Le paran unos vendedores de religión por la calle. Por su indumentaria y sus modos les ha olido a distancia. “Permítanos un momento, señor. Queremos contarle una historia que le va a interesar mucho”, le largan como una ráfaga. Y él: “¿Cómo saben que me va a interesar?”. “La salvación interesa a todo el mundo”, le brindan con desparpajo. No obstante, no pueden detener la carcajada del hombre. “¿Cómo? ¿No quiere usted salvarse?”, le increpan con cierta sensación de agraviados. “Es muy sencillo; no encuentro razón alguna para comprar algo que no necesito”, les despide. Ellos inician el repliegue y guardan el producto en su cartera.
Es posible que que el protagonista no necesite ser salvado, pero es seguro que la salvación no puede comprarse.
ResponderEliminarSaludos
Relativizando el tema...hay salvaciones limitadas o transitorias, nunca definitivas, que se compran con dinero, no lo olvides. O con otros recursos, o con afectos, o con promesas...
EliminarO tal vez, el protagonista no tenga ya salvación. Esos vendebiblias nunca lo sabrán. :-)
ResponderEliminarhttp://atlantis2050.blogspot.com
En efecto, X. Muchos no tenemos salvación, jaj.
EliminarMiro tu blog, gracias.
Simplemente genial. Un texto dónde la sinceridad escandaliza convencionalismos. Enhorabuena
ResponderEliminarPues te invito a leer los anteriores. A mí me cargan los convencionalismos, ocultan las verdades y los avances. Gracias.
EliminarA veces me gusta hablar con ellos, incomodarlos, hacer tambalear su mundo "redondito"...tus textos son lo único redondo y sin fisuras. Saludos.
ResponderEliminarTe comprendo. Eso me pasaba a mí al principio (a los vendedores católicos ya les desalojé hace tiempo de conversaciones divinas, ahora les llevo al huerto de lo humano) pero son tan aburridos, que solo se me ocurre transmitirles ironía como gesto de bondad.
EliminarJa,ja,ja,ja... ¿Cuántas veces fuimos asaltados así, incluso en nuestra propia casa? Yo antes debatía con ellos. Ante la inutilidad de nuestros diálogos, dejé de hacerlo. Hago como tú, les digo que ya estoy condenada y no me importa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, lo de las casas era, es, mucho. Decidí no abrirles si les detectaba por la mirilla. Un abrazo.
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