(Fotografía de Herbert List)
“Usted está aquí”, lee. Y la flecha indicando un punto y el punto lloviendo una gota. Donde usted está usted no pisa el suelo, no tiene perfil ni espalda ni frente. O lo que es lo mismo: nada hay debajo, ni lateralmente, ni por detrás ni por delante.
Usted se encuentra solamente en la abstracción de un plano de la ciudad. Tampoco ve viandantes, ni vehículos, pero no se fía. Solo tiene alrededor líneas rectas que se desbocan por doquier. Líneas tangentes, perpendiculares, paralelas, secantes. Excepcionalmente, algunas leves curvas. Trazados dilatados se sortean con otros angostos y, de vez en cuando, una circunferencia donde van a parar las radiales. Usted se encuentra aquí, en una intersección y tiene que creer el mensaje.
Naturalmente, puede intentar aplicar sus conocimientos de los puntos cardinales, pero no le servirá de mucho. O tratar incluso de hacerse una idea de la proximidad o lejanía de lo que busca. Y hasta calcular intuitivamente un destino preveyendo, a su vez, el retorno a la procedencia. No saldrá por ello de dudas. El esquema geométrico está pensado para que usted no se extravíe. Pero usted hace infinidad de inquietos movimientos de sospecha. No se ha percibido todavía de que al hallarse usted en este punto usted se convierte en parte del mapa. Pierda, por lo tanto, su materialidad. Prescinda también de su capacidad de razonamiento y limítese a seguir las instrucciones.
Nada le dicen los calificativos y los nombres que se abren paso entre tanta línea y que sobrecargan su mirada de mil ojos. Una retícula compleja y centrífuga que contiene también su rostro. Hágase cargo de que camina invisible por tal tejido, déjese llevar. No arranca, bien por desconfianza o porque no ha interpretado aún el manual que se le brinda desinteresadamente por parte de la municipalidad. Desearía dar la espalda a esta modalidad de dibujo que dicen que representa el territorio. “Esto no es un territorio, esto no es una ciudad”, se le ocurre a usted. Empieza a comprenderlo, pero no puede escapar. Mueve de nuevo la cabeza en todas las direcciones y repasa. Se acerca tanto que sus antenas se sensibilizan al golpearse con el cristal del plano. Ha decidido probar con su boca en forma de ventosa, sin obtener contrapartida. Por fin, sus patas peludas han elegido una dirección. La voz es automática: “Deseamos que el recorrido elegido sea el correcto. Pensando en ustedes, los insectos, se ha hecho esta costosa pero práctica inversión. Que tenga un desplazamiento acertado y cómodo”, escucha que dice la delicada fonética virtual. A continuación, emprende usted el vuelo.
Kafka y tú tenéis razón; a menudo nos sentimos insectos. Somos insectos; desorientados, perdidos y alienados.
ResponderEliminarUn saludo.
Seguro que Kafka tenía más razón. Pero no creo que la sociedad sea menos gris ahora que en su tiempo. Vivimos también programaciones como los insectos. Con los calificativos que tú bien usas.
EliminarSiempre me han hecho gracia estos rótulos de "usted está aquí". A menudo los necesito. Besos!
ResponderEliminarTras la utilidad suele aparecer la perplejidad. Y la pregunta: ¿dónde estoy realmente?
EliminarSiga deambulando, e invente nuevos recorridos...
ResponderEliminarSe intenta, siempre que las antenas y la percepción lo permitan. Vuelo abierto.
Eliminarque gustoso lugar, encantada de estar junto a tus lapices.
ResponderEliminarAgradezco que entres en este espacio. Lee cuanto gustes.
EliminarHola . Supongo que mi parte de coleoptero alado me dirigio rumbo incierto a estas latitudes que gratamente seguire en pos de orientaciones quizas mas certeras.
ResponderEliminargracias por compartit . salut i feliços vols .
Pues en el vuelo nos encontraremos, supongo. Los insectos no paramos.
EliminarSalut, gracias a ti.
Si tuvieras barbas y mostacho y metro ochenta y pico diría que eres Cortázar (quizás no siempre des el tipo; deberé continuar leyendo). De serlo, a estas alturas del partido, escribirías apestándolo todo y caminarías repleta de insectos sobre ti, devorándote por dentro, y saliendo a veces al exterior para buscar otro menú a base de otros insectos. Nosotros, como sociedad, como colectivo o civilización, debiéramos vivir en ordenes sociales estrictamente insectívoros. Los Robinsones o Tarzanes o tuaregs ya no, por andar en grupos reducidos o en solitario, pero las aglomeraciones y las soledades son otro cantar.
ResponderEliminarDelicioso lugar donde leerte.
Un saludo.
Miguel, me abrumas. No soy ni un Prometeo así como para ser un Zeus, ja. No creas, aunque ya lo sabes, pero en muchas prácticas somos los humanos muy insectos on-line y, por lo que desean los dueños del mundo, quieren que lo seamos más todavía, en el término más productivista y laborioso que quepa pensar.
EliminarSí, no obstante las aglomeraciones, soledades y abandonos son otro cantar, pero muy nuestro también.
Un abrazo, estimula tu carta, ¿sabes?
No, no lo sabía. ¿Soy como la abeja que estimula la polinización de la floresta o la flor que pone cachondo al insectito?
EliminarSácame de dudas, ¿sí?
Otro saludo.
Bien por el triunfo del Humor. Salud.
EliminarBien. Brindo por ello.
EliminarSalud, camarada.