(Fotografía de Jaromir Funke)
Sucede en 1946 y es de noche. Ella es enfermera y tiene un destino en el norte del país. Él, más joven, casi ha terminado la formación de ingeniero, todavía sin experiencia. Su primer trabajo le lleva hacia una región interior devastada, donde aprenderá todo. Ella sí sabe de su oficio, sobradamente. Se estrenó en los meses del desastre final y en poco tiempo se puso al día sobre la suerte adversa de las almas y los cuerpos humanos. Ambos esperan en la fonda de la estación a que lleguen sus respectivos trenes. El local está repleto pero no hay bullicio. Se amontonan individuos de todas las edades y procedencias, bagajes dispares, rostros fríos y desconfiados. No obstante el rigor tradicional del servicio de ferrocarril las circunstancias han alterado sus ritmos. Las direcciones que van a tomar son de circulación preferente, pero los retrasos se han convertido en algo ordinario. La paciencia, también. La enfermera ha abordado al ingeniero. Le ve apocado, incapaz de soltar su maleta gastada. “Yo voy a la costa. ¿Tú?”, le dice. “Yo a la cuenca. No sabían a quién enviar y me ha tocado a mí”. Ella fuma despacio y las volutas vuelven más vaporosos sus cabellos. La fonda huele a patata asada que una camarera guasona sirve a las mesas. “¿No te da miedo ir tan lejos?”, le pregunta el hombre. “Después de todo lo que he visto solo me dan miedo el hambre y la miseria”, responde tajante la enfermera. Podrían hablar de tantas cosas, pero están cansados. Todo el mundo está fatigado, principalmente por hastío. Es como si supiesen todo de sus vidas, simplemente porque lo sufrido en los últimos años pesa como si sus existencias anteriores se hubieran borrado. La mujer y el hombre se miran; ella más segura, él desconcertado. Un empleado del ferrocarril se presenta y se impone al murmullo. Comunica que un accidente en un lugar próximo ha paralizado la circulación. Que la demora puede ser importante. Horas, acaso algún día. Que estén atentos. Que si no es en un tren serán ubicados en otro. “¿Quieres más café? No es muy bueno pero está caliente”, avanza el joven. Ella mira el cuello raído de la camisa del ingeniero, las muescas de la polilla en su gabán, las ondas del cabello que se desploman sobre las sienes. “Esto va a ir para muchas horas”, le responde. “Seguro que hasta mañana no hay posibilidades de movernos de aquí”. La mujer corrige la caída de aquel oleaje del pelo de él, se lo echa con varios movimientos de su mano hacia atrás. El muchacho siente que la marca de los dedos de la mujer ha quedado impresa en su piel. “¿Qué podemos hacer?”, le pregunta. Una nube de vapor acompañada de un pitido agudo e imponente desgarra los andenes. Procede de la locomotora del tren de reparación que atraviesa la estación a toda velocidad. No se ha oído la respuesta de la mujer, pero se ha levantado y tira del brazo del ingeniero.
No creo en el destino, pero la casualidad es responsable de encuentros que tal vez no deberían haber ocurrido.
ResponderEliminarUn beso grande
Destino es un término que cabalga entre lo convencional y lo literario. El azar es lo que tiene tantas claves...
EliminarSiento que hay algo detrás de los viajes. Incluso detrás de la lluvia. A veces el amor, aunque sea al instante será para siempre.
ResponderEliminarNaturalmente, los viajes conllevan siquiera la simple o profunda observación de cuanto nos rodea. Se aguza tanto el ser que llevamos dentro...
EliminarEntre el vapor del tren, la pareja se disipa y se marcha, nunca debemos desperdiciar lo que ofrecen los retrasos, pasarán trenes pero ella y él han tomado uno muy prometedor, destino...deseo !buen viaje!
ResponderEliminarGenial relato letra por letra, atmósfera en aquel tiempo.
Besito contento.
Evocadora imagen.
Bien dices, aunque la mayor parte de las esperas sean miradas al entorno. Pero ¿cuántos sentidos pueden trasladar esas miradas? Cada uno sabe.
EliminarNunca lo sabremos, pertenece a ellos,incluidas las miradas, las nuestras, cada cual sabe y ve el entorno.
EliminarO dos individuos no ven, ni miran, de la misma manera. Y la mirada nace de dentro siempre. Gracias por tus matices sabrosos.
EliminarDesde siempre me han encantado los trenes , las estaciones y toda la flora y la fauna que camina por sus andenes, en cada viaje y en cada pasajero hay una historia que se podría contar,y a mi, me gusto la tuya.
ResponderEliminarUn abrazo
Sí, me pasa igual, los aeropuertos no superan al encanto de las estaciones ferroviarias...¿O es la memoria de nuestro propio pasado la que permanece anclada? Los que hemos "chupado" muchas estaciones y demoras, con el nerviosismo de espera correspondiente, tenemos como una marca metida la imagen ferroviaria. Antiguamente lugares de encuentro, en el sentido más amplio, no me cabe duda.
EliminarSaludos, María.
Es leer tu entrada y sentir renacer el cine de Wong Kar Wai
ResponderEliminarVaya, comparto ese regusto por el shangaiano. Por cierto, una línea de tren del pasado en España era conocida como la del Shangai, cubría el trayecto Coruña-Barcelona. De morirse el viaje. ¿A qué hora llega el sangai?, preguntábamos. Trae dos horas de retraso, respondía. Luego eran tres o más.
EliminarHas dejado el relato en el punto justo para que una siga imaginando y suponiendo. Eres muy hábil con los finales.
ResponderEliminarTuve más dilemas con el anterior, porque dudé si el sobrino de la tía haría bien en subir o no, pero en éste lo tengo más claro: es de noche, hace frío, algunos recuerdos que borrar, no hay dinero, el café no es bueno, sus trayectos diferentes, muchas horas pueden resultar pocas, quizás no vuelvan a encontrarse más … Compartir habitación o cualquier otro espacio es la mejor opción, sin duda, ella tiene experiencia y lo sabe (alguna oportunidad habrá perdido y todavía sigue arrepintiéndose). Su gesto retirándole el pelo de la cara es la proposición. El pitido agudo… la señal, el punto de partida perfecto: o ahora o nunca. Cuando amanezca ya habrá tiempo para pensar, los destinos a veces pueden cambiarse.
Buena disección, Quelle. Aunque hay elementos que quedan detrás. 1946 no fue un año cualquiera en la región del planeta donde se desarrolla el relatito. Le dan ganas a uno de reescribir el texto. Algo así como a imagen y semejanza de los "Ejercicios de estilo" de Queneau, que es un libro apasionante, pero diferente.
EliminarHola, muy buenas tardes Dame Blanche, ¿qué tal estás por estos lugares? Espero que maravillosamente bien al igual que tu interesante blog. He disfrutado de unas cuantas de tus entradas y me han parecido muy entretenidas, enganchan al bloguero. Tienes un espacio/ blog muy recomendable y te doy la enhorabuena por ello, espero que sigas creciendo y que no lo abandones. Seguiré visitando tu blog para ver las restantes entradas y las nuevas que subas. Te deseo muchísima suerte y espero que pronto subas un nuevo post con el que nos sorprendas.
ResponderEliminarAhora, si me lo permites y eres tan amable, me gustaría invitarte a mi blog - ¡DIARIO DE UNA CHICA POSITIVA! - si te gusta leer una literatura personal y muy optimista (microrrelatos, reflexiones, poemas, relatos, cartas), también podrás hacer peticiones literarias y hacer publicidad de tu blogspot en la pestaña "Aquí tu blog":
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Un gran abrazo desde Málaga, y siento de corazón autocitarme pero es la única manera que tengo para darme a conocer.
Por supuesto, Melodi, gracias por seguir el blog. Como diría el otro: toma lo que quieras. Por supuesto, pasaré a ver tu tarea.
EliminarSi has percibido algo grato en mis letras pues me alegro. En estos tiempos que corren, los textos tienen que ser refugios pero también salidas.
Si aceptás una sugerencia, sólo visitá ese blog si sos afecta a la superficialidad y el egocentrismo.
EliminarUn hombre, una mujer, desconocidos ambos, a la espera de un tren que no llega. ¿Encrucijada?; en este caso clara determinación. Hay trenes que no pasan cada minuto y tus personajes optan por subirse a ese tren que el azar les puso en el camino. No era momento apropiado para las reflexiones.
ResponderEliminarUn abrazo
FINA
La soledad y el infortunio provoca encuentros en las circunstancias más adversas. Pero siempre las hay más adversas que la de los personajes. Las reflexiones a veces son procesos largos, y esta gente trata de sobrevivir antes que nada. Gracias.
EliminarNo sé de trenes, del destino, de las parejas ni de las locomotoras, sólo me he quedado prendado con una calidad de relato difícil de leer en ningún blog, digna de cualquier escritor de fama. Enhorabuena, gran dame blanche.
ResponderEliminarUf, Pitt, no sé qué decirte. Gracias por leer, incluso más allá de la lectura aparente.
EliminarQuizá sea el tren que va a la "ciudad de los gatos", y ya no regrese...
ResponderEliminarNunca se sabe. Hubo muchos trayectos de ida y vuelta en ese momento.
EliminarEl tren a veces nos sorprende, uno nunca sabe. Tu relato es impredecible e interesante. Muchos saludos, gusto en leerte!
ResponderEliminarAunque eso pasaba antes, ahora los trenes traen otros aires. La gente llega justo a tiempo a cogerlos. Gracias por parar aquí, Lao, y saludos.
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