(Grabado de Theodor de Bry)
En el mal llamado Códice de los Patagones, una suerte de diario anotado en el siglo XVI por el Padre Ferrán de Sansor, destinado en la misión más austral establecida por los españoles, se da cuenta de un acontecimiento que posteriormente fue borrado de la escritura de la historia. Ya se sabe que lo que no se escribe no existe, si bien siempre ha quedado en pie la narración oral y la conversión de los hechos en leyenda. En lo que aparentemente no es sino una relación de sucesos, el autor menciona una de las acciones correctivas más contundentes que las autoridades tomaron, por iniciativa del Virrey, para el sometimiento de las tribus de aquella latitud. Así, en la primera parte de su obra, transcribe literalmente lo ordenado: ”…y como quiera que aquestos indios salvajes no se dejan someter al dominio del Rey de las Españas ni ceden al acatamiento debido, Nos, en nombre de su Católica Majestad, hemos considerado que los varones de estos territorios sean desprovistos de todas las hembras que cohabitan con ellos y se proceda al desplazamiento destas hacia otros territorios extremos del interior. Adviértase que con tal decisión se pretende domeñar la bravura de esos indios, poniendo de aquesta manera en aviso a los salvajes guerreros que solo les serán revertidas sus esposas y demás mujeres, sean o no de sus tribus, si aceptan reconocer al Conquistador legítimo de estas tierras, Paladín de la Fe, Defensor fiel de la Iglesia y Señor de las Indias nuestro Rey”.
Mal debió considerar el Padre Ferrán tal medida pues más adelante añade con valentía su comentario personal: “…Nuestros príncipes valedores de la Fe no se dan cuenta del tamaño perjuicio que se causan también ellos mesmos , ya que de todos es reconocido que aunque muchos de nuestros oficiales y soldados, funcionarios de la Corona e incluso clérigos cohabitan indisciplinadamente y en pecado con muchas mujeres de aquestos indios, dicho trato carnal conduce a un apaciguamiento de las ansiedades de nuestros servidores, así como al parto de niños que serán bautizados en nuestra Fe y, debidamente adoctrinados e instruidos, nos honrarán en el servicio del Reyno de las Españas”. El Padre Ferrán de Sansor, que hizo la relación de acontecimientos en diversas etapas de su vida, constata también su propia insatisfacción personal. “…Y aunque me han escuchado mis superiores, y no obstante haberme dado la razón en privado, dícenme que no pueden cambiar el orden de las cosas pues que el estamento del virreinato no cede a lo que considera política de Estado…” Y añade con cierto grado de frustración: “…Yo mesmo me hallo en la encrucijada de tener que pervertirme de malas maneras y en contra de mi naturaleza o bien pedir el traslado desde esta misión a alguna de las que hay establecidas en otros lugares de las Indias donde existe pacificación y por esa causa mayor tolerancia”.
El Padre Ferrán nunca fue trasladado a otra región de la Corona, por más que, en un principio, pareciera anhelarlo. Los investigadores hallaron hace pocos años en el Archivo de Indias varias cartas de un soldado de la guarnición adjunta a aquella misión, dirigidas a su madre. En una de ellas explicaba a ésta: “…el Padre que está a cargo de la misión había pedido al superior de la Orden que se le permitiera trasladarse a cualquier otro destino, aduciendo que estas latitudes afectan a su estado de salud. El alférez de la compañía me puso en aviso de que si llegaba la notificación del traslado retuviera el correo. La cual encomienda cumplí rigurosamente, pues las ordenanzas y la disciplina debida a mis superiores me lo exigen. Ya hace tiempo que se comenta en la guarnición la extraña conducta habida entre el Padre y el alférez, pues que ora están de buen humor, ora dicen denuestos uno del otro, ora se muestran cómplices, ora chocan con harta disputa, y todo lo cual ha dado alas a ciertos bulos que tienen que ver con la carencia de féminas, aunque quien más o quien menos todos se ven afectados por un cierto estado de miseria moral…” Y en una carta posterior, dicho soldado le cuenta: “…se comenta que va a ser revocado el castigo dictado a los indios patagones pues se considera de mayor quebranto para nuestras tropas y administradores que para los mesmos salvajes, pues estos saben hacer frente a sus necesidades recurriendo a las tribus antaño enemigas y con las que han pactado nuevas cohabitaciones carnales a cambio de suministros y defensas…”
Pero la noticia más peregrina se encuentra relatada en una carta aún más tardía, probablemente la última dirigida a su madre. “…Desde que se ha permitido el retorno de las mujeres indias, madre, todo está confuso. Pues por una parte, parece restablecido un orden y apaciguados los ánimos del cuerpo, mas por otra se han observado ciertas deserciones entre nuestras gentes, de diversos estamentos y cometidos, sin que se sepa por qué causa. Entre las desapariciones están las de nuestro alférez y la del Padre Ferrán de quien le hablé en otra carta, sin que el Gobernador especial nombrado por el Virrey haya decidido tomar cartas en el asunto, y acaso estén interesados en que ignorando estas fugas se oculte también la medida de sometimiento frustrado sobre los indios…”
Acerca del Códice de los Patagones solo queda por aclarar que, si bien se tiene la impresión de que el diario siguió escribiéndose durante bastante tiempo, la relación transmitida quedó bruscamente interrumpida. No se conocen las causas de la arrancadura de las páginas que debieron venir a continuación. Desgraciadamente, a veces la Historia se nos transmite medianamente, por lo que es deseable que nuestra curiosidad permanezca viva ante la braveza inesperada de los acontecimientos.