...no creía en lo que veía, y siempre sospechaba que en cada persona la vida auténtica, la más interesante, transcurría bajo el manto del misterio, como bajo el manto de la noche...

Antón Chéjov, La dama del perrito

domingo, 14 de octubre de 2012

el curioso de la tribu


(Fotografía de Herbert List)



En la profundidad de la caverna moraba la negritud. Ni siquiera quienes cuidaban del recinto conocían su rostro. Solo los que edificaron el lugar habían sido conscientes de las dimensiones y de las formas; pero eran arquitectos volantes y ya no vivían en el poblado. Quienes tallaron la representación podrían hablar de ella, pero habían olvidado voluntariamente. Se había acordado un pacto desde el primer adobe. El tiempo y el apartamiento fueron haciendo el resto. Aquel ente se había fraguado en el silencio y en la oscuridad. Ello le otorgaba distancia sobre los miembros de la tribu. Y con la distancia se asentaba su superioridad. Lo inaccesible le protegía y a la vez constituía su secreto.

Nwali, el más curioso de los pobladores, se adentró un día en el espacio sagrado, cuando las celebraciones del fin de la cosecha habían dejado exhausta a toda la vecindad. Avanzó hasta lo más hondo, aun sabiendo que transgredía los preceptos más insoslayables. Perdido en las tinieblas escuchó dentro de sí una voz: “Sabes que no has debido entrar hasta este vértice. Me verás pero no me verás”. Aquellas palabras le parecieron a Nwali contradictorias, pues no podía negar la evidencia ni desproveerse de su asombro. Los rasgos definidos de aquel personaje esculpido que habitaba en la penumbra le admiraron, así como su volumen complejo, sus posturas dinámicas, los caracteres rígidos de su rostro y el material de que estaba hecho. Pero las palabras escuchadas, onerosas y temibles, le incitaron a buscar la salida lo antes posible.

Sin embargo, en su retorno, no encontraba el final de aquella cueva. Cuando oyó voces alarmadas en su proximidad creyó estar cerca del exterior. Las censuras que increpaban su aventura se hicieron más evidentes y más acres. “Ayudadme a salir, no quiero permanecer aquí”, gritó Nwali con angustia. Sus hijos y las mujeres de sus hijos se acercaron, tocaron sus hombros y le respondieron: “Estás aquí ya, con nosotros, cálmate”. En su confusión él replicó: “Pero sigo sin ver, todo está oscuro, no creí que el camino fuera tan largo. ¿Cómo habéis entrado vosotros?” “No hemos entrado -le respondieron entre reproches- sino que eres tú quien lo ha hecho, si bien ya estás fuera”.

El curioso Nwali no volvió a ver durante el resto de sus días, ni admitió recordar lo que había percibido en lo más penetrante de su aventura. Solo el brujo trató de llevar consuelo al alma de Nwali: “Donde está el corazón de la tierra habita la divinidad. Que no puede ser vista ni tocada ni comprendida por el hombre.” Nwali no se atrevió a responderle que él si había visto, tocado y comprendido aquel ente, tal vez temiendo que el castigo recibido pudiera ser mayor.


15 comentarios:

  1. Se teme lo que no se comprende. Gran verdad. Muy buen relato.
    Un abrazo.

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    1. Sí, es uno de los temores fundamentales, pero hay que insistir.

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  2. Una excelente metáfora que nos advierte que la sabiduría no comprendida o, mal comprendida, nos sumerge aún más en la oscuridad de la ignorancia.
    Un beso grande

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    1. Pero hay que hallar la manera de acceder al conocimiento. Tal vez si relativizáramos todo...

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  3. Le doy la bienvenida como seguidor de mi blog, compartimos el gusto por la palabra.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Muchas gracias por corresponder tan amablemente, Francesc. El gusto por la palabra es de lo más grato que existe en esta vida. Nos leemos.

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  4. Temía tal vez el castigo de otra ceguera peor?
    Ahora donde encontraría refugio?
    Dentro tenía miedo y fuera también, la soledad de Nwabli apaciguaría su curiosidad?
    Disculpa, a mi también me mata la curiosidad :)
    Buenísimo relato

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    1. Tantas preguntas pueden estar respondidas implícitamente en el pequeño relato. Digamos que sigue abierto. Muchas gracias.

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  5. A veces, un breve y parcial contacto con lo inescrutable nos paraliza. Pero el desafío sigue ahí, para nuevos intentos.
    Estupendo relato de negruras y misterios por descubrir.

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    1. Ahí te quiero ver, nada menos que lo inescrutable está presente. Pero sobre todo la representación de lo inescrutable, cuyo precepto dice que no debe escrutarse. Depende de aquel cultura se pertenezca.

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  6. Aunque no creo que fuese tu intención, a mi el relato me ha llevado a pensar en el tipo de metáforas y situaciones que plantea la literatura gótica.
    Acabo de descubrir tu blog, te iré siguiendo -leyendo, mejor dicho.

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    1. Lluis, no se me había ocurrido lo que sugieres. Por supuesto, para cuanto gustes aquí y aporta tu granito crítico si te place.

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    1. Aris, la curiosidad es conocimiento primario, procedente desde el fuego de la infancia.El ciego del relato vio...pero no podía decir qué. Y siguió viendo en su interior.

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