...no creía en lo que veía, y siempre sospechaba que en cada persona la vida auténtica, la más interesante, transcurría bajo el manto del misterio, como bajo el manto de la noche...

Antón Chéjov, La dama del perrito

lunes, 17 de septiembre de 2012

actividad clandestina


(Fotografía de Herbert List)



En el año V de la era de la extinción del libro un extraño suceso sacudió el país. Nadie sabe por qué causa aquella especie de árbol que antaño había proporcionado la materia prima para fabricar papel se secó. Si bien no se utilizaba ya el recurso para el antiguo fin, al menos los árboles dotaban al terreno de protección y evitaban que se erosionara. Pero la suerte se tornó en contra. Primero los árboles dejaron de dar hojas, después enflaquecieron los troncos, más tarde se desprendió la corteza y, por último, las raíces se pudrieron provocando el desplome de numerosos ejemplares de tan hermosa floresta. Los técnicos del Gobierno decidieron reforestar con nuevas variedades el terreno que se iba transformando en erial. Pero ninguna de ellas cundía. Al poco tiempo de plantar se secaban los nuevos árboles. La alarma de la desertización generó preocupación en los territorios afectados.

Corrían rumores de que solamente en una finca alejada de la capital sobrevivían algunas hectáreas pobladas de aquella especie antigua. Las autoridades enviaron científicos a investigar in situ, pero no hallaron ninguna explicación. Los paisanos del lugar tampoco colaboraron en proporcionar pista alguna. En las reuniones de vecinos se hablaba en voz baja de un lugar oculto en el que se llevaba a efecto un proceso clandestino de fabricación de papel, no de excelente calidad pero que permitía editar de vez en cuando un libro, cuyo texto, decían, era rigurosamente seleccionado y su edición trabajada cuidadosamente. También los gobernantes supieron de este rumor, pero su policía jamás lograba desarticular tal empresa, por lo que concluían que se trataba de leyendas transmitidas, eso sí, con intención subversiva.

En cierta ocasión detuvieron a un hombre viejo que había sido señalado por un colaborador del gobierno, debido a su afición a relatar historias en las fiestas y en las tertulias de las tabernas. Fueron a su casa y le hallaron sentado en el suelo sobre sus piernas. En la penumbra de la habitación creyeron ver que leía reconcentrado un libro. Al acercar sus linternas el anciano mantuvo elevadas las manos. Insistieron en iluminar sus palmas, buscando en ellas lo indescifrable. No obstante, bien como prueba o bien por sarcasmo, le preguntaron: “¿Qué lees, anciano?”. Entonces el hombre les mostró las manos desfiguradas por el tiempo y los rudos quehaceres, pegó sus arrugas a los ojos de los policías, y les respondió: “Leo la vida que ha pasado sobre mi carne. Leo el desgaste y la desesperanza. Leo la desilusión porque poco de aquello a lo que uno aspiraba se ha logrado. ¿Qué otra cosa podría leer a mi edad?”. La policía dejó de molestarle. Pero la plantación de aquellos árboles nutrientes continuó fecunda.


24 comentarios:

  1. Buen desenlace. Me gustó mucho éste texto. Escribís muy bien. ¡Siga, siga...! :)

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    1. Muy amable, Miguel, pasa cuando gustes. Trataré de seguir...(con estímulos así cuesta no hacerlo)

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  2. Muy buena historia.
    Al igual que Miguel Aguilera, opino que escribís muy bien

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  3. Estimada:
    Tenés un premio en mi blog.
    Un premio que implica cierto trabajo y cierto compromiso.
    Espero pases a buscarlo
    Muchas gracias

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    1. Tenerme en consideración es grato. Pero soy un tipo raro al que los premios le dan repelús desde la tierna infancia...Leernos unos a otros ya es una buena dádiva. Muchas gracias a ti.

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    2. Gracias igual, por haberlo considerado. Es totalmente entendible y respetable tu decisión. Un beso grande

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  4. M'agrada el tema de l'extinció dels llibres, molt ben trobat i escrit.

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    1. Es un tema apasionante, con significados diversos y muy subjetivos incluso, del que seguiré haciéndome eco, Helena.

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  5. Un bello relato, aprovechemos que no ha llegado todavía la era después del libro, ni de los blog.

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    1. Pitt, pues tienes razón: aprovechemos. Considero mi biblioeca un arca de Noé. Con su contenido podría sobrevivir hasta mis últimos días, si estos estuvieran aún lejanos, y eso es un lujo.

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    2. Ah, Pitt, sobre la Era después de los blogs...también habría que decir, porque llegará; no lo dudes. Nada se nos da gratis para siempre y sin control.

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  6. En las manos está contenido el universo

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  7. Me gusta ese anciano y sus palabras. Un relato muy curioso, quizás esperanzador; cuando algo importante parece haber desaparecido, aún existe un reducto de esperanza de que no lo haya hecho en algún lugar porque hay quienes lo cuidan y lo preservan.
    Me ha gustado mucho.
    Un abrazo.

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    1. Mientras la memoria y la retentiva estén vivas, Mafalda...Gracias.

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  8. Es angustioso imaginar la extinción de los libros, y esperanzador que se mantengan en la memoria, la imaginación y la tradición oral.
    Tu relato da para muchas cavilaciones, Dame Blanche.

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    1. María. Creo que en el pasado hubo muchas de esas situaciones. Gracias a que antes que lo escrito fue la narración oral y que, no obstante inventarse los libros, lo oral permaneció, se ha multiplicado la generación de literatura y la edición. Pero no hay garantías eternas, y menos ante la evolución de las técnicas y, posiblemente, ante la involución que puede llegar desde los poderes para el libre ejercicio de las ideas.

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  9. Sos maravillosa. Y la consternación de leer me obliga a callar. Un abrazo.

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  10. Y vos sos un generoso exagerado, no debés dejarte abatir por las palabras (permíteme este uso de vuestros giros...) Un abrazo.

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  11. Un relato sencillamente excelente. Rotundo y sugerente. Es la primera vez que comento en esta página, que para colmo tiene a Chejov como escritor de cabecera. Enhorabuena.Será un placer seguir nuevas entregas. Saludos

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    1. Siempre me fascinó ese relato de Chéjov. Ese autor es un estímulo para mí. Gracias por apreciarlo también y por pasarte por mi blog. Cuando quieras.

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