fue uno de los más dulces besos jamás relatado. Un abrazo.
ResponderEliminarY sibilinos, Darío, y sibilinos...Chau
EliminarEste texto me fascina.
ResponderEliminarEl deseo viaja siempre sin butaca asignada, libre de pauta e inmune a la costumbre.
Un beso
Buena cita la tuya, Eusebio. Y tanto que viaja: y sin pedir permisos, ni autorizaciones, ni cánones, ni nihil obstat...Gracias.
EliminarMe rindo ante este post. Genial!!
ResponderEliminarUn abrazo.
Eres muy amable. Gracias por expresarte, un abrazo.
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