(Fotografía de Laure Albin-Guillot)
“La señora que solía venir por aquí dejó ayer esto para usted”, sorprendió el camarero al hombre del gabán. Ambos se miraron con discreta complicidad. Él dio las gracias, tomó el sobre y pidió un vermut seco. Luego leyó.
“Estimado señor. No me culpe por aquel desplante. No lo fue. Pero admito que me desconcertó. En cierto modo estoy cumpliendo mi promesa de hablarle otro día. Oh, no, tampoco es que vaya a responder ahora a todo lo que usted demandaba de mí tan curiosamente. Pero alabo su atención, su valor y, cómo no, ese amago de indiscreción que me ha llevado a echarle en falta los últimos tiempos. Bien podría yo también decirle: hábleme de sus indecisiones, de todo aquello que le frena para dar pasos que no acaba de dar. Hábleme de su medida del tiempo, o de su nihilismo respecto al tiempo, algo inconcebible entre los humanos que pugnan por situarse cada día en un espacio del que se apropian vanamente y no en el margen como usted da la sensación de vivir de modo permanente. Hábleme de su espera, del sentido que concede a la espera, tal vez errando pues la espera es vacío. Puedo entender que usted vea ahí una fuente inagotable de imaginación. Puedo aceptarle que se recree en sus fantasías, pero al precio de no tocar jamás un fin palpable. ¿Temor a arriesgar y perder? ¿Perder lo que no se decide a poseer? Hábleme de esas maneras que tiene de desarrollar su inventiva; figuraciones y sueños que construyen sus relatos. ¿Es usted así en la vida real? Cuénteme de sus razones, acaso superficiales, para observarme día tras día mientras pasé por el bistró. Dígame si acaso su mirada hacia mí se dejó llevar por instintos más descarnados o por motivaciones recónditas que no alcanzo a ver con claridad. Le escucharé, aunque no se lo pregunte, sobre cualquier manifestación que su mente haya producido a causa de mi repentina ausencia. ¿Debería advertirle de que no me he ido para siempre? Ciertos asuntos pendientes me han obligado a acercarme hasta la costa. Pero este clima es demasiado frío emocionalmente para mí. Sí, cualquier día apareceré de nuevo. No le ocultaré que espero que usted no haya cambiado.”
El índice y el pulgar patinaron al unísono sobre el papel. A continuación dijo: “Laurent, tráeme otro vermut”
Muy bueno, Dama.
ResponderEliminarEsta, mi primera lectura de hoy, me ha dejado un buen sabor de boca.
Seguiré paseando por aquí.
Abrazo,
Eusebio.
Me alegro si te gusta, Eusebio. Que no te indigestes.
EliminarEscribes muy bien. Y además me gusta mucho lo que dices. Te felicito, de corazón.
ResponderEliminarUn saludo.
Ya sabes, Jesús, que todo es cuestionable y discutible, pero uno se queda a gusto dando rienda suelta a los flujos del pensamiento. Hay mucho biológico y hasta fisiológico en la escritura. Muchas gracias.
EliminarNos instalaremos en ese vacío que es toda espera hasta que ella regrese....Un abrazo
ResponderEliminarMe subes el listón de la intencionalidad, pero quién sabe si regresará. Abrazo.
Eliminarque buena creación, felicitaciones
ResponderEliminarsaludos
Enletras, se agradece tu estímulo. Saludo.
EliminarMe gusta mucho esa forma de contar donde se dice poco del hecho en sí que, sin embargo, va emergiendo y mucho del mundo interior de los personajes.
ResponderEliminarSaludos.
Me apunto tus observaciones, me sirven para meditarlas. Gracias.
Eliminar:) ¿final feliz?
ResponderEliminar¿Hay alguna vez final feliz? ¿O solo intermedios más o menos dichosos o que generan ilusión? (Tu coment había llegado como spam y no lo había visto antesa, lo siento)
EliminarUn abrazo, Francesca.
Así que era eso, no es que las mujeres que desatan el amor se vuelvan invisibles… simplemente la dama del perrito tenía unos asuntos que resolver en la costa. Qué cosas, Dame… ¿te puedes creer que me alegro por el hombre?
ResponderEliminarY ha cambiado la copita de calvados por un vermut… ¿Será buen síntoma?
Como siempre, me ha gustado.
Cosas a resolver en la costa e invisibilidad no chocan. ¿Y si es una boutade de ella? ¿Un infantilismo repetino, o un gesto de adolescente, no obstante su prestancia de dama madura relativa? ¿De qué no es capaz una dama generando posibilidades sobre un hombre?
EliminarLo del vermut puede ser por la hora, Quelle. O que alterna calvados y el seco. Gracias y un abrazo.
¡¡Lo sabía!! Sabía que, sólo tres palabras de las escritas en aquel papel, bien merecían dos minutos de atención y un café...Entiendo que, para ella, merecían bastante más. Lo recordaba, lo añoraba y pedía volver y encontrar pocos cambios a su vuelta...Tal vez un poco más de decisión y arrojo...igual algo más que una nota por respuesta.
ResponderEliminarGracias, mil.
Interpretación posible, claro, pero el juego está abierto. La aparente promesa de retorno no está certificada por la mujer. Gracias a ti.
EliminarImpecable, siempre.
ResponderEliminarVaya, al menos no es implacable (los personajes pueden serlo en un momento dado) ¡Gracias!
EliminarMe gusta tu lectura, muy bien llevada.
ResponderEliminarUn saludo, dame.
Si te sientes a gusto me complace. Buen día.
EliminarDemasiadas preguntas. Seguro que vuelve a ver como siguen. Me gusta tu blog. Con tu permiso me quedo por aquí. Te animo a visitar el mío.
ResponderEliminarSaludos
Gracias, Jaal, por parar aquí. Un saludo cordial.
EliminarQué buena literatura.
ResponderEliminarUna venia, señora Escritora.
Gracias por tu comentario bondadoso, Tania, pasa por mi perfil. Gracias y vuelve cuando gustes.
EliminarHábleme de su inspiración, dame blanche, para escribir historias tan sabrosas y ¡con hermosa maestría! ;-)
ResponderEliminarOh, Lucy...lo mío no es racionalizar y explicar mis imaginaciones y ocurrencias...aunque quién sabe...déjeme que lo piense.
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