(Fotografía de Jan Saudek)
“No tendré secretos para ti”, le dijo el niño. “¿Nunca, nunca?”, respondió su amiguita. “Nunca”, confirmó él sin dudar. “Pues yo sí”, pensó la niña; pero se calló. Lo tenía a su merced y aquella declaración de principios sonaba más a desenlace que a comienzo. Era justo el punto en que él dejaba de ser interesante para ella. La niña no cabía de gozo por sentirse elegida para tal revelación. Saber que sería partícipe de cuanto le aconteciera al niño durante toda su vida la convertía en poderosa. “Pero qué aburrido, ¿no?”, se decía a sí misma una y otra vez. Ella quería el mayor repertorio posible de secretos. Que lo que pasara cada día estuviera poblado de misterios. Y que estos plantearan nuevos enigmas. Al fin y al cabo, ¿qué podía esperar de alguien que no preserva nada, que todo lo muestra, que su vida es tan transparente que parece más bien vacía? Le volvía a poner a prueba: “¿De verdad que nunca te guardarás nada?”. Y él, creyéndose fuerte, pensando que respondía como debía hacerlo para gustarle a ella asentía firme: “Nunca”. “¿Y si yo te pidiera que guardaras alguno, por ejemplo los míos?”, le atacó ladinamente. “Los guardaré”, respondió su amigo. “Pero si los guardas, ya estarás teniendo secretos para mí y has dicho que nunca tendrás secretos”, le desarmó la niña. Y él: “Pero serán los tuyos”. “Ah, ¿de verdad crees que una vez que los secretos han salido de mí siguen siendo los mismos?”, le enredó hasta dejarle confuso. Entonces, se abrió la puerta del cuarto oscuro y una voz implacable dijo: “Podéis salir, chicos; ha terminado el castigo. Otro día no quiero nada de secretos”.
Ja! qué buen final! Un abrazo
ResponderEliminar¿No te han castigado nunca por ocultar o contar secretos?
EliminarEs lo que tiene el amor. Puñetera la niña, un poquillo.
ResponderEliminarRiesgos del crecimiento para ambos, sí.
EliminarYa de chica manipulando la mente del sexo opuesto, aprenden rápido que somos déniles y dependemos de ellas :)
ResponderEliminarIgual algún que otro secreto está bueno.
Tal vez solo proponiéndole, Walter...pero él no estaba a la altura de las circunstancias.
EliminarSiempre hay que dejarse algún secreto escondido en el ático del alma, algún misterio que despierte el interés de alguien, aunque sea el de una misma. Mostrar todas las cartas desde el principio debe ser muy aburrido… Nunca querría tampoco que nadie me confiara todos los suyos (si es que eso fuera posible), porque ir desenmarañándolos, suponiéndolos o descubriendo más de quien te interesa, puede convertirse casi en una aventura apasionante.
ResponderEliminarAsí que entiendo a la niña, pero también a él… Pobre, lo que puede llegar a hacerse o decirse con tal de agradar a la princesa o al príncipe de tus sueños…
Comprensiva con ambos, ya veo. Dejarse llevar por las normas de uso habitual...malo. Los secretos están en la propia condición de habitantes del Laberinto en el que consiste la vida, ¿no crees?
EliminarDemasiado chicos como para saber que nadie, jamás, a desvelado todos sus secretos.
ResponderEliminarTambién es cierto que entre los adultos el misterio es un imán potente, pero a la vez, un arma de doble filo.
Un beso grande
Pero lo sabrán antes o después, James. Y lo más curioso: que a veces de adultos se atesoran al menos ciertos secretos, como si fuera propio de la idiosincrasia del individuo. Coincido contigo en lo del arma de doble filo, a veces nos cortamos con ella.
EliminarUna especie de celda kafkiana! Y niña tan atormentadora!
ResponderEliminarBatallo de castigo par deux! Imagínate que no hubiera llegado la adulta a sacarles del cuarto...el tormento del chico podría haber sido fatal. ¡Pero también aprendizaje!
Eliminar¡Qué bueno! Esa niña tiene futuro :)
ResponderEliminar¿Te cuento un secreto? mmm.... mejor que no.
besos
Chiss...bajito, que nadie se entere...
EliminarMe ha encantado la niña, me ha recordado...
ResponderEliminarSaltos y brincos
¿Te ha recordado...? Quien más o quien menos todos hemos pasado por circunstancias análogas.
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