(Fotografía de Herbert List)
“No le haga caso, no es interesante”. Lo escuchó a sus espaldas y por un instante estuvo a punto de responder que se metiera en sus asuntos. Pero calló y siguió mirando la solapa del libro que le había indicado la vendedora. Se volvió al hombre -un individuo pequeño, con un rostro cetrino y poco estimulante- que inoportunamente le daba el consejo: “¿Por qué cree que no es interesante? Podría serlo para mí y, además, ¿acaso lo ha leído usted?”. Los dos hombres se miraron con cierta expectación, como si fueran conscientes de que arriesgaban algo de sí mismos. “No necesito leerlo, lo intuyo. Además, nunca se fíe de una contraportada , las ponen para atrapar al comprador, no al lector” dijo el primer hombre y al otro le pareció una perogrullada, pero inquirió: “¿Usted nunca se deja aconsejar?”. “Nunca”, dijo el pequeño hombre. “¿Cómo decide entonces qué libro leer?” Y el otro: “Lo dejo al azar, un oculto sentido. Lo hojeo, me paro en una página y si la frase que leo se detiene dentro de mí me lo llevo. Si la cita resbala, lo vuelvo a dejar”. La opinión de este hombre extraño que osaba meterse en su vida -no solo en esa parte aparentemente minúscula de su vida que era entrar en una librería, sino en sus gustos, sus criterios o su capacidad de elección- le pareció simple. “Haga usted mismo la prueba - oyó que le decía el hombre de aspecto melancólico según se alejaba- pero procure no quedarse con un libro solo porque se lo vendan”. Entonces él le respondió. “¿Es que usted nunca ha comprado por sugerencia de un vendedor?”. Oyó la voz casi tétrica, difuminándose, de aquel hombre extraño: “Yo me dedico a comprar almas de lectores, señor, no de meros clientes”. Se quedó entonces pensando si vender el alma no sería acaso carecer de ella. Ya desde la puerta, el hombre gris, como si hubiera escuchado sus pensamientos le replicó: “¿Qué vida te queda si no dispones de tu propia alma?”. Nunca había visto tan cerca el rostro de Mefisto.
Debo de tener un poco de Mefisto. Yo escucho, a mis amigas, aconsejar sobre lecturas, pero nunca leo esos libros de los que hablan. Un día, cualquiera, entro en una librería... ojeo... y encuentro esa frase que me engancha...es lo que compro y después leo. Me emociono, alegro, divierto, apasiono, sufro, distraigo, enamoro...leyendo...Pero nunca venderé ni entregaré mi alma, es lo único realmente "mio"
ResponderEliminarNo es fácil en estos tiempos escuchar de amigos o simples clientes de una librería sobre libros interesantes. Los que más ruidos meten (publicidad, tv, bestsellers apilados en torres) no suelen ofrecer demasiadas nueces. Habrá que seguir quitando la cáscara.
Eliminar... podemos perder un tanto de dignidad pero si vendemos o perdemos el almaesto sera minucia porque ya no nos podremos rebelar para recuperarla . Leamos con pasión, con alma y mente . Insumisos siempre los corazones..aunque a veces nos ronde el diablo.
ResponderEliminarInsumisos siempre, desde luego. Porque satisfechos es parte de la exigencia de cada cual. Algunos se satisfacen con poco. Otros siguen buscando. El Mefisto perseguidor de lectores yo creo que busca otra cosa.
EliminarHay libros que te llaman y no se si te roban el alma, pero desde luego te la cambian.
ResponderEliminarUn saludo
Cierto, muy cierto. A veces un solo libro, de un solo autor. Acaso es también el momento de la vida en que nos pilla. Soy de la opinión que cada edad-ciclo-situación personal nos pide algo diferente. Y siempre hay lecturas que nos van transformando. Referentes que siempre citaremos. Tienta hacer una lista...
EliminarSaludos.
Excelente prosa.
ResponderEliminarSin llegar a ese extremo, yo leo la primera página. Algunos libros, pese a haberlos comparado por "recomendación", se han quedado sin leer por no haber pasado esa prueba. Tengo en mi memoria primeras páginas magistrales, como "El corazón tan blanco", Sinuhé el egipcio", "La regenta", "Lolita"...
Bss
Una manera de enfocar el riesgo de leer un libro, sí, de acercarse a él. Los comienzos pueden atrapar, pero no siempre son significativos. Hay comienzos pesados, en los que uno no se centra, y luego viene una trama impresionante...Pero también a mí me gusta dejarme llevar por un principio estilo Lo-li-ta, por ejemplo.
EliminarSe me paró el pelo. Con lo que disfruto pasar por las librerías y ojear libros. Interesante y misterioso.
ResponderEliminarBesos.
No dejes de hacerlo. Incluso a veces hay clientes que se lanzan a opinar y a animar a otros, aunque no es frecuente. De los empleados...¿qué decir? Ya no quedan libreros, obviamente. Los empleados miran el ordenador.
EliminarCierto tufo a azufre suelta el misterioso prepotente. Cada cual es libre de volar a su antojo de libro en libro, todo es una sorpresa, el recomendado por la librería, el recomendado por mefisto, y perder el alma es cuestión de fe y de ritos.
ResponderEliminarQue no se mate la curiosidad, que no se den consejos de no perdirse.
Besitos !salve!, intrigante, inquietante relato.
Bajo la prepotencia, su ironía; bajo esta su alma de contra-mercader. Mefisto es especial. De acuerdo, nada de perder la curiosidad ni la sana costumbre de animar entre amigos algo que nos haya marcado o sencillamente llegado.
EliminarGracias.
Poder estar en una librería hojeando, ojeando y decidiendo sobre qué libros leer, es tan emocionante que ni siquiera Mefisto lo estropea. Unos personajes inquietantes, un ambiente muy conseguido en el relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me gustan esos matices hojear-ojear...e incluso otear, añadiría yo, porque mirar a los circundantes dentro de una librería también tiene su punto. Y un contacto verbal con alguno oportunamente ha supuesto descubrir un autor, un estilo, una literatura.
EliminarMefisto es un cómplice más, no lo dudes.
La idea me ha gustado, aunque me he perdido un poco en el desarrollo.
ResponderEliminarSiento ser a veces un tanto oscuro, o acaso sea cuestión de estilo.
EliminarUn libro tiene que llegarte a las manos y de ese primer contacto poniendo los sentidos a prueba, surge la atracción.........o no.
ResponderEliminarUn saludo
Atracción, puede haber. Los mismos industriales del libro la buscan con su imagen, presentación, solapas, bandas superpuestas, etc. La atracción inicial del texto es ya discutible. Pueden engañar las primeras letras: parecen a veces que ofrecen mucho y luego, fruslerías. O bien son anodinas y pesadas al comienzo y se abre un inmenso jardín literario. Sigamos probando, arriesgando.
EliminarEs cierto que nos dejamos influenciar a menudo a la hora de adquirir un libro, unas veces sale bien y otras nos venden la moto. Me gusta el relato por lo que de razón tiene. Desnudarlo primero para ver si nos atrae, si señor...
ResponderEliminarUn abrazo
Fina
Que no estoy en contra de dejarnos recomendar o influir. Simplemente que soy escéptico de un vendedor (el primer vendedor es siempre la editorial con su publicidad que intenta vender el máximo) salvo que huela que el dueño o empleado de la librería sabe de qué habla. De otros clientes me gusta escuchar. De alguna vieja gloria lectora, a pies juntillas.
EliminarSiempre el riesgo. Atracción de un texto, como de cualquier otra cosa en la vida. Lo que percibo es que a diferencia de otros temas, en un libro la seducción avanza a medida que leo. Un abrazo, Fina.