La escalera ascendía pero no llevaba a ninguna parte. Al final quedaba cortada. La familia había decidido cegar el acceso al piso superior, adaptado para vivienda de inquilinos. La escalera, de peldaños amplios y profundos, permanecía relegada a una mera función de trastero. El tamaño de los escalones convertía a estos en estanterías donde, de manera amontonada, se iban depositando los objetos inservibles. Las telarañas campaban a capricho y el polvo protegía del óxido los enseres metálicos. Aquel espacio carente de luz y repleto de objetos desconocidos y extraños ejercía sobre el niño una atracción desmedida. El temor y la intriga echaban un pulso dentro de él cada vez que se arriesgaba a penetrar en el recinto. La visibilidad sobre los primeros escalones le daban confianza, pero a medida que subía las tinieblas le producían pavor y abandonaba. Sin embargo, cada ejercicio de adentrarse en el siniestro desván él lo vivía como aventura. A la niña le había hablado de aquel reino tenebroso, transmitiéndole la curiosidad. “Tenemos que explorar”, le dijo la niña. “Vas a pasar miedo”, replicó él emocionado pero con cierto aire de superioridad que ocultaba sus propias resistencias. “¿Qué puede pasarnos? Solo hay cacharros”, insistió ella. “Hay sombras también. Sombras que crecen y que se mueven y que hacen burla y que de pronto bajan escaleras abajo”, prosiguió el niño. “¿Cómo puede haber sombras si no hay luz?”, le corrigió la niña. “En mis sueños siempre aparecen las sombras de la escalera. ¿Quieres ver mis sueños?”, apostilló el chico. Conteniendo su tímida picardía no se atrevió a revelarle que ella también los habitaba.
Increíble! Algo esconden las escaleras y sólo los niños pueden verlo. Usted es una niña. Un abrazo.
ResponderEliminarLos niños lo ven todo, sean niños o niñas. Tienen otra mirada.
EliminarUf......
ResponderEliminar¿como puedes escribir tan bien?
Me ha encantado tu relato, haces maravillas con algo tan simple como una escalera. Supongo que siempre nos aterra lo desconocido.
Me quedo con la primera frase, por cierto tu relato me ha recordado al mito de la caverna.
Un saludo.
Probablemente el mito de la caverna esté por todas partes. Los reflejos de la vida real que vivimos como real nos persiguen. La escalera tiene muchos significados, naturalmente, pero hay algunas que se han experimentado más que otras. Saludo.
EliminarPrecioso relato.
ResponderEliminarUn beso y buen día
Me alegro si te recreas en él. Un abrazo.
EliminarL'escala que no du enlloc és un motiu clàssic de la poesia i de l'art. Molt ben escrit.
ResponderEliminarProbablemente, Helena. Otros hablaban de la escala al cielo, par amí más irreal. Gracias.
Eliminar¡Larga vida a esos niños, que se refugian en higueras y suben por escaleras llenas de sombras que descienden! Hay que ser audaz para visitar los sueños ajenos y, más aún, para invitar a otro a que visite los propios.
ResponderEliminarUn saludo.
Lo que no hagan los niños...Lo que no hayamos hecho de nicños...La audacia, que se nos preserve siempre, porque motivos de desafío hay a mares.
EliminarUna delicia... los niños, la escalera, y el relato.
ResponderEliminarSobre todo la tensión cautivadora con que viven los niños cada exploración.
EliminarMe dio miedo mientras leía el relato, te lo juro...
ResponderEliminarMe gustó mucho
¿De verdad, Eva? No fastidies. Vaya, y no me lo propuse.
EliminarMe cautiva tu forma de escribir.
ResponderEliminarUn gran relato, la escalera puede simbolizar tantas cosas.. Muy adaptable. Enhorabuena.
Saludo tu paso por aquí. Los humanos hacemos converger y transcender todo lo que nos rodea. Lo dotamos de uso, de abuso, de símbolo y de valor. La escalera no iba a librarse. Gracias.
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